EL PODER DEL PERDÓN CRISTIANO: AMOR, JUSTICIA Y MISERICORDIA

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Si siete veces al día te dice "me arrepiento", lo perdonarás. El amor no tiene límites y, como parte del amor cristiano, el perdón es fundamental. Nosotros, los cristianos, siempre estaremos dispuestos a perdonar a aquellos que nos han ofendido, que nos han herido.

Es verdad que en algunas circunstancias, cuando aquellos que nos piden perdón muestran un propósito sincero de cambiar, debemos darles una oportunidad. Sin embargo, si vemos que nos piden perdón solo para quedarse tranquilos y volver a hacernos daño al cabo de dos minutos o dos días, es evidente que, aunque les perdonaremos, debemos evitar que nos vuelvan a herir, porque sabemos que podrían repetir sus acciones. En todo caso, creo que todo el mundo merece una oportunidad.

Nosotros también hemos pedido perdón muchas veces, especialmente a Dios, y Él siempre nos ha dado esa posibilidad. El criterio de conducta cristiano es que, del mismo modo que Dios nos trata, nosotros tratemos a los demás. Si cada vez que he pedido perdón a Dios, Él me ha perdonado, ¿cómo es posible que yo no pueda dar aquello que he recibido?

Por tanto, piensa en las personas que te han ofendido y, ojalá, que en tu corazón puedas decir: "Señor, les perdono a todos, tanto a los que se arrepienten como a los que no se arrepienten". En segundo lugar, reflexiona: "Señor, ¿quiénes son las personas que me han ofendido, que tengo cerca y que han reconocido sinceramente su error, pero a quienes he cerrado mi corazón?" Es necesario abrir el corazón a esas personas que dicen: "Déjame intentarlo, dame una segunda oportunidad, déjame mostrarte que lo intento, al menos".

Cuántas veces en la vida de pareja, en las relaciones entre hijos y padres, una de las dos partes comete errores, incluso causando daño. Qué hermoso es cuando, en esas relaciones, el amor auténtico y verdadero triunfa por encima de la debilidad. Por tanto, no niegues nunca el perdón a nadie. No desees nunca el mal a quien te ha hecho daño. Vive la justicia, claro que sí. Y, por supuesto, el perdón exige justicia, pero nuestro corazón no puede estar cerrado a los demás.

¿Por qué? Porque nosotros también somos susceptibles de equivocarnos y también tendremos que pedir perdón, no solo a Dios, sino también a los demás. Y, cuando cometamos un error o causemos daño, nos gustaría que la otra persona nos dijera: "Te perdono. Vamos a intentar reconstruir todo, a seguir nuestra relación de cariño y amor". No permitamos que el odio venza al perdón cristiano. Todos debemos examinarnos para ver si guardamos rencores o si tenemos juicios contra personas sin querer cambiar, abriendo así espacio al perdón cristiano. Si algo nos identifica con Cristo, es ese amor misericordioso, un amor que comprende y, por supuesto, un amor que perdona.

TIEMPO ORDINARIO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora