El campus estaba tranquilo, y el bullicio de los estudiantes había disminuido. Los demás amigos de Carlos y Carmen ya se habían ido a sus casas, pero ellos dos, como en tantas ocasiones, se encontraron caminando juntos hacia el mismo destino: el pequeño banco en el jardín central del campus.
Carlos miró a Carmen de reojo mientras caminaban, notando cómo la luz del atardecer caía suavemente sobre su rostro. Había algo en ella que, aunque siempre lo había sabido, ahora le parecía más evidente: su fuerza, su vulnerabilidad, su calma. Ella era la persona que lo hacía sentir que, de alguna manera, todo iba a estar bien. Aunque las cosas parecían complicadas a su alrededor, él siempre encontraba consuelo en su presencia.
—Gracias por estar siempre ahí, Carmen —dijo Carlos, rompiendo el silencio. Su voz era suave, pero sincera.
Carmen lo miró y sonrió, aunque había algo en su mirada que aún reflejaba preocupación, como si estuviera pensativa.
—No tienes que agradecerme, Carlos. Eres mi amigo. Y siempre estaré aquí para ti —respondió ella, su voz cálida.
Se sentaron en el banco, y un silencio cómodo se instaló entre ellos. La brisa de la tarde movía ligeramente sus cabellos, y el entorno parecía tan tranquilo que la ciudad lejana parecía no existir. Todo lo que importaba en ese momento era ese instante compartido.
Carlos no podía evitar sentir que algo había cambiado. Había algo en el aire, una tensión invisible que los rodeaba. Y aunque no era una incomodidad, él sentía que algo importante estaba a punto de suceder.
Carmen lo miró, y por un momento, sus ojos se encontraron. Ella apartó la mirada rápidamente, como si hubiese sentido lo mismo, pero al instante se sintió culpable por haberlo hecho. ¿Era el momento adecuado para hablar de lo que ambos sabían que estaba latente entre ellos? ¿De lo que sentían?
Carlos, decidido, se acercó un poco más hacia ella.
—Carmen, no puedo seguir ignorando lo que siento —dijo con la voz firme, pero llena de una vulnerabilidad que nunca antes había mostrado. El aire entre ellos se volvió denso, como si cada palabra que dijeran pudiera cambiarlo todo—. Siento que, después de todo lo que ha pasado, hay algo más que solo amistad entre nosotros. Y no quiero seguir ocultando lo que siento, porque no puedo.
Carmen lo miró sorprendida, y por un segundo, no sabía qué decir. Sus pensamientos se agolparon, y la confusión tomó control de su mente. Sabía que también lo había sentido, pero había estado tan concentrada en los problemas de los demás que nunca había permitido que esos sentimientos tomaran forma.
Carlos, al ver la duda en sus ojos, dio un paso atrás, como si se arrepintiera de haber dicho algo.
—Lo siento, tal vez no era el momento —murmuró, sintiendo una ola de inseguridad. Pensó que tal vez ella no sentía lo mismo. Quizás había sido un error hablar de eso en ese momento.
Pero antes de que pudiera apartarse por completo, Carmen lo tomó por el brazo y lo detuvo.
—Carlos... —dijo su nombre con una dulzura que hizo que su corazón latiera con más fuerza. Su mirada estaba llena de algo que él no había visto antes: algo tierno, pero también un poco temeroso—. Yo también siento lo mismo. Pero... no sé si es el momento adecuado. Hay tanto pasando en nuestras vidas, tantas cosas que estamos enfrentando.
Carlos la miró, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. Quería abrazarla, quería darle la seguridad de que no importaba el momento, pero sabía que no podían forzar algo que no estaba completamente resuelto. A veces, el amor no siempre llega en el instante que uno espera, y tal vez necesitaban más tiempo.
—Lo entiendo —respondió él, su tono suave. No quería presionarla—. No quería que esto fuera algo incómodo, pero no puedo seguir ocultando lo que siento. No sé qué nos depara el futuro, pero quiero que lo sepamos, ambos. Quiero estar contigo, Carmen. Cuando estés lista, yo estaré aquí.
Carmen sonrió, aunque sus ojos estaban llenos de una mezcla de emociones.
—Gracias, Carlos. No sé qué haría sin ti —dijo, con la voz quebrada pero sincera.
El silencio entre ellos no fue incómodo esta vez, sino lleno de entendimiento. Aunque no sabían qué les depararía el futuro, sabían que había algo más profundo que los unía. Y eso, por ahora, era suficiente.
Mientras el sol se desvanecía completamente en el horizonte, Carmen y Carlos permanecieron en ese banco, junto a los otros amigos y las incertidumbres del mundo. Pero por un breve momento, el futuro no importaba. Lo que importaba era el ahora. El estar juntos, aunque fuera solo por ese instante.
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Bajo el Cielo de la Universidad
RomanceUna historia de Amor basada en 2 jóvenes Universitarios que se enamoraron a primera vista.