10. La fuga

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      Como fue previamente acordado, Marshall se presentó a las 6am del día siguiente en el comedor, se encontraba algo nervioso y para su pesar si apenas había logrado conciliar el sueño; aquel asunto de desobedecer le había carcomido la cabeza más de lo que le gustaba admitir; y aunque se había motivado y arrepentido intermitentemente varias veces durante las últimas horas, haciendo planes y practicando mentalmente lo que planeaba decirle a Edwin, se esforzaba por calmarse recordando que por lo menos tendría una segunda opinión y algo de apoyo al expresarle sus preocupaciones a su hermano, y tal vez a Elsie, aunque no quería involucrarla por el momento siendo consciente de la insensatez de su idea.

Elsie se presentó primero, y luego Edwin, quien se sorprendió y a su vez alivió de volver a ver a Elsie en una sola pieza.

La mayor parte la comida transcurrió medianamente tranquila y entre susurros pusieron al corriente a Edwin sobre la situación de Elsie, no obstante, Edwin no tardó en advertir cierto anormal nerviosismo en su hermano y cuando Elsie se despidió, (pues para su sorpresa y no sin cierta mezcla de contrariedad les comentó que quedó de encontrarse con Davian), Edwin bombardeó a Marshall con preguntas preocupadas.

Marshall calmó a su hermano y le dijo que hablarían en su habitación, pues comentarle su idea sería realmente imprudente en el comedor, donde abundaba la presencia de otras personas, incluso cuando en primera instancia nadie parecía prestarles especial atención.

Caminaron entonces con prisa y en menos de nada llegaron a la habitación de Marshall.

- ¿Y bien? – dijo Edwin mirando inquisitivamente a su hermano después de cerrar la puerta.

Marshall tomó aire e hizo una mueca nerviosa.

- Quiero tomar acción al respecto – dijo simplemente –, sé que suena estúpido viniendo de mi parte, más después de las tantas veces que te advirtiera de no actuar imprudentemente... no obstante, el hecho de saber que me queda solo una semana antes del punto de no retorno generó un extraño pánico en mí, y yo....

En el rostro de Edwin se formó una expresión de inquietud y preocupación simultánea; ver a su hermano tan alterado lo incomodó en exceso, pues incluso durante las situaciones más difíciles Marshall siempre había mantenido una firme e imperturbable actitud más practica que emocional. Con paciencia le escuchó explicarse, le oyó decir que odiaba verlo sufrir a causa de los castigos, que no quería convertirse en una persona con una detestable doble vida y que él afán de considerar desobedecer se había debido a que aún tenía unos días para tomar acción antes de que fuese demasiado tarde. Le hizo saber que su idea era realmente imprudente, pero que a su vez consideraba que la experiencia que tenía Edwin con respecto a tomar riesgos lo motivó a comentárselo como una posibilidad.

- Si objetivamente crees que estoy siendo un imbécil y que todo esto es solo producto del pánico que me causa la situación, entonces lo olvidaré e intentaré asumir mi destino de la forma más digna que pueda – concluyó Marshall ya con la voz temblorosa.

Edwin lo miró a los ojos y aunque no tuvo que pensar mucho sobre su opinión al respecto, se tomó unos segundos para formular lo que quería decir.

- Te lo dije cuando estábamos en las celdas – repuso decidido –, aun tienes tiempo hermano, y sabes que cuentas con mi apoyo, después de todo yo soy el culpable de que estes en esta situación en primer lugar...

Marshall sonrió levemente preso de una gratitud sobrecogedora y ambos hermanos se abrazaron. Entonces sin perder un solo segundo Marshall comenzó a comentarle a Edwin varias de las posibilidades que se le habían ocurrido para que ambos pudiesen escapar.

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⏰ Última actualización: 15 hours ago ⏰

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Adeptos, Condenados e InsignificantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora