Enojo reprimido

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Makky había estado intentando mantener la calma mientras el día de la boda de Yakko y Buster se acercaba, pero la tensión dentro de él era innegable. A pesar de las conversaciones que había tenido con su padre Max y con Neil, aún no lograba procesar completamente la mezcla de emociones que sentía. La traición seguía pesando en su corazón, y aunque Buster había sido amable y divertido, la sensación de que él había sido el responsable de romper su familia nunca desapareció del todo.

Un día, después de una comida familiar incómoda en la casa de Yakko, Makky ya no pudo contener más sus sentimientos. Mientras Buster ayudaba a limpiar la cocina, Makky se quedó mirándolo desde la entrada, con los puños apretados y la mandíbula tensa. Su mente repitió una y otra vez los momentos de angustia que vivió cuando supo que sus padres se separaban, y antes de darse cuenta, el enojo que había reprimido por tanto tiempo comenzó a desbordarse.

—Tú lo arruinaste todo... —explotó Makky, entrando abruptamente a la cocina.

Buster, sorprendido por la intensidad del tono de Makky, se detuvo y dejó los platos, volviéndose hacia él con una expresión de preocupación.

—Makky, ¿qué pasa? —preguntó suavemente, aunque podía sentir la furia acumulada en el aire.

—¿Qué pasa? ¿¡De verdad tienes que preguntar!? —espetó Makky, sus ojos llenos de ira—. ¡Tú destrozaste nuestra familia! ¡Desde que apareciste, todo se vino abajo!

Buster respiró hondo, sabiendo que esta conversación, aunque dolorosa, era inevitable. Aún así, las palabras de Makky lo golpeaban duro.

—Sé que lo que pasó no estuvo bien, y te juro que lo último que quise fue hacerte daño a ti o a tu papá —intentó responder Buster, con la voz calmada, tratando de mantener la serenidad.

Pero Makky no estaba listo para escuchar explicaciones. Estaba demasiado dolido.

—¡No me vengas con eso! —gritó Makky, dando un paso más cerca de él—. Desde el principio te metiste entre mis padres con tus trucos baratos, con tus sonrisas y tus chistes. ¡Todo era una farsa! Tú sabías lo que estabas haciendo. Sabías que ibas a destrozar todo, pero no te importó. ¡No te importó mi papá! ¡No te importé yo, ni Angelina!

El pecho de Makky subía y bajaba con fuerza, y sus ojos estaban llenos de lágrimas de frustración. Había reprimido ese dolor por tanto tiempo que ahora no podía detenerlo.

Buster lo miró, visiblemente afectado por las palabras de Makky. Se sentía responsable por todo lo que había sucedido y sabía que no había nada que pudiera decir para borrar el dolor de Makky.

—Lo siento, Makky. No puedo cambiar lo que pasó. Te prometo que nunca quise que tú ni Angelina sufrieran por lo que pasó entre Yakko y yo. Pero tu papá y yo… nosotros realmente nos enamoramos. Sé que eso no lo hace más fácil, pero fue real.

—¡No me importa si fue real! —gritó Makky, su voz quebrándose—. ¡Lo que me importa es que arruinaste lo que teníamos! Mi papá no se merecía esto. Él no te necesitaba. Nosotros no te necesitábamos.

Buster bajó las orejas, sintiendo el peso de las palabras de Makky. Sabía que no podía pedirle perdón por algo que para Makky seguía siendo imperdonable, pero al menos podía ser honesto.

—Tienes razón en estar enojado. No puedo justificar lo que pasó. Pero lo único que puedo hacer ahora es ser una mejor persona para ti, para Yakko y para Angelina. No estoy aquí para reemplazar a tu papá, Makky. Nunca podría. Pero quiero ser alguien en quien puedas confiar, si me lo permites.

Makky lo miró con los ojos llenos de resentimiento, pero también con un profundo dolor. Quería gritar más, quería culpar a Buster por todo lo malo que había pasado, pero sabía en el fondo que la situación era más complicada que eso. Había emociones que no podía simplemente desenredar con el enojo.

Sombras del engaño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora