No puedo creerlo. No puedo... maldita sea, no puedo con esto.
Pasó un mes desde aquel sábado y, sin embargo, no puedo dejar de pensar en lo que ocurrió, y lo que no ocurrió desde entonces, para ser exactos. Ahora soy más que consciente de todos los efectos que tiene Kairi sobre mí. Cada maldita palabra, cada mirada que me lanza... ¿Para qué? Para que nada cambie, al menos no en la dirección que a mi me gustaría. Seguimos tirándonos pullas en clase, ella sigue con su odio ─que a mi me encanta retar, porque insisto, soy un puto masoquista cuando se trata de ella─, y yo... bueno, una parte de mi intenta ignorarla. Pero se hace difícil porque mi maldito cerebro no quiere que ella desaparezca de ahí.
Estamos en el descanso y yo estoy concentrado en cómo las hojas del otoño caen y como esos nubarrones negros y grises cubren el cielo. Estoy demasiado tranquilo... pero todo se va a la mierda en cuestión de nanosegundos.
─¿Sigue en pie lo de esta tarde, Suguru? ─pregunta, con una sonrisa en su voz que seguro que es una sonrisa preciosa en su cara, de esas que no me dedica ni de coña─. Mi hermano me dijo que hay una cafetería genial dónde podemos ir a escuchar los discos.
Espera, espera... ¿Cafetería? ¿Discos? ¿Los dos solos? En plan... ¿cita?
Siento un tirón en el estómago y la mandíbula se me tensa un poco. Joder, mi mente va a mil por hora ahora mismo. No puedo evitar imaginar a Kairi y Suguru en ese café, sentados juntos, ella riéndose mientras él selecciona un disco, compartiendo momentos que, por alguna razón, siento que me pertenecen.
─Claro, Kairi. Nos vemos a las cinco en la entrada ─contesta Suguru, como si no existiera ningún problema.
¿A las cinco? Es una maldita cita en toda regla.
Cierro los ojos y trato de no hacer ninguna estupidez. Mi mandíbula está tensa, y estoy seguro de que, si alguien me mira ahora, verá algo parecido a una bomba a punto de estallar. Shoko me lanza una mirada rápida, como si estuviera preocupada.
Genial, lo que me faltaba.
Pero esto no tiene nada de malo. Es solo una cafetería, solo un sitio para escuchar discos de vinilo, ¿verdad? Entonces, ¿por qué siento como si alguien estuviera tirándome una jodida ancla en el pecho? Joder... No puede ser nada, ¿verdad?