Capitulo 4.

204 27 1
                                    

Mientras Tn avanzaba a toda velocidad, la confusión reinaba entre los demonios y los pecadores que se encontraban en la zona. Algunos se detuvieron en seco, sus ojos desorbitados al ver al rayo humanoide que se acercaba a gran velocidad, cargando a una pequeña en su espalda.

Demonio: ¿Qué demonios es eso?.

Murmuró uno de los pecadores, retrocediendo instintivamente.

Demonio 2: ¡Es un loco!.

Gritó otro demonio, mirando con miedo y desconcierto cómo Tn se acercaba rápidamente. Sin embargo, Tn no tenía tiempo para las dudas ni para las preguntas de aquellos que no comprendían su misión. Con una determinación férrea y una voz que resonó con autoridad en medio del caos, gritó.

Tn: ¡Hágase un lado, estorbos!.

El eco de su grito hizo que algunos demonios se apartaran, aturdidos, mientras otros intercambiaban miradas de incredulidad. La velocidad de Tn no solo era desconcertante, sino que también desafiaba la lógica de su mundo, donde la fuerza y la brutalidad solían reinar sin rival.

A medida que continuaba su carrera, algunos pecadores se preguntaron si debían intentar detenerlo, pero la rapidez con la que se movía y la intensidad de su presencia los hizo dudar. Con el corazón acelerado, Tn se abría paso entre la multitud, ignorando las protestas y los murmullos, enfocado únicamente en su objetivo: encontrar a la madre de Zero Two antes de que fuera demasiado tarde.

Tn aumentó su velocidad, convirtiéndose en un torrente imparable que dejaba un rastro de destrucción a su paso. Los escombros volaban por los aires mientras él se movía con una agilidad inhumana, levantando fragmentos de concreto y metal que chocaban contra el suelo.

Zero Two, aferrándose con fuerza a su espalda, sentía el viento azotar su rostro, pero no mostraba miedo. La determinación de Tn la hacía sentir segura, aunque la situación era desesperante.

A medida que se adentraba más en el territorio devastado, su búsqueda se intensificaba. Sabía que el tiempo era esencial, y su corazón latía con fuerza mientras continuaba su carrera, esquivando obstáculos y atravesando áreas de guerra que parecían interminables. Sin embargo, a pesar de su velocidad, el destino parecía inminente.

Finalmente, después de lo que sintió como una eternidad, Tn llegó a un lugar donde la devastación era aún más palpable. En medio de los escombros, vio una figura tendida en el suelo.

Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras se acercaba, y a medida que su visión se aclaraba, comprendió lo que estaba mirando. Era la madre de Zero Two, yacía sin vida, los signos de la brutalidad del infierno marcando su cuerpo.

Tn se quedó quieto, paralizado por la escena. La realidad de la pérdida golpeó con fuerza, y su corazón se hundió en una mezcla de tristeza y rabia.

En ese instante, Zero Two, al ver a su madre, bajó de su espalda y corrió hacia el cadáver, rompiendo en un llanto desgarrador. Su llanto resonó en el aire, un sonido puro y desgarrador que se mezclaba con el eco de la destrucción a su alrededor.

Tn observó con impotencia, sintiendo cómo su sangre hervía de ira por la crueldad que había presenciado. Este era el infierno: un lugar donde la vida y la muerte se entrelazaban en una danza macabra, donde la violencia y el sufrimiento eran la norma.

La tristeza lo invadió, y aunque sabía que debía continuar, el dolor de la pérdida de Zero Two era un recordatorio brutal de lo que significaba estar atrapado en este mundo. La escena lo marcó, y en su interior, la lucha entre su deseo de proteger y la brutalidad del entorno se tornó más intensa que nunca.

Tn se acercó a Zero Two, que seguía llorando la muerte de su madre, y colocó una mano en su hombro en un intento de consolarla. Sin embargo, la niña, sumida en su dolor, apartó su mano con un manotazo, dejando claro que no quería que nadie la tocara en ese momento.

La reacción de Zero Two fue un golpe directo a la empatía de Tn, quien sintió cómo la frustración y la impotencia lo invadían.

Un poco más alejado, Tn apretó los puños con fuerza, sintiendo cómo la rabia comenzaba a burbujear en su interior.

Los demonios que habían causado este sufrimiento eran solo eso: demonios, seres que se alimentaban del dolor ajeno. Y en ese instante, la línea que había trazado en su mente, su única regla de no matar, comenzó a desdibujarse.

Tn: Zero Two, quédate aqui.

Dijo Tn, su voz firme mientras comenzaba a caminar con tranquilidad hacia el grupo de demonios y pecadores que continuaban luchando en la distancia. No había tiempo para la compasión; el dolor que había infligido a la pequeña era inaceptable y debía ser respondido.

A medida que se acercaba al combate, una máscara de mandíbula apareció en su rostro, una manifestación de su creciente furia y determinación.

La máscara era un símbolo de su transformación, un recordatorio de que estaba listo para acabar con los demonios que habían hecho llorar a su queridísima amiga. La ira ardía en su interior, y su enfoque se volvió unidimensional: debía hacer que pagaran por el sufrimiento que habían causado.

Mientras se acercaba al grupo, la atmósfera se tornó tensa. Los demonios, ocupados en su lucha, no prestaron atención a la figura que se acercaba con una determinación implacable. Tn estaba preparado para desatar su ira, y en su mente, la decisión era clara: la crueldad del infierno no podía quedar impune.

...

..

.

Tn se lanzó al campo de batalla, y en cuestión de segundos, los demonios comenzaron a despedazarse en un rayo de color rojo que atravesaba el territorio con una precisión implacable. Cada movimiento era un destello cortante; cada patada, un acto fatal.

Los demonios que se cruzaban en su camino no tenían oportunidad. Eran desmembrados, cortados y decapitados, sus cuerpos cayendo en pedazos a medida que Tn avanzaba a una velocidad asombrosa.

La escena era brutal. En tan solo diez segundos, Tn había acabado con un total de 120 demonios, un número sin precedentes en un combate como aquel.

La fuerza de su mandíbula se manifestaba en cada ataque, desgarrando a los enemigos con una eficacia que desafiaba la lógica. Jadeando con fuerza, pero con una sonrisa en su rostro, se detuvo al final de su frenética danza de destrucción.

La máscara que había cubierto su rostro comenzó a desvanecerse, el símbolo de su ira y transformación desintegrándose mientras la calma regresaba al lugar. Había descargado toda su furia, cada golpe una respuesta a la injusticia que había presenciado.

En torno a él, solo quedaban los restos de lo que alguna vez fueron demonios, partes esparcidas que atestiguaban la ferocidad de su ataque.

A medida que la adrenalina comenzaba a disminuir, Tn tomó un momento para recuperar el aliento. La batalla había terminado, y aunque el aire estaba impregnado de la brutalidad del infierno, él sabía que había cumplido con su propósito. Zero Two ya no tendría que llorar por su madre, al menos no por esos demonios.

Continuara.

𝐄𝐋 𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐋𝐎𝐂𝐈𝐃𝐀𝐃/// Hazbin Hotel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora