Felix no sabía si aceptar la invitación de Hyunjin había sido una buena idea. El piloto de Fórmula 1 no solo había sido arrogante desde el primer momento, sino que también parecía disfrutar con cada oportunidad para remarcar su posición de superioridad. Pero la promesa de una cena en un lugar exclusivo le generaba cierta curiosidad y, aunque no quería reconocerlo, también algo de emoción. Miró una y otra vez su armario, intentando encontrar algo que estuviera a la altura de aquella ocasión, pero no lograba sentirse conforme con nada.
Han y In lo encontraron atrapado en su indecisión y se lanzaron a ayudarlo con entusiasmo. Después de varias combinaciones y algunas bromas sobre cómo vestirse para una "cita con un millonario", finalmente le ayudaron a elegir un conjunto sencillo, pero con un toque de elegancia que resaltaba sus rasgos. Cuando se miró al espejo, Felix sintió que, al menos por esa noche, podía aparentar algo más de lo que era.
Justo cuando terminaba de ajustarse la chaqueta, el rugido de un motor potente se escuchó desde la calle. Felix se asomó por la ventana y vio un Ferrari negro estacionado frente a su edificio. En él estaba Hyunjin, apoyado con desinterés en el coche, luciendo un traje oscuro impecable y gafas de sol, exudando una confianza tan natural que a Felix le resultaba imposible no notarla.
—¿Te vas a quedar ahí mirando, o piensas bajar? —Hyunjin gritó desde el auto, quitándose las gafas y observándolo con una leve sonrisa.
Felix se sintió algo nervioso mientras bajaba rápidamente las escaleras, tratando de no hacer esperar a Hyunjin. Cuando llegó a la calle, Hyunjin, sin decir nada, le abrió la puerta del coche. Con algo de duda, Felix se subió y sintió cómo el aroma sofisticado del interior lo envolvía, transportándolo a un mundo totalmente ajeno al suyo.
Hyunjin arrancó el Ferrari, sosteniendo el volante con una sola mano, mientras la otra descansaba sobre la palanca de cambios. Felix no pudo evitar observarlo de reojo: con las luces de la ciudad reflejándose en sus gafas de sol y el semblante concentrado en la carretera, Hyunjin se veía imponente y, de alguna manera, atractivo. Sus facciones definidas, la firmeza de su mandíbula y la forma en que sus labios se curvaban en una media sonrisa le daban un aire imposible de ignorar.
A mitad de camino, Hyunjin tomó un desvío inesperado, dirigiéndose hacia una de las avenidas más lujosas de la ciudad. Felix, confundido, notó cómo se acercaban a un centro comercial imponente, cuyas paredes de vidrio y estructuras modernas reflejaban la luz de las farolas. Hyunjin estacionó en el área de valet y, sin decir una palabra, le hizo una seña a Felix para que lo siguiera.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó Felix, claramente desconcertado.
Hyunjin esbozó una sonrisa altiva mientras cerraba la puerta de su lado.
—Para ir a cenar en el sitio que he elegido, necesitas algo un poco más... apropiado.
Felix miró su atuendo, el mejor que tenía, y sintió un golpe de inseguridad. Aunque sabía que no vestía a la altura de los trajes caros que solía ver en los pilotos de Fórmula 1, no esperaba que Hyunjin lo llevara a comprar ropa. Trató de disimular su incomodidad, pero no pudo evitar que su voz sonara un poco tensa.
—No puedo permitirme comprar nada aquí —dijo, sintiéndose aún más fuera de lugar al observar las elegantes vitrinas que rodeaban el lujoso centro comercial.
Hyunjin soltó una risa ligera, quitándose las gafas y observándolo con algo de diversión.
—No te preocupes, quien dijo que pagarias tu? si te preocupa luego veremos cómo me lo pagas.
Felix iba a protestar, pero antes de que pudiera decir algo, unas vendedoras se acercaron, notando rápidamente a Hyunjin. Con sonrisas encantadoras, las mujeres ofrecieron su ayuda, fascinadas ante la presencia de alguien tan famoso y adinerado. Hyunjin asintió y señaló a Felix, que se sintió aún más incómodo bajo la mirada crítica de las vendedoras.
—Necesitamos algo que realce sus atributos —dijo Hyunjin con una sonrisa segura, recargándose en uno de los mostradores.
Felix fue conducido al interior de la tienda, asombrado por el ambiente de lujo que lo rodeaba. Cada rincón estaba decorado con esmero, y las prendas colgadas parecían más obras de arte que simples prendas de vestir. Los mostradores de mármol, los espejos dorados y la iluminación cuidadosamente dispuesta para resaltar cada detalle le daban un aire de exclusividad que jamás había experimentado. A su alrededor, otras personas lucían trajes y vestidos que claramente estaban fuera de su presupuesto, y por un instante, sintió que pertenecía a un mundo completamente ajeno.
Mientras tanto, Hyunjin observaba desde un cómodo sillón de cuero, disfrutando de la escena. Cada vez que Felix salía del probador con una prenda nueva, él levantaba una ceja, evaluándolo con una mezcla de interés y diversión. Finalmente, después de varios cambios y de aceptar a regañadientes un conjunto que resaltaba sus hombros y su silueta, Felix estaba listo. Las vendedoras lo miraban satisfechas, mientras Hyunjin se levantaba y sacaba su tarjeta Black sin titubear.
Felix observó cómo Hyunjin pagaba sin siquiera mirar el total. La escena lo dejó asombrado y, de alguna manera, inquieto. Agradeció tímidamente a las vendedoras y, justo cuando se disponían a salir de la tienda, una de ellas les entregó una bolsa con algunas prendas adicionales, cortesía de la casa. Felix sabía que este tipo de favores solo se hacían por influencia, y probablemente Hyunjin había dejado una fuerte impresión en ellas.
De regreso en el Ferrari, Felix miró por la ventana, tratando de procesar lo que acababa de pasar. Hyunjin lo miró de reojo, notando su silencio.
—¿Te sientes bien? —preguntó con una sonrisa que parecía genuina.
Felix asintió, aunque por dentro sentía una mezcla de gratitud e incomodidad.
—Es solo que... no estoy acostumbrado a que alguien haga todo esto por mí, a esta situacion.
Hyunjin sonrió, acelerando mientras el rugido del motor resonaba en el aire de la noche.
—Bueno, acostúmbrate, Felix.
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𝓜𝓪𝓼 𝓪𝓵𝓵𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓹𝓲𝓼𝓽𝓪-ᴴʸᵘⁿˡⁱˣ
Romance𝐇𝐲𝐮𝐧𝐣𝐢𝐧, 𝐮𝐧 𝐩𝐢𝐥𝐨𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐅𝟏 𝐝𝐞 𝐅𝐞𝐫𝐫𝐚𝐫𝐢, 𝐯𝐢𝐯𝐞 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐥𝐮𝐣𝐨 𝐲 𝐥𝐚 𝐚𝐫𝐫𝐨𝐠𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚, 𝐜𝐫𝐞𝐲𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐬𝐭á 𝐡𝐞𝐜𝐡𝐨 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬. 𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐞𝐧 𝐌𝐨𝐧𝐳𝐚, 𝐮�...