"Si sonreímos una vez más, quizás el día nos abrace"
Me quedé en la cama de Chris, abrazando el anillo con ambas manos, como si fuera lo único que me mantenía conectada a él. Lo giré lentamente entre mis dedos, sintiendo la fría suavidad del metal. La promesa que representaba brillaba tenue contra la luz que se filtraba por la ventana. Ya no dolía como antes, aunque el vacío seguía ahí, en el lugar donde él solía estar.
Lo prometo, me dije en silencio, cerrando los ojos con fuerza mientras un nudo se formaba en mi garganta. No lloraré más por ti. Te dejaré descansar.
El sonido de la puerta al abrirse rompió el silencio, y levanté la cabeza de inmediato. Era Kaiden. Se detuvo en el marco de la puerta por un momento, como si evaluara si debía entrar o no. Finalmente, avanzó con pasos lentos y firmes, su expresión serena, casi solemne. No parecía sorprendido al encontrarme allí. Tal vez no era la primera vez que alguien buscaba consuelo en esta habitación, ahora silenciosa y cargada de memorias.
Kaiden no dijo nada al principio. Simplemente se sentó a mi lado en el borde de la cama, dejando espacio entre nosotros. Sus ojos, siempre intensos, bajaron automáticamente al anillo que yo sostenía como si fuera un tesoro. El silencio entre ambos no era incómodo, sino pesado, cargado de cosas que no se decían.
—Me lo dijo en cuanto llegué aquí —murmuró de repente, su voz baja y rasposa, como si temiera romper la atmósfera frágil de la habitación. Su mirada permanecía fija en el anillo, pero había algo más allá en sus ojos, algo que también parecía perdido en los recuerdos.
Fruncí el ceño, confundida, y ladeé la cabeza para mirarlo mejor.
—¿Qué te dijo?
Kaiden suspiró profundamente, llevando una mano a su nuca y masajeándola mientras pensaba cómo responder. Sus hombros se hundieron un poco, y por un instante parecía llevar el peso de algo que no le pertenecía del todo.
—Le pregunté si estaba seguro —dijo finalmente, su voz teñida de una tristeza contenida.
Mis labios se entreabrieron, pero no dije nada. No quería interrumpirlo.
—¿Y qué respondió? —susurré después de un momento, temiendo la respuesta pero necesitando escucharla.
Kaiden giró ligeramente hacia mí, y por un instante su rostro pareció más joven, más vulnerable.
—Dijo que nunca había estado tan seguro de algo en su vida —contestó con un destello de melancolía en sus ojos.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Bajé la mirada al anillo que todavía sostenía entre mis manos, sintiendo una punzada de algo que ya no era solo tristeza.
Sonreí. Fue una sonrisa pequeña, casi imperceptible, pero estaba ahí. Por primera vez en mucho tiempo, el recuerdo de Chris no me pesaba tanto.
—He decidido dejarlo atrás —dije de repente, rompiendo el silencio antes de que pudiera engullirnos de nuevo. Mi voz era baja, pero firme.
Kaiden levantó la cabeza rápidamente, como si mis palabras lo hubieran tomado por sorpresa. Sus ojos se entrecerraron levemente, estudiándome con cuidado.
—¿Estás bien?
En lugar de responder de inmediato, extendí el anillo frente a mí, sosteniéndolo entre el pulgar y el índice para que pudiera verlo mejor.
—Este anillo... —comencé, sintiendo cómo mi voz temblaba ligeramente. Pero no se quebró—. Es una promesa. Una prueba del amor que había entre nosotros.
Kaiden observó el anillo por un momento, y algo cálido apareció en su mirada. Un destello de admiración, quizás.
—Realmente lo es —dijo con suavidad, inclinándose un poco hacia mí—. Él te amaba mucho.
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Bajo el mismo cielo roto
Teen FictionCuando el novio de Paige muere de manera repentina, el dolor la consume de una forma que casi la destruye. La pérdida parece derribarla por completo, pero pronto descubre que no es la única que está rota. Su odioso cuñado, Kaiden, el hermano gemelo...