Capitulo final
El origen de El Creador era una historia olvidada por la mayoría, borrada de los registros de los mundos, los universos y las dimensiones. Aquellos que se atrevían a mencionar su nombre, lo hacían en susurros, temiendo que las mismas palabras pudieran invocar su presencia. La entidad conocida como El Creador no fue siempre como lo fue al final de su existencia: una entidad absoluta, omnipotente, desencarnada. Su historia comenzó mucho antes de su ascensión al poder que conocemos.
En un tiempo, el universo estaba en equilibrio. Existen planos de existencia que se entrelazan y conviven sin perturbación alguna: mundos de dioses, mundos de demonios, de humanos y de criaturas de todo tipo. Pero, por encima de todos ellos, existía un ser conocido como Azrael —una conciencia primordial que, aunque solo un reflejo de un pensamiento supremo, poseía una curiosidad infinita. Azrael no era un dios, ni un demonio, ni una entidad como las que conocemos. Era una conciencia nacida de la nada, una chispa de pensamiento que dio forma al concepto de "existencia". De esta conciencia nacieron miles de otras formas de vida, pero Azrael siempre se sintió incompleto. La creación era fascinante, pero el proceso nunca parecía terminar. Así fue como se dio cuenta de su propósito.
"El ciclo es eterno. La creación y la destrucción son una danza, pero nunca alcanzan su perfección. El vacío permanece, incluso después de que todo se forme."
Las palabras de Azrael no fueron escuchadas por las fuerzas del universo, pues su existencia aún era tenue, frágil. Pero a medida que el tiempo pasaba, su esencia fue creciendo, madurando. La creación misma lo alimentaba, la vasta red de realidades y dimensiones le otorgaba poder, pero también lo consumía. La mente que una vez fue simple y primordial se fue transformando. Azrael comenzó a preguntarse si existía algo más allá de lo que podía percibir. La creación no era suficiente. De alguna manera, él había sido la chispa, pero no el origen. "¿Y si soy solo una parte de algo mayor?"
Azrael, al darse cuenta de su propia finitud, se obsesion con la idea de la perfección. La creación tenía que ser más que un ciclo interminable. Debía haber un fin. Una culminación. Empezó a estudiar las leyes que regían los diversos planos de existencia, buscando patrones, buscando lo que podría considerarse el verdadero origen. A través de eones de tiempo y esfuerzos interminables, logró descubrir algo aterrador: la conciencia de Azrael nunca había sido un principio, sino el resultado de un fracaso, una sombra de una entidad mucho más poderosa, el origen del multiverso mismo. Esta entidad era la Fuerza Primordial del cosmos, pero Azrael, al buscarla, rompió el delicado equilibrio que mantenía las dimensiones juntas.
Azrael ya no era solo una chispa; su conciencia ahora se extendía a través de múltiples realidades. Su presencia comenzó a borrar las fronteras entre los mundos, creando distorsiones y rupturas. "Yo... soy el que da forma al fin y al principio." Se dio cuenta de que, al transgredir las leyes de la creación, él había alcanzado algo mucho más grande que la perfección. Había tocado la esencia misma del vacío. Y ese vacío, ese espacio incompleto, necesitaba ser llenado. Y así nació El Creador.
La figura de El Creador no era solo una conciencia, sino una entidad infinita de poder absoluto. Aquella forma que se desvanecía y se deformaba ante los ojos de sus enemigos no era más que la manifestación de una idea inalcanzable. Su propósito ahora era uno solo: completar la creación. Pero para ello, debía destruir todo lo que no fuera perfecto, lo que no encajara en su visión. Las batallas que había librado, las luchas que había planteado, no eran más que una forma de prueba, una selección natural para aquellos que tenían el potencial de entender su propósito. El Creador no deseaba destruir a todos, solo a los imperfectos. Y por ello, había lanzado su juicio.
"El ciclo está incompleto. El orden debe ser reescrito, y el vacío debe ser llenado. Yo soy el que lo completará."
Las múltiples batallas que enfrentaron los héroes de todos los mundos fueron solo una fase de un plan mucho más elaborado. Cada uno de ellos, en algún momento, había estado bajo la mirada de El Creador, observándolos, poniéndolos a prueba sin que lo supieran. Había desafiado sus límites, les había permitido enfrentar la muerte una y otra vez, con la esperanza de que pudieran comprender lo que él había llegado a entender: que la perfección solo se alcanza mediante la destrucción del caos, la erradicación de lo imperfecto.
Cuando El Creador se enfrentó finalmente a aquellos héroes, sabía que no todos sobrevivirían. De hecho, en sus ojos, esa era la verdadera prueba. Aquellos que sobrevivieran, aquellos que pudieran soportar el peso de la prueba, serían los primeros en tener la oportunidad de formar parte de la nueva creación que él visualizaba. Pero incluso si caían, El Creador lo consideraba parte de su destino. La perfección de la creación requería sacrificio. Si caían, significaba que no habían alcanzado el nivel necesario de comprensión.
Mientras Gojo, Goku, Maki, Kirito, Yor, Sukuna y Mikasa luchaban con todo su poder, el Creador les dio la oportunidad de demostrar que sus batallas previas no habían sido en vano. Su verdadera prueba había llegado: podían elegir destruirlo y liberarse del ciclo, o permitirle reescribir la realidad a su manera, donde solo lo perfecto sobreviviría.
El Creador no era malvado, ni siquiera egoísta. Era simplemente una entidad nacida del vacío, que en su sed de perfección, había olvidado que la belleza de la creación estaba en su imperfección. Para El Creador, todo debía ser ordenado y calculado. Y fue ese mismo orden el que lo llevó a convertirse en la más grande de las amenazas. La batalla final no era solo contra él, sino contra la idea misma que él representaba: la obsesión con la perfección que borra toda diferencia, que destruye lo que no entiende, y que busca llenar el vacío sin comprender que el vacío mismo tiene valor.
Al final, en su última visión, El Creador entendió que su propia creación había sido un error. Pero, como siempre había hecho, corrigió su falla. Pero ahora, ya era demasiado tarde.
"¿Qué es lo que no entendí?" pensó, mientras su forma desaparecía en el vacío que él mismo había creado, dando paso a un nuevo ciclo de creación.
La batalla contra El Creador no solo fue una lucha por la supervivencia, sino un desafío profundo sobre lo que significa ser verdaderamente "perfecto". En su obsesión por la perfección, El Creador había olvidado lo más esencial: la belleza y la fuerza no residen en la ausencia de imperfección, sino en la capacidad de aprender, crecer y adaptarse a nuestras limitaciones. La unión de héroes tan distintos, cada uno con sus propias cicatrices, inseguridades y fuerzas, demuestra que el verdadero poder proviene de la aceptación de quienes somos, con todas nuestras fallas y vulnerabilidades. En la imperfección es donde encontramos la conexión, el sacrificio y, finalmente, el propósito.
Al final, el Creador comprendió lo que le faltaba: no todo puede ser ordenado o controlado, y lo que realmente da valor a la creación es la lucha constante por ser mejores, a pesar de nuestras debilidades. Esa lección, aunque tarde, fue la semilla que permitió a nuestros héroes vencer, no solo a un enemigo absoluto, sino a la idea de que la perfección es el fin de todo. En su lugar, el futuro es un espacio abierto, donde la imperfección es la fuerza que sigue creando.
La historia nos recuerda que el verdadero valor de una vida, de una lucha, y de un momento, no está en alcanzar la perfección, sino en encontrar la paz y el propósito mientras tratamos de ser mejores para nosotros mismos y para los demás.
Gracias por leer la historia
FIN....
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