El sol ya había desaparecido en el horizonte, pero el aire fresco de la noche aún mantenía la sensación de esperanza. Después de la conversación con Perla, todos nos sentimos un poco más ligeros, como si, de alguna manera, la carga que habíamos estado arrastrando desde hacía días se hubiera reducido. Pero sabíamos que este no era el final de la historia. Era solo el comienzo de un proceso que, aunque largo, ya estaba marcado por un cambio significativo.
Esa misma noche, nos quedamos un rato más en el departamento de Perla. Después de lo que compartió, parecía que una gran presión se había levantado de sus hombros. Aunque aún estaba evidentemente afectada, ahora tenía la sensación de que no estaba sola. Carmen, con su presencia cálida, se quedó a su lado, y los demás, aunque callados, estaban allí para apoyarla, en silencio.
Al día siguiente, el campus parecía igual, pero nosotros no éramos los mismos. Había una nueva energía en el aire. Cada uno de nosotros había cambiado un poco, y aunque el peso de la situación seguía presente, había algo diferente. Tal vez fue el saber que no estábamos solos en nuestras luchas. Quizás fue la verdad compartida que, de alguna forma, nos conectó más profundamente.
La mañana transcurrió lentamente, hasta que durante el almuerzo, Jesús rompió el silencio en la mesa común donde todos solíamos comer.
—Siento que es el momento adecuado para decirlo —comenzó, con su tono habitual, pero con una seriedad que lo hacía sonar más maduro de lo que normalmente era—. Hemos pasado por mucho juntos, y aunque cada uno tiene su vida, siempre parece que estamos volviendo al mismo punto: la amistad. Tal vez es eso lo que necesitamos, más que nunca. Sabemos que no somos perfectos, pero lo importante es que siempre hemos estado para el otro.
Jeremy, quien se encontraba tomando un sorbo de su bebida, levantó la mirada, como si lo que Jesús había dicho lo hubiera tocado de una manera más profunda de lo que esperaba.
—No puedo estar más de acuerdo —dijo Jeremy, con su tono tranquilo, pero firme—. Este grupo es nuestra fuerza. Tal vez no tenemos todas las respuestas, pero lo que importa es que, cuando uno de nosotros cae, el resto está ahí para levantarlo. Perla no es la única que necesita apoyo, todos lo necesitamos. Y si algo hemos aprendido es que no podemos hacer esto solos.
Stefany, que normalmente era más reservada, asintió con la cabeza, dándonos a todos una mirada que decía más que mil palabras.
—La amistad es lo que nos sostiene —agregó, mirando a cada uno de nosotros en la mesa—. Es cierto que cada uno de nosotros tiene sus propios demonios, sus propias batallas, pero juntos somos más fuertes. Y lo que necesitamos ahora es mantenernos unidos, para que todos podamos salir adelante, no solo Perla.
Carmen, que había estado observando todo en silencio, finalmente habló. Su voz era suave, pero llena de convicción.
—La verdad es que lo que más me asusta no es lo que Perla ha estado enfrentando, sino cómo cada uno de nosotros ha estado lidiando con nuestras propias luchas sin decir nada. Nos hemos estado aislando, pero lo que descubrimos anoche es que la única manera de sanar es a través de la comprensión y el apoyo mutuo. Perla se abrió, y eso es un paso enorme, pero necesitamos seguir en ese camino. Todos debemos aprender a hacerlo.
Nos quedamos en silencio por un momento, las palabras de Carmen calando en nosotros más profundamente de lo que imaginábamos. El peso de la conversación, que había comenzado de una manera tensa, ahora parecía más ligero. Había una sensación de alivio, como si finalmente hubiéramos tocado la clave para avanzar.
De repente, Perla, quien había estado callada, se levantó lentamente. A pesar de lo que había revelado la noche anterior, hoy parecía más serena, más en paz.
—Gracias —dijo, mirándonos a todos con una expresión de gratitud que nunca antes habíamos visto en ella—. No sé cómo agradecerles por estar aquí. Sé que no soy fácil de tratar, pero de alguna manera, siento que puedo empezar a sanar, porque no estoy sola.
Carmen sonrió y se levantó para abrazarla. Los demás también se acercaron, y en ese momento, todos nos unimos en una especie de abrazo colectivo. No fue necesario decir nada más. El acto de estar juntos, de compartir ese espacio, era suficiente.
Lo que nos quedaba por delante no era sencillo, pero sabíamos que cada paso que dábamos nos acercaba más a la paz. Cada uno de nosotros tenía su propia historia, pero al final del día, éramos un equipo. La fuerza de la amistad era la que nos impulsaba, y sabíamos que juntos podríamos superar cualquier cosa.
Al salir de la cafetería, Jesús habló una vez más, como si lo que acababa de ocurrir hubiera consolidado sus pensamientos.
—Lo más importante no es lo que cada uno de nosotros enfrenta individualmente, sino cómo nos apoyamos entre nosotros. Ya no tenemos que cargar con todo esto solos. Podemos hacerlo como un equipo, juntos.
Y así, con un sentimiento renovado de unidad y esperanza, comenzamos a caminar hacia lo que el futuro nos depararía. Sabíamos que las dificultades no desaparecían de inmediato, pero en ese momento, todo parecía un poco más soportable, porque lo estábamos haciendo junto
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Bajo el Cielo de la Universidad
RomanceUna historia de Amor basada en 2 jóvenes Universitarios que se enamoraron a primera vista.