Capítulo 6

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Como norma general, los miembros de la iglesia bautista del sur no bailan. En Beaufort, sin embargo, aquella no era una regla estricta. El reverendo que había precedido a Jeremiah《no me preguntes cómo se llamaba》 adoptó un enfoque más laxo sobre la asistencia a bailes en el instituto siempre que los alumnos estuvieran acompañados por algún adulto, así que esos bailes se habían convertido en algo tradicional entre la congregación. Cuando Jeremiah ocupó su puesto, ya era demasiado tarde para cambiar de criterio. Kara era seguramente la única chica que no había asistido a ningún baile en el instituto, y, con toda franqueza, no estaba segura de si sabía bailar.

He de admitir que también estaba preocupada por cómo iría vestida, aunque no me atreviera a decírselo. Cuando asistía a actos sociales en la iglesia 《Promovidos por Jeremiah》 normalmente llevaba un viejo jersey y una de sus faldas de cuadros que veíamos en el instituto todos los días, pero se suponía que el baile de inauguración de curso era una celebración especial. La mayoría de las chicas se compraban un vestido nuevo, y los chicos iban con traje, y aquel año los organizadores habían contratado a un fotógrafo para que inmortalizara a los asistentes.

Sabía que Kara no pensaba comprarse un vestido nuevo, pues no era, exactamente, rica. No se ganaba mucho dinero con el ocio de reverendo, pero era evidente que los que ejercían la profesión no lo hacían por motivos económicos, sino por una compensación más bien a largo plazo; no sé si me entiendes. Pero yo tampoco quería que Kara asistiera con el mismo atuendo insulso que llevaba en el instituto todos los días; no tanto por mí 《No soy tan supercial》, sino por lo que dirían los demás. No deseaba que la gente se riera de ella ni nada parecido.

La buena noticia, si es que había alguna, era que Eric no me molestó demasiado con lo de Kara, porque estaba ocupado pensando en su propia pareja. Iba a asistir al baile con Margaret Hays, la jefa de las animadoras del equipo de béisbol. No es que fuera la chica más despabilada del instituto, que digamos, pero era bonita…, bueno…, tenía las piernas bonitas. Eric sugirió que fuéramos los cuatro juntos, pero rechacé su propuesta: no quería arriesgarme a que se burlara de Kara ni nada por el estilo. Era un buen chico, pero a veces podía ser un poco desalmado, especialmente después de tomar unos tragos de bourbon.

El día del baile fue bastante ajetreado para mí. Me pasé casi toda la tarde ayudando a decorar el gimnasio, y tenía que ir a buscar a Kara media hora antes porque su padre quería hablar conmigo, aunque no sabía de qué. Kara me lo había anunciado el día anterior, y no puedo decir que la idea me entusiasmara mucho. Suponía que Jeremiah me iba a hablar de la tentación y del camino del mal al que, irremediablemente, nos podía conducir la tentación o quizás recriminarme del porqué una chica había invitado al baile a su hija.

Si sacaba a colación el tema de fornicar, sabía que me daría un patatús allí mismo. Me pasé el día rezando con la esperanza de evitar esa conversación, pero no estaba segura de si Dios atendería mis plegarias, dada la situación; no sé si me entiendes, me refiero a la forma en que me había comportado con Jeremiah el pasado. Solo con pensar en ello, me ponía aún más tensa, o el hecho indiscutible de que me gustasen las chicas, en la comunidad nadie lo sabía aunque más de alguno lo sospechaba, aveces cuando el reverendo Jeremiah hablaba sobre la homosexualidad y lo mal que era aquello para la humanidad en sus congregaciones,  sentía como si aquellas palabras fueran para mí.

Después de ducharme, me vestí con mi mejor vestido, pasé por la floristería para recoger el ramillete de Kara 《Sí, si haría esto lo haría bien, sin importarme lo que su padre pudiera decirme en ese momento》conduje hasta su casa. Mi madre me había prestado el coche. Lo aparqué en la calle justo delante de la casa de Kara. Todavía no habíamos retrasado la hora en el reloj por el horario de invierno, así que aún había luz natural cuando llegué. Recorrí a paso ligero las resquebrajadas baldosas hasta su puerta. Llamé y esperé un momento, luego volví a llamar. Al otro lado oí que Jeremiah decía: 《¡Ya va!》 aunque la verdad es que no se apresuró a abrir la puerta. Probablemente permanecí allí plantada unos dos minutos, con la vista fija en la puerta, en las molduras, en las pequeñas grietas de los marcos de las ventanas. En la otra punta del porche, vi las dos sillas en las que Kara y yo nos habíamos sentado unos días antes. La silla en la que yo me había sentado todavía estaba girada en la dirección opuesta. Supongo que no se habían sentado allí en los dos últimos días.

Un Amor Para Recordar (Adaptación Supercorp) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora