Rey

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—No si ahora viene la tarada de la mucama a hincharme las pelotas.— Mandé un audio al grupo de mis amigos, lo conformaban Mei, Otto, Jano y mi mejor amigo Merlín.

Estaba frustrado, pero necesitaba cooperación en la casa, mis hermanitos yo los amaba con lo más profundo de mi alma, pero no me podía hacer cargo de ellos todo el día.

Tuve que contratar a una niñera y espero que esté a la altura de esta casa, bueno con que los chicos la quieran y no haga desastres me conformo.

Vi los mensajes que llegaron de Merlín, diciendo que le presente a la niñera si me resultaba bonita. Rodé los ojos, él sólo pensaba en noviar, o mejor dicho gatear.

Suspiré profundamente antes de levantarme de la cama y vestirme adecuadamente para ir al trabajo, me alisté todo de negro, un saco, una camisa, un pantalón y unos zapatos.

Era muy temprano, pero mis amigos ya estaban despiertos para ir a la facultad, yo era afortunado de haber heredado la compañía de mi papá y ganarme la vida de esta manera. Mis amigos también podían hacerlo, pero no se comparaban a mí, yo no era un vago como ellos.

Fui al baño para cepillarme los dientes y acomodarme el pelo, perfumándome mientras me dirigía hacia la cocina.

Era viernes, último día de clases de los chicos, de la semana cabe aclarar, pero se quedarían con Greta. Es un ritual que tienen los fines de semana, ir a visitar a la que consideramos nuestra abuela hasta el día de hoy.

Aprovechaba esto para ver cómo funcionaba la chiquita esta adentro de esta casa, los pichones eran revoltosos, pero eran un amor, pero la casa era grande y tomaba mucho tiempo limpiarla.

Sonó el timbre e insulté por lo bajo, le dije que no tocara el timbre para no despertar a los chicos.

Abrí la puerta rodando los ojos. —Hola ¿Margarita?— Hablé incrédulo, parecía una pordiosera vestida así y con ese pelo, tenía rulos pero parecía que se los había cepillado, terminando por parecer un león.

Quereme sólo a mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora