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Por la mañana Cassy estuvo agotada y demacrada. Apenas pudo prestar atención a sus clases...

De repente, su entorno se transformó, pasando de la preparatoria a un hermoso salón.

El suelo parecía hecho de espejos, y una enorme lámpara flotaba sobre ella como una araña gigante y brillante.

—Hola, pequeña bruja.

El corazón de Cassy dio un vuelco cuando de repente se encontró cara a cara con Rowen. El demonio estaba vestido con ropas elegantes, y tenía sus alas ocultas.

Luego se miró a sí misma, y notó el vestido que llevaba. Era hermoso, con una cola ancha que la hacía sentir como una princesa.

—¿Dónde estamos?

—En ningún lugar, y en todas partes al mismo tiempo... —La enigmática respuesta del demonio dejó a Cassy sintiéndose aún más desorientada—, pero ven, bailemos.

Él le tendió la mano, con los ojos fijos en los de ella.

Cassy se dejó llevar y arrastrar por la música. Sus cuerpos se movieron al unísono, la danza fluyó con una intimidad apasionada. Hasta que, de repente, ella se dio cuenta de que ya no tenía los pies en el suelo, y estaba flotando en el aire.

—Tranquila, yo no te dejaré caer. —Él la reconfortó.

—Pero, ¿cómo es posible?

—Todo es posible, brujita... Tienes que olvidar esos conceptos que te enseñaron los humanos, como la gravedad o el tiempo... porque no aplican a los seres con magia como nosotros.

Los dedos de Rowen recorrieron la piel de Cassy, ​​sintiendo el calor y los rápidos latidos de su corazón. El hambre creció dentro de él e involuntariamente mostró sus colmillos.

—No eres un ángel, ¿verdad?

—En realidad no.

—Entonces, ¿eres un vampiro?

—No... —Rowen respondió, con un toque de burla en su tono—, soy mucho más poderoso, e inmune al ajo o a las estacas... Soy un príncipe demoníaco, hijo de Lucifer, el señor del infierno.

Cassy sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la revelación, pero no pudo distanciarse del demonio. Quería saber más, comprender.

—¿Y por qué terminaste atrapado? Sé que unas brujas te maldijeron.

El rostro de Rowen se tensó al recordar lo sucedido siglos antes.

—No eran brujas cualquiera, sino mis concubinas —explicó—. Me traicionaron, planeando con mi hermano Kalen tomar el control del aquelarre y quitarme mi liderazgo.

—¿Concubinas? Es decir, ¿tenías múltiples parejas?

—Sí, aunque no todas recibían la misma atención. Había jerarquías dentro del aquelarre, y cierto favoritismo por mi parte hacia una bruja, de la que me enamoré... Pero ellas la mataron, y me maldijeron... Yo te he estado esperando, Cassy, durante más de 400 años.

Rowen se acercó a ella para capturar sus labios en un beso. El sabor de su ponzoña resultó embriagador, provocando agradables escalofríos por su columna y haciendo que su cabeza diera vueltas. Cassy cerró los ojos, y durante unos minutos, sus hormonas tomaron el control.

Ella se entregó a él, aceptando sus caricias sin oponer resistencia, y luego, como una picadura de abeja, los dientes de Rowen se hundieron en su carne. Él bebió de ella, volviéndose más poderoso a través de su dulce elixir, aunque no lo suficiente para fortalecerse por completo, porque Cassy aún no había alcanzado su máximo potencial mágico.

El hecho de que Rowen bebiera su sangre produjo en ambos un intenso orgasmo; un sentimiento de profunda comunión, en que sus almas y cuerpos se fusionaron, creando una conexión que trascendía el plano físico.

—Cassy... —dijo él, saboreando el sonido de su nombre en sus labios—, ¿tienes miedo de mí?

Ella no tuvo tiempo de responder. Su conexión se interrumpió abruptamente y perdió el equilibrio, cayendo en picado hacia el suelo. Pero justo cuando estaba a punto de golpearse, regresó a la realidad.

Se encontró siendo el centro de atención en el salón de clases. Su profesora y compañeros la miraban, algunos con una mezcla de sorpresa y confusión, otros con diversión.

Cassy se levantó del pupitre y salió corriendo, con el rostro sonrojado por la vergüenza. Los sonidos que había estado haciendo mientras dormía debían haber sido inapropiados, y ahora era blanco de burlas.

Sintiéndose abrumada y confundida, entró al baño, y al ver su reflejo en el espejo, llevó sus dedos a la marca que ahora tenía en su cuello; como un claro recordatorio de que sus sueños eran experiencias tangibles capaces de dejar huellas permanentes en su cuerpo físico.

Seducida por un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora