Capítulo 5: parte 1

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Era una noche con una luz de luna inusualmente clara. El palacio situado al pie de la montaña, en la capital de Carelium, se encontraba muy iluminado a pesar de la avanzada hora.

Todo se debía a que se estaba celebrando el banquete en vísperas de la competición de caza. Sin embargo, la expresión de Ruth, quien aguardaba en silencio en una de las habitaciones al final del segundo piso del palacio, no era tan brillante.

Ruth miró las prendas que estaban sobre la mesa y suspiró profundamente. Las sacó una a una, las examinó y las volvió a arrojar sobre la mesa. Mientras observaba las velas que iluminaban tenuemente la habitación, suspiró profundamente y se reclinó en su silla. Lo que preocupaba a Ruth no era la ropa, sino a la persona que conoció después de recibirla.

El día de ayer por la tarde, después de terminar la última revisión para la competencia de caza, Ruth recibió una llamada inesperada por parte de Ail.

Visitó su dormitorio, algo nervioso, preguntándose qué estaba pasando, ya que habían estado muy distantes durante tanto tiempo, pero Ail simplemente le entregó una caja de ropa que contenía un magnífico traje de banquete.

Al ver aquella caja de ropa aparecer de la nada, Ruth preguntó de que se trataba. Ail hizo un gesto con la mano para ahuyentar a la servidumbre y continuó hablando en un tono brusco.

—Como puedes ver, ya que hay rumores sobre nuestra ruptura, pensé que sería bueno mostrar nuestras caras juntas en un entorno oficial al menos una vez, y el banquete del día de mañana es una gran oportunidad.

Sin duda, un banquete al que asistían nobles y miembros de la realeza era una ocasión ideal para lucirse. Sin embargo, era un banquete al que debían asistir él y su prometida, Erita.

—¿Qué pasa con Erita?

—Dijo que no podía asistir porque se había lastimado la pierna. No sé si realmente se lastimó o si solo está fingiendo.

Como era de esperarse, Ruth solo suspiró. Erita había estado evitando reunirse con Ail durante los últimos cuatro años, poniendo excusas para una u otra cosa. Pero incluso si Erita no aparecía, era imposible que Ail y él fueran juntos. Su deber como comandante era la de escoltar el salón de banquetes.

—Pero, yo... debo vigilar el salón de banquetes.

—¿No resulta difícil sostener una espada con tu mano así?

—Soy el comandante general de los Caballeros Imperiales. No puedo descuidar la seguridad del salón donde se reúne la familia real y los hijos de las familias nobles.

—Déjalo en manos de un ayudante.

—Eso es algo que tengo que hacer yo mismo.

—Es una orden. Iremos juntos.

—¿Qué pasa si me niego?

—No tienes derecho a negarte.

Ruth frunció el ceño ante las palabras de Ail, quien no toleraría un rechazo, y le preguntó en protesta.

—¿Por qué hace esto de repente?

—¿Por qué? ¿tengo que repetir lo que acabo de decir?

—Nunca me ha invitado a un evento formal antes. ¿Por qué hace esto cuando sabe perfectamente que odio los banquetes? Ni siquiera sé bailar.

—Si digo: "Quiero avergonzarte, porque ni siquiera sabes bailar" ¿estarás satisfecho?

Ruth calmó sus nervios, que estaban a punto de descontrolarse, y volvió a preguntar ante la confusa respuesta de Ail.

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