Capítulo 6

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El sol apenas se asomaba sobre el horizonte cuando Red llegó a la entrada del Laberinto de los Espejos. Los muros de cristal se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y todo parecía reflejarse en ellos: el cielo, las montañas lejanas y, sobre todo, a ella misma. Sabía que este lugar no solo le mostraría caminos confusos, sino también reflejos de sus propias dudas, miedos y secretos.

Al dar el primer paso dentro, el aire cambió. El silencio era tan profundo que podía oír el latido acelerado de su corazón, y la luz del amanecer, al tocar los espejos, proyectaba su reflejo en todas direcciones. Era imposible saber hacia dónde ir; cada paso que daba la llevaba a versiones distorsionadas de sí misma. Había espejos donde su imagen era imponente, feroz y cruel, como la Reina de Corazones. En otros, aparecía débil, asustada y vulnerable. En algunos, incluso, la imagen de Evie y Doug se desvanecía, como si nunca hubieran existido realmente.

Al ver estos reflejos, un nudo de ansiedad creció en su pecho. Cada imagen la llenaba de dudas, cada paso hacía que sus pies se sintieran más pesados.

RED: ¿Quién soy realmente? (susurró, enfrentándose a uno de los espejos en el que su rostro aparecía oscuro y severo, casi irreconocible).

La imagen se rió, una risa fría y cruel que resonó en el aire. Red retrocedió, el eco de la risa aún en sus oídos.

ESPEJO: Soy todo lo que siempre has querido ser, Red. Fuerte, poderosa... libre de las ataduras del amor y la compasión que te debilitan (dijo su reflejo, sus ojos destellando con una crueldad familiar).
RED: No... eso no es lo que quiero. (Red intentó apartar la mirada, pero el reflejo se le acercó más, como si saliera del espejo).
ESPEJO: ¿Estás segura? (susurró la imagen). Porque esa versión débil de ti, la que duda, la que teme amar, nunca será suficiente para enfrentar al mundo. Esa Red siempre estará sola.

El miedo y la confusión se agolpaban en su mente. Aquel reflejo oscuro parecía encarnar todo lo que la Reina de Corazones quería para ella. Se sentía tentada a creerlo, a rendirse a esa idea de que la fuerza solo se encontraba en el control y en el poder.

Pero entonces, recordó a Doug y Evie. Recordó la ternura de Evie y la paciencia de Doug, y cómo esas sensaciones habían comenzado a llenar el vacío que llevaba dentro. Ellos no querían controlarla ni transformarla en algo que no era. Solo querían que ella fuera libre de elegir.

RED: No... no soy eso (murmuró, con la voz temblando pero firme).

El reflejo se desvaneció, y el camino a través del laberinto se alargó frente a ella. Sabía que aquello no había terminado.

Mientras avanzaba, los espejos a su alrededor comenzaron a mostrar otros recuerdos, escenas que no recordaba con claridad: una cuna adornada con estrellas, manos cálidas que la acunaban cuando era bebé, la voz de Evie cantándole una canción suave, llena de amor. A pesar de que eran recuerdos lejanos, algo en su interior resonaba con esas imágenes.

ESPEJO: Eso es lo que perdiste (murmuró otra voz detrás de ella, y al voltear, vio otro reflejo: esta vez, una versión de sí misma, de ojos tristes y agotados).
ESPEJO: ¿Por qué deberían amarte después de tanto tiempo? (continuó la imagen con un tono amargo). ¿Por qué alguien querría a alguien que ha sido criada para ser fría y leal a la Reina de Corazones? No puedes cambiar lo que eres, Red.

Esa versión era más difícil de ignorar. Sus palabras tocaban un miedo profundo, una inseguridad que había sentido desde que se enteró de la verdad. ¿Cómo podrían Doug y Evie aceptarla después de todo lo que había sido?

RED: Tal vez sea verdad que me criaron con dureza, pero... (Red apretó los puños, sintiendo una oleada de determinación). Quiero descubrir por mí misma quién puedo ser.

En ese instante, el reflejo se desvaneció, y Red sintió una claridad que antes no tenía. No importaba quién la había criado o lo que otros esperaban de ella. Solo importaba lo que ella decidiera para su propia vida.

Finalmente, llegó al centro del laberinto, donde un espejo aún mayor la esperaba. En él, vio a la Reina de Corazones, quien le sonreía con satisfacción. Pero algo en los ojos de la Reina era diferente, algo que Red nunca había visto: una frialdad absoluta, un desprecio sin límites.

ESPEJO: ¿De verdad creíste que podrías escapar de mí? (preguntó la imagen de la Reina, su voz llenando el aire con un tono venenoso). Todo este tiempo he sido tu única guía. Yo soy la que te ha dado fuerza, y soy la única que realmente te comprende.

Red sintió un escalofrío, pero ya no estaba dispuesta a retroceder.

RED: Puede que me hayas criado, pero no soy tu prisionera. No te pertenezco (dijo, con la voz cargada de una convicción que la sorprendió incluso a ella misma).

La imagen de la Reina se contorsionó, la sonrisa desapareciendo para dar paso a una mueca de furia. El espejo comenzó a resquebrajarse, y la figura de la Reina gritó, una mezcla de furia y dolor.

ESPEJO: ¡Red, te arrepentirás de esto! ¡Sin mí, serás débil y vulnerable!

Red cerró los ojos, dejando que esos ecos de amenaza se disiparan en el aire. Cuando los volvió a abrir, el espejo frente a ella estaba roto, y el laberinto comenzaba a desmoronarse.

Corrió hacia la salida, con el corazón latiendo con fuerza, sus pensamientos centrados en un solo propósito: vivir su vida como ella deseaba, lejos del control de la Reina de Corazones.

Cuando finalmente salió del laberinto, el amanecer bañaba el jardín en tonos dorados, y allí, esperándola, estaban Evie y Doug. Al verlos, sintió una mezcla de alivio y una extraña euforia; había logrado liberarse.

Evie corrió hacia ella y la envolvió en un abrazo lleno de amor y orgullo, mientras Doug le sonreía con lágrimas en los ojos, incapaz de ocultar su emoción.

EVIE: Estamos tan orgullosos de ti, Red (murmuró Evie, su voz temblorosa).

Doug se acercó y tomó su mano, mirándola con una mezcla de admiración y ternura.

DOUG: Eres libre, Red. Este es solo el comienzo.

 Este es solo el comienzo

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Red - La hija perdida (DEVIE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora