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𝙁𝙤𝙧𝙗𝙞𝙙𝙙𝙚𝙣
𝑇ℎ𝑜𝑚𝑎𝑠 𝑏𝑟𝑜𝑑𝑖𝑒 𝑠𝑎𝑛𝑔𝑠𝑡𝑒𝑟
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Aria Beaumont:

Al día siguiente, la resaca de la noche anterior no se hizo esperar. Me desperté con la cabeza dándome vueltas y una sensación de pesadez. Hayley dormía plácidamente, roncando suavemente en la alfombra junto a la cama. Miré el reloj, marcaba casi las diez de la mañana. Decidí levantarme en silencio y bajar a la cocina por agua. La necesitaba como nunca.

A medida que descendía las escaleras, los recuerdos de la conversación con Thomas en la cocina volvieron a mi mente, golpeándome con una intensidad que no podía ignorar. Recordaba cada palabra, cada mirada desafiante, y no podía evitar sentir una mezcla de vergüenza y frustración.

Al llegar a la cocina, encontré a Thomas sentado en la mesa, solo, con una taza de café en sus manos. Alzó la vista cuando me vio entrar, y me estudió con una expresión serena, diferente a la mirada molesta de la noche anterior.

-Buenos días -murmuró, sin rastro de sarcasmo.

-Buenos días -respondí, manteniendo la distancia mientras abría el refrigerador en busca de agua.

Tomé un sorbo largo y fresco, sin mirarlo. La tensión en el aire era palpable, y no tenía idea de cómo romperla. Finalmente, fue él quien habló.

-Lamento si fui demasiado duro anoche -dijo, bajando la mirada hacia su café-. No fue mi intención hacerte sentir... mal.

Lo miré, sorprendida por su disculpa. Thomas no era del tipo de personas que se disculpaban fácilmente, y mucho menos conmigo.

-No te preocupes -respondí, tratando de sonar casual-. Creo que ambos dijimos cosas que no debíamos.

Thomas asintió, y por un momento, el silencio se apoderó de nosotros. Parecía como si ambos estuviéramos midiendo nuestras palabras, siendo más cautelosos que de costumbre.

-Lo que te dije sobre tu talento... no lo dije solo por decir -agregó, rompiendo el silencio de nuevo-. Realmente creo que tienes mucho potencial. Pero sé que eso no cambia nada.

Levanté una ceja, confundida y un poco incrédula.

-¿Por qué te importa tanto? -pregunté, incapaz de contenerme. Sabía que era una pregunta arriesgada, pero la curiosidad me ganó.

Thomas dejó su taza en la mesa, pensativo.

-No sé, supongo que porque me importa Stephen, y él... te admira. Más de lo que crees. -Hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus próximas palabras, sentí un ardor en mi pecho y ganas de llorar, escucharlo decir eso de Stephen me ilusionaba como nada. -. Y... aunque no lo parezca, también me importa a mí. Un poco.

La honestidad en su voz me desarmó por completo. No era el Thomas que conocía, o al menos, no el que él dejaba ver. Algo en su mirada reflejaba cierta vulnerabilidad, y me di cuenta de que, detrás de su fachada de perfección, había algo más. Algo que tal vez compartíamos.

-A veces las cosas no son tan simples como parecen, Aria -murmuró, mirando hacia la ventana, como si hablara más consigo mismo que conmigo.

Por primera vez, me sentí tentada a preguntar, a indagar en esa historia que parecía tan misteriosa y oculta. Pero justo en ese momento, escuché pasos en las escaleras y el momento se rompió.

Hayley apareció en la puerta, despeinada y bostezando, con la expresión adormilada de alguien que había dormido profundamente.

-¿Qué hacen ustedes dos aquí abajo tan temprano? -preguntó, mirándonos con una sonrisa traviesa-. ¿Acaso estaban teniendo un momento?

Ambos nos miramos rápidamente, y una sensación de incomodidad me recorrió. Antes de que pudiera responder, Thomas se levantó de la silla.

-Nada de eso, Hayley. Solo estábamos hablando -dijo, sin mirarme, antes de dirigirse hacia la salida de la cocina-. Nos vemos luego.

Hayley lo siguió con la mirada hasta que salió de la habitación, y luego se volvió hacia mí con una expresión curiosa y una sonrisa que no auguraba nada bueno.

-¿Qué fue eso? -preguntó, claramente intrigada-. ¿Hablando? Por favor, Aria, no soy tonta.

Suspiré, sin saber realmente cómo explicarlo.

-Es complicado. Thomas... solo está preocupado por Stephen. Eso es todo -dije, intentando sonar convincente.

-¿Preocupado por Stephen? Claro, y yo nací ayer -respondió, rodando los ojos-. Aria, te conozco. No trates de ocultarme esto.

Me encogí de hombros, sin saber qué decir. No podía explicarle lo que ni siquiera yo comprendía del todo.

-Quizá Thomas no es exactamente como creíamos -murmuré finalmente.

Hayley me miró en silencio, como si estuviera procesando mis palabras, y luego soltó una sonrisa cómplice.

-Eso es lo que quería escuchar.

-Como sea. Hagamos de almorzar.

Eso hicimos. Hayley hizo los batidos de chocolate mientras yo hice los panqueques, después de eso, ella tenía un compromiso que atender así que se fue de la casa.

Tomé una ducha y al salir estaba Stephen.

Me secaba el pelo con la toalla, Stephen me miraba y parecía que estaba pensando como comenzar a decirme algo.

-Aria. Sabes que... No me gusta presionar, pero casi es hora de que vayas escogiendo universidades, que veas que vas a estudiar.

Me quedé helada pero asentí con la cabeza. No tenía la más mínima idea de lo que quería estudiar, ni en donde iba a hacerlo.

Claro muchas carreras habían llamado mi atención al pasar de los años, pero jamás he sentido que una me llene, que una me haga decir que eso es lo que quiero hacer el resto de mi vida.

Trague en seco.

-Son mamá y papá los que están poniendo presión. Si por mi fuera, te dejaría que te tomaras los años que necesitaras antes de hacerte tomar una decisión precipitada sobre algo tan importante.

Mi corazón se lleno de ternura. Y jamás en la vida me había sentido igual de inútil.
Jamás había sentido, que todas las palabras de los demás al decirme lo buena que era para nada, tenían razón. No sabía que hacer, ni como empezar.






































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Forbidden - Thomas brodie-Sangster Donde viven las historias. Descúbrelo ahora