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Los días pasan como un torbellino de actividades para Jimin, sumergido en la planificación de la boda de Jungkook y Sujin.

En medio de todas las reuniones y las interminables decisiones sobre decoraciones, menús y música, Jimin ha comenzado a sentir el peso de sus emociones reprimidas.

La cercanía constante con Jungkook, combinado con el doloroso conocimiento de que su mejor amigo nunca sabrá lo que siente, lo consume lentamente.

Ese día, Jimin se dirige a un vivero especializado en flores raras y exóticas para reunirse nuevamente con Yeonwoo, la florista encargada de los arreglos florales para la boda.

A pesar de no conocerla mucho, ha empezado a sentir una curiosa conexión con ella. Hay algo en su personalidad tranquila y su aire de melancolía que le resulta familiar y, de alguna manera, reconfortante.

Al llegar al lugar, observa a Yeonwoo en su elemento, rodeada de flores de todos los colores y aromas, inmersa en su trabajo con una concentración casi hipnótica. La imagen le transmite una paz momentánea, como si las complicaciones de su vida se difuminaran en ese rincón lleno de color.

Yeonwoo lo saluda con una sonrisa suave y le hace una seña para que se acerque.

—Estaba esperando que llegues —dice ella, señalando un grupo de rosas negras que está organizando con sumo cuidado— ¿Qué opinas de estas? Son algo fuera de lo común, pero creo que podrían aportar un toque elegante y misterioso al diseño general.

Jimin, que hasta ese momento solo había pensado en los detalles de la boda de forma automática, se toma un momento para observar las flores.

Las rosas negras son hermosas y cargadas de un simbolismo profundo, algo oscuro, tal vez adecuado considerando su propia situación emocional.

—Son perfectas —responde, intentando darle un tono profesional a su respuesta— Tal vez sea justo lo que necesitamos para darle un giro a la decoración. No todo tiene que ser perfecto ni demasiado alegre, ¿verdad?

Yeonwoo levanta una ceja, notando el matiz en sus palabras.

—Exactamente. A veces, lo imperfecto y lo inesperado son lo que más nos impacta y lo que hace que una ocasión sea memorable. Supongo que eso se aplica también a las relaciones —comenta en voz baja, como si estuviera pensando en voz alta.

Jimin siente que esas palabras lo tocan de una manera inesperada.

Desde que empezó la planificación de la boda, ha estado cargando con su propio dolor, con sus sentimientos no correspondidos y reprimidos hacia Jungkook. Nadie a su alrededor parece sospechar por lo que está pasando, y él prefiere mantenerlo así. Pero hay algo en la manera en que Yeonwoo observa el mundo, en su habilidad para captar los matices y en esa tranquilidad que emana, que le hace sentir que, tal vez, él no sea el único que oculta heridas profundas.

—¿Sabes? —dice Jimin después de unos segundos de silencio, tratando de sonar casual—. A veces siento que estoy atrapado en una burbuja, siguiendo una rutina que se espera de mí, sin siquiera saber si es lo que realmente quiero.

Yeonwoo lo observa con atención, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y empatía. Ella parece entender mucho más de lo que Jimin expresa con palabras.

—Te entiendo —responde con suavidad—. A veces las decisiones que tomamos o las situaciones en las que nos encontramos no son las que realmente deseamos. Pero es como si fuera más fácil seguir adelante que detenernos a cuestionarlo todo.

Un silencio cómodo se instala entre ellos, interrumpido solo por el suave murmullo de las hojas y el aroma embriagador de las flores.

Por primera vez en semanas, Jimin siente que puede respirar sin la constante presión en su pecho.

Es como si Yeonwoo, con su presencia calma y su actitud reservada, fuera capaz de aliviar parte de la carga que lleva.





A lo largo de los siguientes días, Jimin y Yeonwoo se ven con más frecuencia, ya sea para discutir detalles de las flores o simplemente para compartir un momento de tranquilidad en medio del caos de los preparativos.

Yeonwoo, en su manera peculiar, le revela algunos fragmentos de su propia vida, su historia complicada con Hanse, un antiguo amor que dejó una marca profunda en ella.

A medida que comparte su historia, Jimin nota la tristeza en su mirada y la manera en que evita ciertos temas, como si aún estuviera sanando.

Un día, después de una larga jornada de trabajo, Yeonwoo invita a Jimin a tomar un té en su pequeño estudio.

Rodeados de flores y velas encendidas, ambos se sienten más relajados de lo habitual.

Hablan de todo y nada a la vez, compartiendo sus pensamientos más íntimos sin miedo a ser juzgados.





—A veces pienso que... no quiero seguir aquí —dice Jimin de repente, con la voz temblorosa—. No sé por cuánto tiempo más podré fingir que estoy bien con todo esto. Trabajar en esta boda... estar tan cerca de Jungkook y Sujin... me duele en maneras que ni siquiera puedo explicar.

Yeonwoo toma su mano con suavidad, apretándola ligeramente en un gesto de apoyo.

—Jimin, no tienes que hacerlo solo. A veces, permitirnos sentir el dolor es la única manera de encontrar alivio. Huimos de nuestros sentimientos, pensando que eso es lo mejor, pero el dolor sigue ahí, bajo la superficie. Si necesitas hablar, aquí estaré para escucharte.

Jimin asiente, sintiendo que, de alguna manera, Yeonwoo entiende sus emociones más profundas.

Mientras se queda en silencio, se da cuenta de que esta amistad inesperada podría ser la única fuente de consuelo genuino en medio del caos de la boda.

Sin embargo, ambos saben que es una relación compleja, cargada de pasados dolorosos y presentes inciertos.

Al despedirse esa noche, Jimin siente algo diferente.

Aunque aún está atrapado en la red de sentimientos contradictorios hacia Jungkook, empieza a vislumbrar la posibilidad de que, tal vez, hay un camino hacia la sanación y la paz, aunque todavía esté lejos de alcanzarla.

Yeonwoo, por su parte, siente que ha encontrado en Jimin a alguien que, aunque luchando con sus propios fantasmas, también le ofrece comprensión y compañía.

Una boda entre tu y yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora