Desde que la línea se ha cruzado, Moon Byul no la mira. Es como si no existiera y fuese un fantasma. Es como si nada hubiera pasado.
El aroma a café llena sus fosas nasales. Con las piernas cruzadas encima de la mesada de la cocina y moviendo apenas una pierna, moja con cuidado los labios en el líquido. Está sola y su cabeza explota. Siente los ojos pesados y el teléfono no suena por nada del mundo.
Siempre ha sido así: solitaria. Irrelevante. Supone que por esa misma razón los demás no ven en ella algo más que solo una escapatoria veloz. Tarda en darse cuenta de que nunca dejó de ser usada.
Al terminar con la cafeína, acomoda la taza lejos de dónde está para después encender un cigarrillo y cerrar finalmente los ojos. Comienza a llorar y es perfectamente consciente del movimiento constante de sus manos, pero no hace nada porque vuelve a resignarse. No solloza, no puede, simplemente las lágrimas caen y, por primera vez en su vida, necesita de los brazos de alguien para poder sentirse mejor.
El celular vibra. Se limpia el rostro y el cigarro termina por consumirse por completo. Es una llamada. El nombre masculino se refleja en la pantalla. Atiende y el chico saluda con alegría. El apodo cariñoso, esta vez, no la hace sonreír, al contrario, le produce asco porque sabe que está condicionada. Ha empezado a salir con un hombre por insistencia de su familia. Desea tanto decirle que no percibe ni tan solo un poco de amor por él, pero al momento de querer hacerlo, su voz no sale y otra vez retrocede dos o más casilleros.
Cierra su chaqueta y la incomodidad parece que no quiere irse. La bocina se oye. Siente la presencia de Moon Byul, pero no saluda o dice algo mínimo, solo se va cerrando la puerta con fuerza. Sale a la calle y él ya se encuentra apoyado en su auto con una sonrisa en la cara.
El beso en el cuello le da escalofríos fingiendo que realmente disfruta de los labios carnosos atacando los rincones de su cuerpo. Sin quererlo, el recuerdo de Moon Byul apretando los dientes a propósito en aquella zona invade su mente. Se golpea voluntariamente la cabeza negando al darse cuenta de que él quiere abrir la puerta del acompañante. Acto seguido, se sube, baja la ventanilla y prende un cigarrillo. Ignora completamente la promesa que se ha estado haciendo a sí misma que no está bien seguir ocultando lo que en verdad le pasa con vicios.
- ¿Cuándo fue la última vez que te vi? - Yong Sun no lo sabe, tampoco quiere hacer memoria. Apenas lo mira y el huir no parece ser tan descabellado. - Estás... estás mucho más distante, Yong. - la voz triste provoca que suspire.
- Estoy pendiente de algunas cosas, por eso me alejo. - se cruza de piernas y la conversación se hunde. Él continúa conduciendo y ella con el rostro inexpresivo observando las calles. Aprieta la mano encima de la masculina al sentir cómo se aferra a uno de sus muslos. No es un chico malo, quizá tiene fantasías extrañas y comentarios locos, pero en el fondo, sabe que detrás de toda esa mierda hay una persona lastimada e insegura. Alguien solo y depresivo, casi como ella.
Sus dedos se entrelazan por un momento y mucho no entiende qué hacer al detenerse el auto y el acercamiento atrapando sus labios en los de él. Siente su toque desesperado al compás de los besos apresurados. No le dice que se detenga. Pide con la voz entrecortada que tome asiento en sus piernas. El calor se la come viva y la charla insistente con su madre sobre su sexualidad se repite. Cierra los ojos y la imaginación la ayuda. Él es grande y perverso.
Oye el ruido del condón abriéndose y comprende que el show apenas ha comenzado. Debe parar, ahora necesita alejarse, pero termina por hacer a un lado su ropa interior y el miembro ingresando en su interior. No es la primera vez que tienen relaciones, de hecho, Yong Sun sigue tratando de llegar finalmente a "curar" aquella atracción por su mismo sexo. No lo logra porque siempre acaba sintiendo asco y pareciendo una prostituta.
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Vicious Circle [moonsun]
Fanfic➤ Terminaron encontrándose mutuamente sin esperarlo. Sus vidas y personalidades nunca llegaron a parecerse. Aun así, volvían una y otra vez a verse. [...]