Capítulo 27

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—¿Te arrepientes de algo?— Le pregunté a Kara.

Ella estaba en la cama, bajo las mantas; en el brazo llevaba un tubo que le administraba la medicación que necesitaba. Tenía la cara pálida, y su cuerpo era tan ligero como una pluma. Apenas podía caminar; cuando lo hacía, tenía que apoyarse en alguien.

—Todos nos arrepentimos de alguna cosa, Lena— Contestó. —Pero he disfrutado de una vida maravillosa—

—¿Cómo puedes decir eso, con todo lo que estás pasando?— Me lamenté alzando la voz, incapaz de ocultar mi angustia.

Ella me apretó la mano, sin apenas fuerza, al tiempo que me sonreía con ternura.

—Tienes razón. Esto— Admitió mientras echaba un vistazo a su alrededor. —Podría ser mejor—

A pesar de mis lágrimas, me eché a reír y me sentí culpable por mi reacción. Se suponía que era yo quien tenía que animarla, y no lo contrario. Kara prosiguió:

—Pero, aparte de esto, he sido feliz, de verdad. Tengo un padre maravilloso que me ha enseñado a amar a Dios. Si miro atrás, sé que he hecho todo lo que he podido por ayudar a los desvalidos— Hizo una pausa y me miró a los ojos. —Inluso me he enamorado de alguien que me corresponde con los mismos sentimientos—

Al oír sus palabras, no pude más que besarle la mano; luego me la llevé hasta la mejilla.

—No es justo— Me rebelé.

Ella no contestó.

—¿Todavía tienes miedo?— Le pregunté.

—Sí—

—Yo también— Admití.

—Lo sé, y lo siento—

—¿Qué puedo hacer?— Me lamenté, desesperada. —Ya no sé qué es lo que se supone que he de hacer—

—¿Por qué no lees un rato para mí?— Asentí con la cabeza, aunque no estaba segura de si sería capaz de llegar al final de la página sin desmoronarme.

《¡Por favor, Señor, dime qué he de hacer!.》

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—¿Mamá?— Dije más tarde aquella noche.

—¿Sí?—

Estábamos sentadas en el sofá del estudio; el fuego que crepitaba en la chimenea iluminaba la estancia. Aquella tarde, Kara se había quedado dormida mientras yo leía en voz alta; como sabía que necesitaba descansar, decidí salir del comedor sin hacer ruido. Antes, sin embargo,la besé con ternura en la mejilla. Era un beso inocente, pero Jeremiah entró justo en aquel instante, y acerté a distinguir el choque de emociones que reflejaban sus ojos. El reverendo me miraba fijamente; él sabía que yo amaba a su hija, pero también sabía que había infringido una de las normas de su casa, aunque no me la hubiera explicitado de palabra. Si Kara hubiera estado bien, sé que nunca más me habría permitido poner los pies en su hogar. No dije nada ni intenté excusarme; simplemente me encaminé hacia la puerta en silencio.

Realmente no podía culparlo. Había descubierto que las horas que compartía con Kara me llenaban de la energía suciente como para que no me afectara el comportamiento de su padre. Si algo me había enseñado Kara a lo largo de aquellos meses era que las acciones 《no los pensamientos ni las intenciones》 eran la verdadera forma de juzgara los demás, y sabía que Jeremiah me permitiría entrar en la habitación de Kara al día siguiente. Estaba pensando en eso mientras permanecía sentada junto a mi madre en el sofá.

—¿Crees que tenemos un designio en la vida?— Le pregunté.

Era la primera vez que le formulaba una pregunta tan profunda, pero la situación que estaba viviendo no era normal.

Un Amor Para Recordar (Adaptación Supercorp) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora