9. A tiempo

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Me aproximé afanadamente al cuerpo de Edwin que yacía inerte en el suelo. Parte de mi cordura se había desvaneciendo durante aquel blasfemo ritual, y aunque pensé que llegaría a desmayarme del terror, lo único que me hizo seguir firme a pesar de todo fue mi hermano, quien, frente al horror de ojos escarlata, había completado su iniciación y ahora formaba parte oficial del Clan.

      Los Mayores se acercaron para auxiliar a Davian y a los otros dos hombres mientras que quienes habían presenciado la iniciación se mantenían expectantes y en silencio.

-       Edwin – lo agité suavemente y al ver que no respondía lo moví con más brusquedad – ¡Edwin!

      Mire a los lados para ver si los demás estaban igual y para mi desgracia ellos si comenzaron a despertar. Tres de los Mayores tomaban a Davian y lo ayudaban a incorporarse, entre tanto, los dos nuevos Adeptos se arrodillaban y mascullaban agradecimientos entrecortados. Me asqueé con la escena y acto reflejo volví a agitar el cuerpo de mi hermano.

      Me sobresalté más de lo que debería cuando Davian se arrodilló con dificultad junto a mí y tomó la muñeca de Edwin, revisando su pulso.

-       Estará bien – repuso con expresión serena, aunque ligeramente fatigado –, opuso resistencia y por ende perdió gran parte de su energía, pero en un par de horas despertará y tendrá tiempo para recuperarse.

      Apreté los dientes, pero no supe si se debía a mi preocupación o a la rabia que sentía en ese momento. Entonces Davian se levantó y sin decir nada más se dispuso a presentar a los nuevos Adeptos a sus compañeros. Oí aplausos llenar la sala, pero poco me importó y con ayuda de otro de los Mayores levantamos a Edwin y caminamos fuera.

      Sin intercambiar palabra pusimos rumbo mecánicamente a "La Enfermería", una zona del Clan en donde habían asistido la herida de mi cabeza y que consistía en varias habitaciones para colocar y permitir descansar a los enfermos o heridos.

      Por suerte no estaba lejos de allí y en menos de nada divisamos un cuarto disponible. Nos costó un poco poder acomodar a Edwin adecuadamente, pero cuando por fin estuvo allí me sentí ligeramente más aliviado y busqué una silla para acomodarla cerca y poder esperar hasta que despertase.

-       Señor Wagner – repuso el Mayor viendo como acomodaba la silla –, es preciso encender los inciensos, por lo que le recomiendo que se abstenga de estar en la habitación mientras su hermano se recupera.

      Tomé aire y me esforcé por disimular mi expresión de disgusto lo mejor posible. Me habían explicado un par de días antes que aquellos inciensos suponían un gran beneficio y medicina para los enfermos, aunque a su vez también producían incomodos efectos secundarios como somnolencia y mareo. A causa de mi prolongada convalecencia ya me había acostumbrado a ello y no me molestaba del todo, pero prefería no contradecir a ninguno de los Mayores.

-       Entiendo – dije y rendido, dejé la silla apoyada contra la pared.

      El Mayor entonces se acercó a una mesita cercana donde descansaba el incensario y se apresuró a encender las hierbas fragantes y medicinales que al instante comenzaron a hacer brotar espesas nubes de humo. Me llevé una mano a la boca para cubrirme y en menos de nada estuvimos fuera, cerrando la puerta tras nosotros.

-       Muchas gracias – le dije cortésmente, también a modo de despedida.

      El Mayor asintió en respuesta.

-       Encargaré que tengan en especial cuenta a su hermano, apenas despierte se le dará notificación de ello.

      Le agradecí de nuevo y con paso decidido abandoné aquel sitio y me dispuse a ir hasta mi recamara, pues no me apetecía regresar a ver si la celebración ritual proseguía.

Adeptos, Condenados e InsignificantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora