Parado frente a la puerta había un hombre de alrededor de 40 años, con aspecto algo desaliñado, pero que se esforzaba en poner una cara amable.
- Buenas noches – dijo cortésmente –, lamento importunarla tan tarde.
- Buenas noches – contesté el saludo, perpleja y aun sintiéndome mareada – ¿Qué se le ofrece?
- Tengo entendido que aquí se hospedan unos cuantos mendigos – calló esperando confirmación.
- Así es – dije algo confusa, pues no entendía a que venía su visita a estas horas de la noche, de hecho, era hasta posible que ya fuese de madrugada.
- Bien, bien – dijo y se llevó una mano a la nuca –, vera, me veo en una situación algo comprometedora y si es tan amable me gustaría entrar a buscar a un hombre al cual es de suma importancia que encuentre y lleve conmigo.
- ¿Es usted policía? – pregunté sintiendo como si algo me dijese que no debería dejarlo entrar.
Él hizo una sonrisa torcida y colocó la mano en el marco de la puerta para apoyarse.
- No, eh, verá... – dijo y noté como parecía empezar a perder la paciencia – es un familiar mío.
- Entiendo – repuse, pero era claro que lo más probable es que sus palabras fuesen mentira –, lo siento, pero no estoy autorizada a dejar entrar a nadie a estas horas.
- Señorita – masculló y percibí como su mano apoyada pareció tensarse –, le aseguro que no demoraré nada, solo entraré y buscaré al hombre para llevármelo, en caso de que no esté me iré tan rápido que nadie aquí advertirá mi presencia.
Temblé sintiendo cierta hostilidad de su parte, no obstante, luego de unos segundos se me ocurrió algo.
- Disculpe, realmente no puedo dejarlo pasar – al ver que su expresión se encolerizaba me apresuré a agregar –, pero si gusta puede decirme como luce y en caso de que lo encuentre lo traeré hasta la puerta.
Dudó unos segundos, pero su semblante pareció relajarse un poco y agregó.
- Supongo que no hay remedio – dijo y sacó un papel de su bolsillo, extendiéndolo hacia mí.
Al fijar bien la vista me di cuenta que se trataba de una fotografía, entonces tomé el papel y al detallarlo sentí como mi corazón dio un vuelco: era Edwin. La foto parecía ser relativamente reciente, aunque estaba muy arrugada y en ella Edwin tenía un aspecto ligeramente más sano, a pesar de que seguía teniendo pintas de vagabundo. Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no gesticular más allá de un ligero ademán cuando me mordí la lengua.
- Permítame un segundo – dije y el hombre asintió, entonces cerré la puerta detrás de mí.
Mi respiración, que solo había podido contener por el mismo instinto de supervivencia se tornó rápidamente en intentos de absorber y expulsar aire tan velozmente como podía. ¿Por qué buscaba justamente a Edwin a estas horas? ¿Era alguien del culto? Por un momento sentí como si todo diese vueltas y afanada me arrodillé en el suelo para aminorar la caída en caso de que fuese a desmayarme, por suerte, todo dejó de girar luego de unos segundos, aunque ahora podía escuchar el retumbar acelerado de mi corazón en mis oídos.
Entonces, en mi mente se formularon frases que expresaban mi desespero entre que intentaba levantarme con lentitud.
¿Por qué a mí? ¿Por qué justo ahora? ¿Qué está pasando?
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Adeptos, Condenados e Insignificantes
TerrorElsie Wingate, editora de un periódico de renombre, se ve envuelta en una serie de circunstancias terribles relacionadas a un culto misterioso. Tanto su trabajo como incluso su propia vida penderán de un hilo mientras se adentra en los escenarios de...