3. Buscan Imprudentes

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Encendí el auto y salí con considerable afán de mi domicilio, viendo por el espejo retrovisor como cada vez la casa se hacía más y más pequeña.

      El documento descansaba sobre el asiento de copiloto junto con mi maletín y no pude evitar volver a pensar en Edwin entre que me adentraba por las calles de la ciudad con rumbo a la universidad.

-       Incluso en la muerte estas dándome dolores de cabeza – susurre para mí mismo con divertida amargura.

      A pesar de que llevaba el tema relativamente bien, seguía ciertamente consternado por la muerte de Edwin, tres semanas habían pasado y me preguntaba en cuanto tiempo esta sensación de pesadez comenzaría a mermar. Lo extrañaba más de lo que admitía abiertamente y con dolor añoraba su presencia incluso aunque la mayoría de mis recuerdos con él en los últimos años habían sido yo tratando de salvarle el pellejo de todos los problemas en los que se metía.

       "Debí haber evitado que se involucrase con esos periódicos de poca monta incluso aunque me hubiese odiado por el resto de su vida" pensé y acto seguido moví la cabeza negativamente, no había nada que hacer ya y mientras más rápido dejase de reprocharme, mejor, por más que me doliese admitirlo.

      La estructura familiar de la universidad me sacó de mis pensamientos y recobrando la concentración en el presente, me dispuse a aparcar el coche.

      Hacía un día insoportablemente soleado por lo que caminé con cierta prisa por el campus hasta el edificio de la facultad de ciencias sociales. Tanto estudiantes como profesores parecieron aliviados de verme y me dirigieron un par de cordialidades que me apresuré a contestar con amabilidad entre que caminaba con rapidez a la oficina del decano.

      En menos de nada me encontré esperando frente a la puerta, luego de unos minutos el decano Caswell salió a mi encuentro y me invitó a entrar después de un franco apretón de manos.

-       Me alegra verlo de nuevo profesor Wagner – repuso sentándose en su escritorio.

-       Igualmente – dije y coloqué el documento sobre la mesa, aclarándome la voz ligeramente –, aquí está el informe de sociología contemporánea señor Caswell, lo revisé varias veces, no obstante, quedaría pendiente si hay alguna corrección, esta demás decir que me disculpo por los contratiempos y la demora en la entrega.

-       No se preocupe – dijo amablemente mientras le dedicada una mirada rápida al documento – ¿Como ha estado profesor?

      Tragué saliva disimuladamente puesto que sabía que esa pregunta llevaba nuevamente al tema de Edwin, que me daba especial vergüenza tratar con el decano, a quien especialmente le molestaba el periódico donde trabajaba mi hermano.

-       Estoy mejor, si señor – dije siendo lo más cordial que podía –, espero poder retomar mis actividades en la universidad desde el lunes.

-       No se preocupe por ello – dijo con amabilidad –, han sido semanas difíciles para usted.

      Conversamos amenamente durante un rato y aliviado, note que a pesar de lo problemática que había sido mi ausencia en la universidad, el decano se mostró realmente comprensivo, comentándome de paso algunos de los hechos ocurridos en la universidad durante las últimas semanas. Finalmente nos despedimos luego de entregarle una pequeña botella de vino en agradecimiento. No pude evitar suspirar de alivio cuando me encontré de nuevo en mi auto, dejando un par de libros y las notas del profesor suplente que había recogido de camino en la sala de profesores.

      Con renovados ánimos encendí el coche y puse rumbo a mi casa, pensando con optimismo que nuevamente todo parecía volver a la normalidad.

      El resto del día pasó sin mayor novedad y en horas de la tarde me sentí con ganas de dar un paseo, por lo que encargué a las doncellas un poco de té en tanto yo regresaba.

Adeptos, Condenados e InsignificantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora