CAPÍTULO 2: DRUS ÁGATHOS

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Por aquel tiempo vivía Drus Ágathos, ajeno a los problemas de la ciudad, ya que había nacido en una aldea druida alejada de los problemas urbanos llamada Amolao. Hijo de druidas huidos, lograron salir adelante gracias al trabajo de la tierra. Desde muy pequeño, Drusito, como era conocido en el pueblo, estuvo muy interesado por la magia natural, por lo que fue a estudiar a la gran ciudad. Dado que Amolao estaba muy lejos de Luminia, fue internado en el colegio Dasos, donde permaneció durante cada curso escolar alejado de todos sus seres queridos.

No faltaron nuevas amistades para Drusito. Dentro de su círculo social, destacaba Pamblo, su mejor amigo. Pamblo era un chico de complexión delgada y piel blanquecina, que tenía el pelo rubio y liso, además de una sonrisa contagiosa. Él era alegre y divertido, siempre dispuesto a hacer reír a los demás con sus bromas y ocurrencias. Drus Ágathos también tenía una cercana amistad con Trachys, una druida rebelde que no le gustaba seguir las reglas impuestas por la sociedad. Proveniente de una familia adinerada por la construcción de objetos de hierro, tenía el pelo castaño y los ojos azules como el mar. Su espíritu libre le hacía sentirse sentía atraída por la naturaleza y las libertades naturales, principalmente porque ella no podía hacer actividades fuera de casa sin el permiso de sus padres. Además, poseía un don especial para comunicarse con los animales y las plantas.

Los tres se hicieron inseparables, hasta el punto de que estudiaban juntos en casa de Pamblo y, una vez hechas las tareas, salían a jugar a la calle con otros druidas. Un día, mientras estaban recorriendo el barrio de los magos, conocieron a dos chicas, llamadas Gónguily y Génisy. La primera de ellas era reservada y estudiosa, y su mayor entretenimiento era aprender lenguas extranjeras. Por otro lado, Génisy era totalmente diferente, ya que era extrovertida y divertida, y le gustaba montar caballos. Ambas tenían un rostro pálido, y su principal diferencia física estaba en su pelo; mientras que Gónguily tenía el pelo azul, Génisy tenía el pelo rojo. Ésto simbolizaba el elemento que iban a dominar cuando fueran adultas: agua y fuego. Con ellas hizo Drusito una fuerte amistad también y, pasado un tiempo, Gónguily se enamoró perdidamente de él. Su determinación por aprender cosas nuevas, al igual que ella, y su conexión con la naturaleza la dejaron realmente cautivada.
Gónguily decidió guardar sus sentimientos en secreto, incluso a su mejor amiga Génisy. Por lo tanto, llevaba una carga emocional muy difícil de llevar. Pero esta situación cambió drásticamente. Sucedió que una tarde habían quedado los dos a estudiar juntos, y ella reunió el valor para declararse. Le confesó sus sentimientos a Drusito, asegurándole de igual modo que valoraba su amistad por encima de todo. Drus Ágathos se conmovió por su honestidad, y aunque no estaba interesado en Gónguily, le expresó con cercanas palabras lo mucho que agradecía su declaración de amor, pero que en su corazón sólo sentía amistad por ella.

 Drus Ágathos se conmovió por su honestidad, y aunque no estaba interesado en Gónguily, le expresó con cercanas palabras lo mucho que agradecía su declaración de amor, pero que en su corazón sólo sentía amistad por ella

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Confesión de Gónguily a Drusito

Este suceso generó una mayor confianza mutua entre Drusito y Gónguily, hasta el punto que se hicieron inseparables. Es verdad que a ella le costó asumir la respuesta de Drus Ágathos, pero pronto comprendió que no podía forzar sus sentimientos, y se sintió aliviada por no tener que guardar más el secreto. Sin embargo, aún tenía esperanza en que las cosas cambiaran, y lo habló con Génisy. Ella le aconsejó que la amistad con Drusito era muy importante y que no se alejara de él. Y le sugirió que siempre fuera ella misma, para no perder su verdadera personalidad. En ese momento, Gónguily se dió cuenta que Génisy era una amiga de verdad, y junto con Drusito, eran amistades valiosísimas que no quería perder.

En Elpiza, tanto los druidas como los magos y brujas vieron cómo los humanos imponían sus costumbres y tradiciones, al tiempo que empezaron a talar los árboles cercanos, a los que los druidas acudían a buscar el contacto con los espíritus de la naturaleza. Drus Ágathos, que hasta entonces no había formado parte de ninguna disputa, no aguantó más, y fue hasta el templo principal de los druidas junto a Pamblo para unirse a la resistencia. Todos los allí presentes estaban de acuerdo en que se había pasado el límite, al no respetar la vida vegetal. Así que idearon un plan para que se respetara el bosque. Un druida sabio, llamado Sofós, sugirió que el más joven de ellos se adentrara en palacio para recoger una hoja del árbol sagrado, con la que se haría una pócima para fortalecer el tronco de los árboles.

El encargado de esta misión, como no podía ser de otra forma, fue Drusito, que partió inmediatamente hacia el lugar. Cubierto con una capa negra, atravesó la puerta principal, y se dirigió hacia el roble milenario. Pero había un problema: estaba custodiado por dos soldados bien armados. Por si eso no fuera poco, una gran verja de hierro protegía el recinto, lo que hacía casi imposible el acceso. Lo que hizo Drus Ágathos fue esperar a que se hiciera de noche, cuando el resplandor de la Luna apenas iluminaba la sala. De esta forma, aprovechó el cambio de guardia para trepar la verja. Una vez dentro, extendió su mano hacia la hoja más verde y grande, y la tomó suavemente. Después, Drusito tuvo que esperar unas horas hasta un nuevo cambio de guardia, hacia el amanecer. Una vez fuera, fue lo más rápido posible hacia el templo, donde los druidas lo recibieron con gran alegría.

Sofós fue el encargado de preparar la pócima, mezclando en un gran caldero la hoja machacada con mejunjes y hierbas secas. Para que surtiera efecto, el druida recitó unas palabras en elvish. Justo entonces, la pócima burbujeó y quedó lista. Tenía un suave aroma, como si todo el bosque estuviera en ese caldero. Así que ya tenían la forma de parar la elevada tala de árboles. Pero con lo que no contaban es que Pamblo, celoso de que su mejor amigo estuviera involucrado en algo tan importante, había seguido a Drusito en su misión, y avisado a los guardias para que fueran hasta el templo. Así que detuvieron a Drus Ágathos y Sofós, y fueron llevados al palacio real, donde les estaba esperando el rey. Él se llamaba Rufus y tenía un aspecto imponente, con el pelo canoso y la barba larga. Su mirada penetrante hacía temblar a cualquier humano con el que tuviera una conversación. Pero Drusito no le tenía miedo, así que el rey, enfadado, empezó a interrogarlos:
- ¿Qué estábais haciendo en vuestro templo? -preguntó Rufus, con una ceja levantada.
- Estábamos realizando un rito sagrado para fortalecer los árboles del bosque -respondió Sofós con calma. - Nuestra intención era proteger la naturaleza de vuestra tala, de manera pacífica.
- ¡Mentira! -exclamó Pamblo, apareciendo en la sala. -Yo vi a este druida (señalando a Drusito) robando una hoja del árbol sagrado. ¡Fue él quien provocó todo!
Tanto Sofós como Drus Ágathos permanecieron en silencio, el cual miró con tristeza y decepción a Pamblo, ya que había traicionado su confianza.
- Está bien -dijo resignado-. Esta vez os dejaré ir. Pero la próxima vez que alguno de ustedes se atreva a entrar en mis aposentos sin permiso, será arrestado inmediatamente.

 Pero la próxima vez que alguno de ustedes se atreva a entrar en mis aposentos sin permiso, será arrestado inmediatamente

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El rey Rufus con Drusito y Sofós

Mientras estaba sucediendo el interrogatorio, una multitud se había reunido afuera de las puertas del palacio, interesados en la noticia. Nunca antes habían entrado intrusos en palacio, lo que causó un fuerte rechazo entre ellos. Por este motivo, a la salida comenzaron a abuchear a los druidas, mientras que una muchacha, sin dudar ni un segundo, los animó por la valentía de lo que habían hecho: era Mapia.

El roble y la doncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora