Capítulo 22

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La recogí a la hora convenida. Aunque no le había pedido que llevara el pelo suelto, Kara lo había hecho por mí.

Conduje en silencio. Atravesamos el puente, llegamos al paseo marítimo y aparcamos frente al restaurante. Ya en el mostrador de recepción, apareció el dueño en persona y nos guio hasta nuestra mesa. Era una de las mejores del local.

El restaurante estaba lleno, y la gente a nuestro alrededor parecía pasársela de maravilla. Dado que era Noche Vieja, todos vestían contrajes elegantes, y nosotras éramos las dos únicas adolescentes en el local. Sin embargo, no me pareció que estuviéramos fuera de lugar. Kara no había estado nunca en el Flauvin, y dedicó unos minutos a impregnarse del ambiente. Parecía nerviosamente feliz, y desde el primer momento supe que mi madre había acertado con su sugerencia.

—Es maravilloso— Me dijo. —Gracias por invitarme—

—Es un placer— Contesté con sinceridad.

—¿Has estado antes aquí?—

—Varias veces. A mi madre y a mi padre les gusta venir de vez en cuando, cuando mi padre llega de Washington—

Kara echó un vistazo por el ventanal y se fijó en una barca que navegaba despacio frente al restaurante, con las luces resplandecientes. Por un momento, pareció perdida en su propio asombro.

—Qué lugar más encantador— Comentó.

—Tú también eres encantadora— Añadí.

Kara se ruborizó.

—No es cierto—

—Sí que lo es— Repliqué tranquilamente.

Permanecimos con las manos entrelazadas mientras esperábamos a que nos sirvieran la cena, y charlamos sobre algunas de las cosas que habían pasado en los últimos meses. Ella rio cuando recordamos el baile de inauguración del curso, y finalmente admití el motivo por el que le había pedido que me acompañara.

A ella le hizo mucha gracia— Rió con ganas. Y supe que ya antes lo había deducido por sí sola.

—¿Me invitarías de nuevo?— Bromeó.

—Por supuesto—

La cena estaba deliciosa. Las dos pedimos lubina y ensalada; cuando el camarero retiró los platos, empezó a sonar la música. Todavía quedaba una hora antes de que tuviera que llevarla de vuelta a su casa, así que le ofrecí la mano.

Al principio éramos la única pareja en la pista; todos nos miraban, mientras girábamos al son de la música. Quizás por el hecho de que éramos dos chicas. O creo que sabían lo que sentíamos la una por el otra, y seguro que nuestra imagen les evocaba momentos similares vividos en su juventud. Podía verlos sonreír con nostalgia. Las luces eran tenues. Cuando la cantante entonó una lenta melodía, estreché a Kara entre mis brazos y entorné los ojos, preguntándome si en mi vida había existido antes un momento tan perfecto, y sabía que no.

Estaba enamorada, y el sentimiento era incluso más maravilloso de lo que jamás podría haber imaginado.

Después de Noche Vieja, pasamos la siguiente semana y media juntas, haciendo las típicas cosas que las parejas jóvenes solían hacer por entonces, a pesar de que de vez en cuando Kara parecía cansada o indiferente. Pasábamos mucho rato junto a la orilla del río Neuse, lanzando piedras al agua o contemplando las ondas que se formaban en la supercie mientras departíamos animadamente. También íbamos apasear por la playa, cerca de Fort Macon. Aunque era invierno, el océano, con su color plomizo, ofrecía un espectáculo digno de admirar. Después de una hora, más o menos, ella me pedía que la llevara a casa,y ya en el coche, nos cogíamos de la mano. A veces, se quedaba dormida antes de que llegáramos a su casa; en otras ocasiones, en cambio, se pasaba todo el trayecto hablando, sin darme la oportunidad de intervenir con algún que otro comentario.

Un Amor Para Recordar (Adaptación Supercorp) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora