9. Ey, si me ven

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•Minho•

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•Minho•

El lugar en el que estaba Hyunjin estaba medio lejos, me fui como si el diablo me anduviera correteando, pa llegar más rápido.

Pero la pinche gente metiche siempre me anda chingando la madre.

Había unos policías que me vieron hecho la fregada y se me dejaron venir. Me orillé para ver cuál era el pedo.

- Joven, usted está infringiendo los límites de velocidad, me veo obligado a quitarle su licencia de conducir y a llevarme sus placas. También necesitamos una declaración del porqué estaba conduciendo a esa velocidad. -

- Ijole, yo creo que no se va a poder. - Le pisé al acelerador y me fui en putiza de ahí.

Los pinches oficiales se apendejaron y les pude sacar mucha ventaja, pensé que ya los había perdido pero empezó a sonar una perra sirena culera, ahí venían los pinches weyes castrosos.

Me tuve que desviar mucho del camino para poder perderlos.

El viaje que iba a ser de unos cuarenta minutos, se convirtió en uno de casi dos horas. Al fin llegué al condenado centro comercial y ya estaba todo oscuro, y para acabarla de fregar me había quedado sin batería desde hace un ratote.

Me sali de mi ranfla y empecé a buscar al Hyunjin por todos lados, ni señal de él, a lo mejor y ya hasta se fué. Me agüité cabrón, le había fallado a mi lechita de fresa.

Ya iba de regreso a mi nave y que escucho un grito de morra acá bien fuerte, hasta pensé que era la llorona, pero a lo lejos ví que un vato quería asaltar a una morra. Fui en corto a ayudarla.

•Hyunjin•

Apagaron todas las luces del lugar. Entré en pánico. Pero me calmé. Y luego volví a entrar en pánico. Y volví a calmarme.

Decidí buscar un lugar estratégico para que así nadie me pudiera ver, no por nada la CDMX era el call of duty de México. Bueno, eso me había dicho un primo.

Me escondi a un lado de una planta y me quedé ahí sentado, rogándole a dios para que a Minho no le haya pasado nada y llegue pronto.

Oi pasos acercándose a mi, empecé a rezarle al de arriba otra vez para que no me encontraran.

- ¡Achú! -

- Salud. - Respondí.

Ay no, ahora si ya me cargó el payaso. El sonido de los pasos se hizo cada vez más fuerte, hasta que vi a una persona frente a mi.

- ¡HAAAAA! - grité. Tal vez haya alguien cerca que me pudiera ayudar.

- Cállate o te navajeo... ¿Cuánto calzas? -

- Del cua... cuatro. -

- Dame tus tenis. -

Me quité los tenis y él extendió la mano para tomarlos, en ese momento salió volando alguien y aventó al asaltante de una patada.

EL NIÑO FRESA NO QUIERE CON MINHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora