Capitulo 04: Volver a casa

74 11 16
                                    

ANTES DE TODO: les propongo algo 👀 a la primera persona que comente los caps a partir de este, le mando un saludo en el próximo capítulo (y si me comenta su usuario en ig también lx mencionx por allá) 🫶🏻

Antes de leer el capítulo te dejo este glosario de palabras que te pueden servir para la comprensión del mismo:

Catire — Rubio.

Chucherías — Golosinas o snacks.

Corneta — Bocina de un vehículo.

Jubilarse — En el contexto académico venezolano, se refiere a faltar a clase.

La Guaira: Capital del estado Vargas, donde queda Maiquetía.

Maiquetía: Ciudad de la Guaira donde se encuentra el aeropuerto principal de Venezuela; el aeropuerto Simón Bolívar, pero es coloquialmente conocido como simplemente "Maiquetía".

Naguará — Expresión popular en Venezuela, utilizada para expresar sorpresa, asombro o impresión.

Naguevoná — Forma coloquial usada en tono jocoso para expresar algo sorprendente o fuera de lo común.

Sifrinas — Término usado en Venezuela para referirse a personas que suelen tener un estilo de vida privilegiado, frecuentemente asociado a un tono de voz característico o un gusto refinado.

Un pelo: Un poco

---

Daisy había aceptado venir conmigo y a mí no me cabía más emoción en el cuerpo.

Ahora solo faltaba que Ada aceptara...

Pero bueno, ¡vamos por partes!

Fuimos a buscar nuestras cosas al salón y a dar lo que probablemente sería nuestra última vuelta por el colegio.

A pesar de todo, siempre disfruté mucho estar acá. No podía creer que sería la última vez que lo haría.

Estas paredes nos vieron crecer, cada rincón está lleno de recuerdos...

Después de todo, sin duda me iba a hacer falta.

Todo me iba a hacer falta.

Nos despedimos muy rápidamente de algunos profesores y compañeros más cercanos, del señor de la cantina, de Lucy, la secretaria, del portero, del Padre Douglas y de la Madre superiora.

Afuera del colegio nos esperaba un taxi que había traído a Franco desde el aeropuerto. Menos mal que los Fritzenwalden son prácticamente millonarios, porque eso le iba a costar un ojo de la cara.

El señor del taxi nos acercó hasta donde su carro se lo permitió, y después de que Franco le pagara dejándole hasta propina, seguimos con nuestro camino a casa.

—Chicas, ¿ustedes están seguras de que esto no es peligroso? —dijo Farolitos, un pelo asustado.

—No vale, puede parecer que sí, pero es más tranquilo de discoteca antes de las 11. —dijo Dai, lo que me pareció curioso porque en nuestras vidas habíamos pisado una.

—Sí, Franco, además, aquí todos nos conocen. No te preocupes que no nos va a pasar nada. Si nosotras crecimos por estas calles, y aquí andamos vivitas y coleando. —le dije para tranquilizarlo.

Justo después escuché un silbido que conocía bastante bien. Decidí ignorarlo y seguir caminando, pero siguió; para cuando me di cuenta, ya tenía a Keiver al lado mío.

—¿Chica, andas sorda? ¿No escuchas que te estoy llamando? —dijo.

—Ni que yo fuera perro para que me andes llamando así. —le respondí de mala gana— ¿Qué quieres?

Margarita: otro cuento que vale la penaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora