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✧𝐏𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐄𝐋 𝐃𝐈𝐀𝐁𝐋𝐎✧ capítulo 9
✧Kairi
Todo está oscuro. Intento gritar, pero no hay sonido; todo es un vacío oscuro que me atrapa. Estoy ahí, en ese lugar. Solo hay caos. Gritos, dolor, el olor y el sabor de la sangre. Siento que me están golpeando en la cabeza. Siento que algo está rajando la carne de mi abdomen. Trato de moverme, pero es imposible, mis piernas no responden, mi cuerpo no responde.
«Despierta, Kairi. No es real», me ordeno a mí misma, pero es imposible. Estoy sola; ya no están las voces de los desconocidos, sólo hay silencio de nuevo. Estoy tirada contra la tierra mojada, siento como la sangre se mezcla con la tierra y todo me retuerce por dentro. El dolor es real, tan real que me recuerda a esa vez en la que estuve a punto de perderlo todo.
«No es real. No es real», repito, desesperada por despertar. Pero mis párpados parecen pesados, como si estuvieran sellados por la jodida oscuridad en la que estoy sumida. Cada vez que trato de respirar, el aire no llega.
Me ahogo en el vacío.
No hay escapatoria.
De repente, siento algo cálido y pesado que me envuelve, llevándome a un lugar seguro. Es una sensación que me hace querer quedarme aquí para siempre.
─Kai, despierta ─escucho una voz familiar, suave y persuasiva.
Satoru.
Sus palabras son como un hilo de luz que comienza a atravesar la oscuridad. Trato de abrir los ojos, pero aún se niegan a ceder. En lugar de eso, siento su calor, y el suave roce de sus manos sobre mis brazos. Reconfortándome.
─¿Estás bien? ─pregunta, su tono cargado de preocupación.
La luz del sol entra a raudales por la ventana, cegándome momentáneamente, y respiro hondo, intentando alejar las sombras que aún se aferra a mi mente. El dolor de cabeza golpea, pulsando al ritmo de mi corazón. Una punzada me recuerda que la pesadilla no fue solo un sueño; está grabada en mí, como una marca imborrable.
Consigo abrir los ojos de todo, y lo primero que enfoco es el rostro de Satoru. Sus ojos miran a través de mí mientras su brazo me envuelve. Tiene el ceño un poco fruncido, preocupado. Me estiro un poco, intentando que el martilleo de mi cabeza pare.
─¿Qué pasó?
─Estabas moviéndote mucho ─dice acariciando mi mejilla con ternura.
