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Kalen se había transportado con magia desde el inframundo hasta las afueras de la casa de las brujas Bloodstone. Sintió la presencia de otro demonio dentro, pero no estaba seguro de si era Rowen. Habían pasado más de 400 años desde la última vez que lo vio; cuando asesinó a la bruja de la que su hermano se había enamorado y asumió su liderazgo en el aquelarre. Debido a los fuertes sentimientos de celos y codicia de las otras concubinas, a Kalen le resultó fácil manipularlas para que maldijeran a Rowen.

Lucifer, no estaba al tanto de sus acciones, ya que era un crimen grave en el inframundo atacar a otro miembro de la familia real satánica. El señor del infierno culpó a los celestiales, sus antiguos enemigos, por la pérdida de su hijo favorito y desde entonces pasó siglos buscándolo.

—Qué curioso... —murmuró Kalen, notando otra energía dentro de la vivienda, pero esta no era maligna, sino muy pura.

Enfocó sus sentidos y rastreó el origen, descubriendo que emanaba de Cassy, la bruja que había planeado someter.

La sonrisa del demonio se amplió mientras contemplaba las posibilidades. Con esa energía única y poderosa a su alcance, podría lograr cualquier cosa que deseara, incluso gobernar tanto el inframundo como el reino celestial del Edén.

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Mientras tanto, dentro de la casa.

Rowen se estuvo volviendo más fuerte gracias a la sangre mágica de Cassy. Aunque todavía estaba atado al libro, ahora podía proyectarse fuera de él y crear ilusiones que trascendían el mundo de los sueños hacia la realidad.

—¿Y qué pasará si me resisto al ascenso? Si solo quiero tener una vida normal... —le preguntó Cassy con expresión preocupada. Ella seguía acostada a su lado.

Rowen se rio suavemente y la miró con una sonrisa maliciosa.

—La resistencia será inútil, pequeña bruja. El ascenso es una parte intrínseca de tu naturaleza mágica —dijo, en voz baja y seductora—, y no puede ser reprimido. Cuanto más nos acerquemos a la hora señalada, más fuerte se hará. La única manera de apaciguar sus efectos es rendirse por completo a él.

Los ojos de Cassy se llenaron de lágrimas mientras luchaba con sus miedos y ansiedad. Rowen la rodeó con sus brazos para consolarla.

—No te preocupes... yo estaré contigo, y me aseguraré de que tengas una experiencia placentera —prometió—. Después de todo, soy el demonio de la lujuria.

—Existen otros... ¿Hijos de Lucifer?

—Sí, seis más. Uno por cada pecado capital: soberbia, ira, envidia, gula, avaricia, pereza...

—Y... ¿Tú, cuántos años tienes?

—He existido desde el principio del mundo.

—Eso es mucho tiempo —manifestó Cassy con asombro.

Luego, tuvo recuerdos del accidente. Una ola de tristeza la invadió y su mente se volvió hacia sus padres. En medio de sus emociones, reunió el coraje para hacer otra pregunta.

—¿Existe el cielo?

Rowen asintió.

—Sí... Sin embargo, no se me permite entrar. Es el reino de los celestiales, así como el refugio de las almas de los humanos que se han mantenido libres de pecado.

Cassy se acercó a Rowen, su cuerpo cubrió el de él, que la rodeó con sus brazos. El demonio se inclinó, presionó sus labios suavemente contra la frente de la bruja e inhaló su esencia única...

El momento de intimidad fue interrumpido por un ruido proveniente de abajo. El sonido de la voz de Alicent resonó por toda la casa, junto con la de otra persona.

Rowen se puso tenso, su cuerpo en alerta, mientras una sensación de inquietud se apoderaba de él.

—Espera, creo que uno de mis hermanos está cerca —alertó a Cassy—. Rápido, tenemos que salir de aquí.

—Pero Alicent... —protestó ella, intentando bajar las escaleras para ayudar a su tía. Sin embargo, Rowen intervino rápidamente, agarrando el libro y canalizando todo su poder para transportarlos a ambos al bosque.

Seducida por un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora