Capítulo 3: Avance

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Lena Russell

—Eso fue increíble —mi asombro solo aumentó cuando la residencia Beckett se dibujó frente a mis ojos. Acababa de conducir uno de los mejores autos, y ahora tendría la posibilidad de rodearme de lujos. Había trabajado en la élite, por ende me había rodeado de lujos inimaginables. Pero nunca de un imperio tan extravagante y absurdo como este.

—No conduces nada mal, por ser la primera vez que estás al volante de un deportivo. Pero debes animarte a darle más al pedal, es más divertido.

Descendió del vehículo, y yo hice lo mismo.

Estaba trabajando y no podía olvidarme de ese detalle. Tenía que ser profesional con mi jefe.

—Me iré a dar una ducha, y luego te llevo a mirar los autos —se estiró dejando escapar un suspiro de satisfacción, y nos encaminamos hacia la entrada. Los empleados de servicio nos recibieron.

Saludé con una sonrisa.

Él no saludó, a ninguno. Todos parecían temblar.

Maldito irrespetuoso.

—Markus siempre entraba a mi habitación y se quedaba haciendo guardia en la puerta del baño, ¿puedes hacer eso?

—Su residencia está rodeada de guardias, dudo mucho que pueda existir un peligro en su habitación. Me quedaré en el pasillo.

Se detuvo antes de pisar el primer escalón y me miró— ¿Qué sucedió con el "usted ordena"?

—Haré guardia en la puerta del baño, Jason.

—Bien, ¿ves qué fácil es? —chasqueó su lengua.

Apreté mis dientes y lo seguí, intentando contener mi frustración. Su desesperación era tan evidente que rozaba lo ridículo. Incluso el lujo que nos rodeaba, los millones que se reflejaban en cada objeto y cada detalle, no lograban captar mi atención. La opulencia que normalmente me impresionaba ahora parecía superficial, vacía por culpa de ese sujeto caliente.

Mi mirada se posó en su espalda mientras subíamos los escalones, la casa era realmente enorme. Llegamos a la puerta de su habitación y Jason se detuvo, girándose hacia mí, suspiró.

—Es la casa de mi padre. Por supuesto que yo también vivo aquí, pero suelo pasar más tiempo en mi penthouse. Me gusta la soledad y la privacidad.

—Entiendo.

—Bienvenida a mi habitación, Russell —su sonrisa se ensanchó cuando ingresamos a ese lugar que era el triple de grande que mi apartamento.

Tragué duro ante el dinero que podía percibir allí. Era algo exhuberante.

Sin embargo, me mantuve impasible.

—Me daré una ducha rápida.

Mis ojos se apartaron rápidamente de su figura. Me di la vuelta, intentando escapar de la escena que se estaba desarrollando frente a mí. Tensé mis manos en un puño, sintiendo una mezcla de irritación y nerviosismo. ¿Cómo se atrevía a hacer eso? ¿Cómo se atrevía a desvestirse sin inhibiciones, como si estuviera solo en su habitación?

Mi corazón comenzó a latir más rápido.

La habitación parecía haberse vuelto más pequeña, más íntima. Sentía que me asfixiaba.

—¿Qué se supone que está haciendo, señor?

No hubo respuesta.

Solo el sonido de su respiración agitada. Supe que estaba jugando conmigo, intentando hacerme reaccionar. Pero no iba a caer en su juego.

LA CONDENA DEL DESEO [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora