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Jasper.

Salimos de la cafetería después de que Mhia pidió un muffin de fresa más, caminaba mientras lo comía y observaba a las personas que pasaban a nuestro lado, ya había dejado de llover, pero el cielo aun estaba gris, la tarde parecía hacerse cada vez más larga, sin embargo, eso no me importaba. Subimos a un autobús y viajamos durante unos veinte minutos, Mhia observaba todo desde la ventanilla y yo la observa hacerlo. Al llagar a nuestra parada ambos bajamos, hacia cada vez más frío. Caminamos unas tres cuadras hasta que llegamos a un gran edificio que me pareció muy parecido a un hospital.

Al entrar pude notar a muchos ancianos en sillas de ruedas siendo cuidados por enfermeras, otros caminaban despacio mientras les contaban historias a los enfermeros, y otros tantos solo se quedaban sentados en una banca viendo a la nada, para muchos esa podría haber sido una vista bastante deprimente, pero para mi en ese momento, no lo fue. Era extraño, pero podía sentir que esas personas allí no estaban mal, puesto que a cada paso encontrábamos a alguien que nos sonreía.

Al llegar a la recepción Mhia hablo con una enfermera quien pareció conocerla y sonrió hacia la castaña, Mhia le entrego una galleta a esa enfermera y luego hizo un gesto con su cabeza para que yo la siguiese.

Caminamos por un par de pasillos hasta que llegamos a una habitación, la cual tenía el numero 151, en la puerta, la castaña toco dos veces hasta que del interior una suave voz nos permitió pasar. Era una habitación bastante normal, no era tan grande, pero si lo suficiente para que cupieran una cama, un sillón y un estante con libros.

En el sofá, el cual daba hacia una gran ventana, se encontraba una mujer, quizás de unos 56 años a lo mucho, su cabello rubio, emblanquecido por algunas canas estaba atado en un moño alto, Mhia se acerco a ella a pasos lentos, y yo la seguí intentando no cometer algún error y terminar por incomodar a la señora.

--¿señora Hudson? –hablo Mhia para llamar la atención de la mujer, esta se giró a verla y le sonrió ampliamente.

--Mhia—dijo entusiasmada—creí que no vendrías, te he extrañado mucho mi pequeña estrella de hielo—

Puede notar como a la castaña se le cristalizaban lentamente los ojos, pero ella sonreía.

--señora ¿puede recordarme? –preguntó Mhia en un susurro.

--como no recordaría a mi pequeña—dijo la mujer tomando las manos de la castaña para estrecharlas con las suyas—pero mira cuanto has crecido, que linda estas—sonrío mientras colocaba una de sus manos en la mejilla de Mhia—y dime ¿has vuelto a patinar? –pregunto después de unos segundos admirando a la castaña, quien pareció pensar en la respuesta más de lo que debería, y note también como sus ojos perdían cierto brillo.

--aún no—respondió ella haciendo un pequeño puchero casi imperceptible—pero quizás—hizo una pausa—quizás pronto lo haga, aunque ya no profesionalmente—

--es una pena que hayas renunciado teniendo tanto potencial mi estrellita de hielo—dijo la mujer con un deje de tristeza en su voz.

--lo sé—dijo Mhia secando unas cuantas lagrimas que se escaparon de sus ojos—pero no hablemos de eso—dijo poniendo nuevamente una sonrisa—le traje sus galletas favoritas—le extendió la caja y la mujer la tomo para abrirla y sacar una galleta, luego le dio una mordida y suspiro.

--tan deliciosas como siempre—

--así es, además hoy no vine sola—

--¿tu madre vino? –

--no, ella está muy ocupada últimamente con el trabajo, y mi padre aún no vuelve de Londres—suspiro la castaña—pero estoy segura que volverá pronto, cuando reciba la carta que mi madre le envió—no supe de que hablaba Mhia, pues no sabía que su padre estaba en otro país—como sea no es ella, es él—dijo señalándome.

La melodía del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora