Evie estaba en su taller, rodeada de telas y joyas que solía usar para crear trajes deslumbrantes para la realeza de Auradon. Sin embargo, su mente divagaba, como solía suceder en los últimos dieciséis años. Recordaba el rostro de su hija cuando era apenas una bebé, los ojos oscuros que parecían reflejar su propia fortaleza y la ternura de Doug. La pérdida de su hija había dejado una herida en ella, una que no sanaba con el tiempo.Doug entró al taller, con una expresión de preocupación que Evie conocía demasiado bien.
DOUG: ¿Estás bien? (le preguntó él suavemente, apoyándose en la mesa junto a ella).
Evie suspiró y asintió, pero Doug notó la tristeza en sus ojos. Sabía que, por mucho que intentaran seguir adelante, la falta de respuestas sobre el paradero de su hija siempre sería una carga en sus corazones. Pero en ese momento, alguien tocó a la puerta, interrumpiendo sus pensamientos.
DOUG: Voy a ver quién es (dijo Doug, levantándose con rapidez).
Evie lo siguió, su curiosidad despertada por la interrupción inesperada. Al abrir la puerta, se encontraron con un joven mensajero vestido con los colores del Reino de las Maravillas, sosteniendo un sobre rojo con un símbolo de corazones entrelazados en la solapa. Evie sintió un escalofrío al reconocer ese símbolo: era el mismo que había visto en el pañuelo que quedó en la cuna vacía de su hija.
Doug tomó el sobre con manos temblorosas y el mensajero se retiró sin decir una palabra. Evie y Doug intercambiaron una mirada antes de abrir el sobre. Dentro, había una carta escrita en tinta roja, con letras elegantes y cuidadosamente trazadas.
"Queridos Evie y Doug,"
"Sé que han pasado muchos años desde la última vez que vieron a su hija. Pero si desean verla de nuevo, vengan al jardín del Palacio de Corazones esta noche, al caer la luna. Allí descubrirán lo que siempre han buscado."
No había ninguna firma, pero no era necesario. Ambos sabían quién había escrito esas palabras. Evie apretó el sobre contra su pecho, mientras una mezcla de esperanza y temor cruzaba su rostro.
EVIE: Doug... ¿crees que...? (Evie murmuró, con un atisbo de lágrimas en sus ojos).
Doug asintió, con una expresión determinada en el rostro.
DOUG: Es nuestra oportunidad, Evie. Sea cual sea el precio, iremos. No podemos dejar pasar esto.
Esa noche, cuando la luna empezó a alzarse, Evie y Doug se prepararon para su viaje al Reino de las Maravillas. Sus mentes se llenaron de preguntas. ¿Sería esto una trampa? ¿O finalmente estarían más cerca de la verdad? Evie se aseguró de llevar el pañuelo rojo con el símbolo de corazones, su única pista hasta ahora, como un amuleto para protegerla.
El Reino de las Maravillas era tan enigmático como recordaban. Los arbustos recortados con formas de corazones y las cartas-soldado que patrullaban el jardín daban al lugar un aire inquietante. Pero Evie y Doug avanzaron, sosteniéndose de las manos para darse valor.
Finalmente, al llegar al jardín central, escucharon un susurro entre las sombras. De pie frente a ellos, estaba la Reina de Corazones, observándolos con una sonrisa astuta y peligrosa. Y a su lado, una joven de cabello oscuro y ojos intensos, que parecía debatirse entre acercarse a ellos o huir.
Evie sintió cómo su corazón se aceleraba al ver a la chica. Aunque era casi una extraña, algo en su corazón le dijo que esa joven era su hija.
R.CORAZONES: Red, querida, estos son los "extraños" de los que te hablé (dijo la Reina de Corazones, con una voz dulce en apariencia, pero con un matiz de veneno). Dicen que buscan a su hija perdida.
Red miró a Evie y Doug con ojos llenos de curiosidad y desconfianza.
EVIE: ¿Mi hija? (susurró Evie, sus palabras ahogadas por la emoción). ¿Red... eres tú?
La joven dio un paso atrás, mirando a la Reina de Corazones con una mezcla de duda y miedo. Había crecido creyendo que aquella mujer era su madre. La idea de que estos dos desconocidos fueran sus verdaderos padres la llenaba de confusión.
Pero Doug se adelantó, intentando no parecer amenazante.
DOUG: Red, estamos aquí para decirte la verdad. Hace dieciséis años, nuestra hija fue arrebatada de nosotros. No sabemos cómo sucedió, pero... siempre hemos sabido que algún día la encontraríamos.
La Reina de Corazones, con una risa gélida, interrumpió:
R.CORAZONES: ¿Verdad? Queridos, no hay otra verdad más que esta: Red es mía. La he criado y educado para ser la heredera del Reino de las Maravillas. Ustedes solo son fantasmas del pasado que quieren robarme lo que es mío.
Red se llevó una mano al pecho, sintiendo cómo su corazón latía desbocado. Había algo en las palabras de Evie y Doug que resonaba en lo más profundo de su ser, aunque la confusión y el miedo la embargaban. ¿Serían ellos sus verdaderos padres? ¿Podría confiar en esos sentimientos que apenas conocía?
EVIE: Red... hija (susurró Evie, extendiendo una mano hacia ella, con la mirada llena de amor y esperanza).
La joven la miró por unos instantes, pero luego dio un paso atrás, confusa, atrapada entre dos mundos que parecían tironearla. Y justo cuando parecía que daría un paso hacia Evie, la Reina de Corazones se adelantó, sujetando a Red por el hombro.
R.CORAZONES: Es suficiente (dijo con voz autoritaria). Red es mi hija, y ustedes no son más que recuerdos de una vida que ya no existe.
Evie y Doug se quedaron quietos, observando cómo la Reina de Corazones se retiraba con Red, quien miraba por última vez a Evie y Doug, con un destello de duda en sus ojos. Evie sintió que su corazón se rompía al ver a su hija desaparecer en las sombras, pero no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.
Doug la tomó de la mano y susurró:
DOUG: Evie, encontraremos la forma. No importa lo que diga la Reina de Corazones. Ella es nuestra hija, y vamos a luchar por ella.
Con esa promesa en sus corazones, Evie y Doug comprendieron que apenas comenzaban su batalla. La verdad había sido revelada, y no iban a descansar hasta recuperar a Red, aunque eso significara enfrentarse al mismo corazón de las sombras.
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Red - La hija perdida (DEVIE)
FanficHace dieciséis años, el destino de Evie y Doug cambió en un abrir y cerrar de ojos cuando su hija recién nacida desapareció sin dejar rastro. Durante años buscaron respuestas, cada día cargando el peso de la esperanza y la incertidumbre. Sin embargo...