Appearances ; Nicholas Alexander Chavez

Capítulo 17

Amelia.

El escenario parece un recuerdo lejano cuando bajo las escaleras, sintiendo que cada paso me empuja más al abismo. El peso de las palabras de Adara todavía retumba en mi cabeza. Nicholas Chavez, la contraparte de esta campaña. No puedo procesarlo. Me parece una broma cruel del destino, una que no puedo evitar, una en la que me veo obligada a participar sin ninguna salida visible.

Todo se siente surrealista. La multitud a mi alrededor aplaude, sonríe, murmura emocionada por lo que acababan de presenciar. Pero para mí, el aire se ha vuelto pesado, casi irrespirable. Miro a mi alrededor como si el mundo se moviera en cámara lenta. Y ahí, entre todos, está Nicholas, con esa expresión de asombro apenas disimulada, como si tampoco él supiera qué hacer con esta nueva realidad. Nuestras miradas se cruzan solo un instante, pero basta para que me sienta completamente expuesta. Estoy perdida, y él lo sabe. Ambos lo estamos.

De alguna manera, logro apartar la vista y avanzar, buscando cualquier excusa para salir de allí. Y entonces, aparece Danielle, abriéndose paso entre la multitud como un rayo. Su abrazo me envuelve con fuerza, como si pudiera protegerme del caos que amenaza con arrastrarme.

— Amelia, ¿qué ha sido eso? —pregunta con la voz agitada, sosteniéndome por los hombros y escudriñando mi rostro. Su mirada está llena de preguntas, de preocupación—. ¿Desde cuándo Nicholas está en esto? ¿Por qué no me dijiste nada?

Quiero responderle, pero no puedo. Mis labios se abren, pero no salen palabras. La sensación de opresión en mi pecho aumenta, y el nudo en mi garganta se vuelve insoportable. La confusión y el miedo me tienen atrapada. Siento que me estoy desmoronando.

— No lo sé... yo no... —murmuro, sacudiendo la cabeza. Mis manos tiemblan, y trato de apartarme de su agarre. Necesito estar sola, lejos de todo esto.

—Amelia, mírame. ¿Estás bien? —Danielle no deja de insistir. Su voz suena preocupada, pero se mezcla con el ruido de mi propia cabeza. No la escucho, no puedo.

— Necesito irme, Danielle, lo siento, solo... —me suelto de su abrazo con más fuerza de la que quisiera y me dirijo al camerino, sintiendo que las piernas me fallan en cualquier momento. Mi respiración es rápida y superficial, como si mi cuerpo supiera que está al borde del colapso.

Empujo la puerta del camerino, buscando un momento de soledad, un respiro. Pero lo que encuentro al abrir la puerta es todo menos un refugio. Es una pesadilla.

Ahí, frente a mí, está Jesse. Mi Jesse. Su camisa desabotonada y su cuerpo pegado al de una mujer que apenas reconozco. Su cabello negro cae desordenadamente mientras sus manos recorren el cuerpo tatuado de esa desconocida. Están besándose con desesperación, sus cuerpos pegados, como si estuvieran solos en el mundo. La chica está apoyada contra el tocador, sus gemidos apenas apagados por el ruido del evento fuera del camerino.

Me quedo congelada. El tiempo se detiene. No puedo apartar la mirada, no puedo procesar lo que estoy viendo. Mi mente se niega a creerlo, pero mis ojos lo confirman una y otra vez. Jesse... el hombre al que pensé que amaba, en quien confiaba, está aquí, traicionándome de la forma más brutal posible. El aire se me escapa, y siento que el corazón me estalla en el pecho.

Yo también lo hice... maldita sea.

Jesse alza la cabeza, finalmente notando mi presencia. Sus ojos se encuentran con los míos, y por un instante, veo la realización, el pánico, la culpa. Pero es un segundo que no puedo sostener. Me duele demasiado.

—Amelia... —dice, como si esa simple palabra pudiera borrar lo que acaba de suceder.

No escucho el resto. No quiero escuchar nada más. No quiero ver nada más. El dolor, la traición, la humillación, todo me golpea de golpe. Me doy la vuelta y salgo corriendo. Necesito salir de allí. Necesito escapar de esta realidad que se ha convertido en un infierno.