Capítulo 4: Caminos Entrecruzados

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Las semanas que siguieron parecían pasar volando, pero cada vez que pensaba en Carmen, el tiempo se detenía. Habíamos empezado a compartir más momentos, aunque de manera sencilla. Las conversaciones en los pasillos, las sonrisas en el aula, los silencios que, extrañamente, no se sentían incómodos. Había algo en su presencia que me calmaba, que me daba la sensación de que no importaba lo que pasara, todo estaría bien. Pero esa calma, esa tranquilidad, pronto se vería puesta a prueba.

Una tarde, después de clases, nos encontramos como siempre en el patio de la universidad. El clima era perfecto, el sol se filtraba entre las hojas de los árboles y la brisa suave nos acompañaba. Carmen estaba sentada en el mismo banco de siempre, leyendo un libro. Me acerqué con la misma sensación de que algo especial estaba por suceder.

—¿Qué lees hoy? —pregunté con una sonrisa, intentando romper el silencio que había entre nosotros.

Ella levantó la vista de su libro, sonrió y me lo mostró.

—Algo diferente, pero interesante. ¿Te gustaría leerlo? —dijo, extendiéndome el libro con una sonrisa.

Me senté a su lado, y tomé el libro entre mis manos, hojeando las primeras páginas sin realmente leer. Estaba más enfocado en cómo se veía ella, en cómo la luz del sol hacía que su rostro pareciera aún más radiante. No pude evitar pensar en lo afortunado que me sentía de poder estar cerca de alguien como ella.

—Deberías darme una oportunidad con ese libro —le dije, sin apartar la vista de las páginas que no estaba leyendo.

—Solo si prometes que no te distraerás con otras cosas —respondió ella, guiñándome un ojo.

Reímos juntos, pero algo en su tono me hizo sentir que había algo más detrás de esa respuesta juguetona. Tal vez algo que no quería decir en voz alta, algo que ni ella misma estaba segura de entender. Mi mente comenzó a divagar, y una sensación extraña comenzó a formarse en mi pecho. Como si, a pesar de todo, hubiera algo que nos separaba, algo que aún no habíamos logrado cruzar. Pero no lo mencioné. No quería que esa barrera se hiciera más grande.

En ese momento, el timbre sonó, y nos levantamos juntos, casi al mismo tiempo. Fue como si el universo hubiera decidido interrumpir ese instante perfecto, pero antes de irnos, Carmen me miró con esa mirada tan profunda que me dejó sin palabras.

—Carlos... —su voz sonó diferente. Más suave, más seria. Me detuve, esperando que dijera algo más.

Pero en ese instante, un grupo de estudiantes pasó corriendo por el pasillo, y la interrupción nos obligó a separarnos.

—Nos vemos después, ¿sí? —dijo, antes de volverse hacia el aula.

—Claro —respondí, pero algo dentro de mí me decía que ese "después" no sería tan simple.

Esa noche, mi mente no dejaba de dar vueltas a lo que había sucedido. Carmen había dicho algo, algo que no había terminado de expresar. ¿Por qué se detuvo? ¿Qué era lo que no me dijo? En ese momento, sentí que estábamos a punto de cruzar una línea, pero ella misma dudaba si dar ese paso. Me preocupaba que, tal vez, nuestras vidas no fueran tan fáciles de entrelazar como había imaginado.

El siguiente día, en clase, traté de ignorar esas dudas. Pero tan pronto como vi a Carmen, algo en su actitud me hizo sentir que ella también estaba pensando en lo mismo. Su mirada ya no era tan tranquila, como si hubiera algo en su interior que le pesaba. Yo no supe cómo acercarme, cómo preguntarle qué estaba pasando. La distancia que se había formado, aunque invisible, se sentía más real que nunca.

Al terminar la clase, decidí que ya no podía esperar. Necesitaba saber qué pensaba. Necesitaba saber si ella también sentía lo mismo o si estaba construyendo algo en mi cabeza que no existía en realidad.

La busqué por los pasillos, entre la multitud, y finalmente la vi en una esquina del campus. Estaba sola, como siempre, pero esta vez tenía una expresión pensativa, como si estuviera esperando que alguien se acercara. No dudé más y caminé hacia ella.

—Carmen —la llamé, sintiendo cómo la tensión en mi pecho se hacía más fuerte.

Ella levantó la vista y me miró por un segundo antes de sonreír tímidamente.

—¿Carlos? —dijo, como si no estuviera segura de lo que venía a continuación.

Me acerqué, tratando de mantener mi calma.

—Quería hablar contigo, sobre ayer. Siento que hay algo... que no estamos diciendo. Algo que está entre nosotros, pero no lo estamos enfrentando.

Carmen suspiró y me miró por un largo momento, como si evaluara mis palabras.

—Carlos... —empezó, pero no terminó de hablar. Se quedó en silencio, como si las palabras que quería decir no pudieran salir de su boca.

El silencio entre nosotros se hizo palpable, como si el aire que nos rodeaba estuviera cargado de dudas no resueltas.

Finalmente, ella habló, pero sus palabras no fueron lo que esperaba.

—Tal vez lo que estamos buscando no es lo mismo. Tal vez, por más que queramos, nuestros caminos son diferentes.

Bajo el Cielo de la UniversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora