Capítulo 18

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《21 de diciembre》, el día más corto del año; por la tarde, después de las clases.

Solo faltaban cuatro días para Navidad.

-¡Es un milagro!- Exclamó Kara después de contar el dinero.

-¿Cuánto hay?- Pregunté, a pesar de que sabía la cantidad exacta.

-¡Aquí hay casi quinientos dólares con cuarenta y siete centavos!- Me miró a la cara, arrebolada de alegría.

Dado que Jeremiah estaba en casa, pude entrar y sentarme en el comedor, y allí fue donde Kara contó el dinero. Había agrupado las monedas con esmero, formando unas pilas que se extendían por todo el suelo; la mayoría eran de diez y de veinticinco centavos. Jeremiah estaba en la cocina, sentado junto a la mesa, escribiendo su sermón, e incluso él giró la cabeza cuando oyó el alborozo en la voz de su hija. En aquellos entonces quinientos dólares era más que suficiente para darle por lo menos una hamburguesa a cada uno de los huérfanos. Ya que rondaban entre los 0.75 y 0.85 centavos de dolar cada una.

-¿Crees que será suciente?- Pregunté con aire inocente.

Las lágrimas rodaban por las mejillas de Kara mientras contemplaba el espacio a su alrededor, sin todavía dar crédito a lo que veía. Ni siquiera después de la función de teatro se había mostrado tan feliz. Me miró directamente a los ojos.

-Es... maravilloso- Dijo, sonriendo. Su voz contenía más emoción de la que jamás había oído antes. -El año pasado solo obtuve setenta dólares-

-Me alegro de que este año haya sido mejor- Afirmé, con dificultad, a causa del nudo que se me había formado en la garganta. -Si no hubieras dejado esas latas a principios de año, seguro que no habrías conseguido tanto dinero-

Estaba mintiendo, pero no me importaba. Por una vez, mentir era lo correcto.

No ayudé a Kara a elegir los juguetes. 《supuse que ella sabría perfectamente lo que los niños querían》 pero insistió en que fuera con ella al orfanato en Noche Buena para estar presente cuando los niños abrieran los regalos.

-Por favor, Lena- Me suplicó y, al verla tan emocionada, no tuve coraje para rechazar su invitación.

Así que tres días más tarde, mientras mi padre y mi madre asistían a una fiesta en casa del alcalde, me puse una americana de pata de gallo. En aquellos años no era tan común ver a una chica vestida de tal manera. Apenas veníamos comenzando con el modernismo. Enfilé hacia el coche de mi madre con un regalo para Kara bajo el brazo. Había gastado mis últimos dólares en un bonito jersey; fue lo único que se me ocurrió comprarle. No era exactamente fácil comprarle un regalo a esa chica.

Se suponía que tenía que estar en el orfanato a las siete, pero el tráfico en el puente era infernal hasta casi el puerto de Morehead City, y tuve que esperar a que un buque de carga abandonara lentamente el puerto en dirección al canal.

La puerta principal del orfanato estaba cerrada cuando llegué, y me puse a aporrearla hasta que al final el señor Jenkins me oyó. Rebuscó entre su juego de llaves hasta que encontró la correcta; un momento más tarde, abrió la puerta. Atravesé el umbral, propinándome golpecitos en los brazos para zafarme del frío.

-¡Ah, eres tú!- Me saludó con alegría. -Te estábamos esperando. Vamos, te acompañaré hasta la sala donde ya están todos reunidos-

Me guio por el pasillo hasta la sala de juegos, la misma estancia donde ya había estado unos días antes. Hice una pausa un momento e inspiré hondo antes de entrar.

En el interior, el ambiente era mejor de lo que me había figurado.

El centro de la estancia lo ocupaba un enorme árbol de Navidad, decorado con guirnaldas, lucecitas de colores y cientos de adornos dispares hechos a mano. Debajo del árbol, esparcidos en todas direcciones, se elevaban pilas de regalos envueltos en papeles vistosos, de todos los tamaños y medidas posibles. Los niños se hallaban sentados en el suelo, formando un gran semicirculo. Por lo visto, se habían puesto sus mejores trajes: los chicos lucían pantalones azul marino y camisas de cuello blanco, y las chicas llevaban faldas azul marino y blusas de manga larga. Todos tenían aspecto de haberse aseado con esmero para la ocasión, y la mayoría de los chicos iban con el pelo recién cortado.

Un Amor Para Recordar (Adaptación Supercorp) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora