Chapter 11

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Mis lágrimas se derramaban por mis mejillas, había soltado todo lo que sentía y todo lo que estaba pasando no ayudaba, aunque intentaba detener mis lágrimas simplemente no se detenían, creo que estoy llorando todo lo que no pude llorar desde que l...

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Mis lágrimas se derramaban por mis mejillas, había soltado todo lo que sentía y todo lo que estaba pasando no ayudaba, aunque intentaba detener mis lágrimas simplemente no se detenían, creo que estoy llorando todo lo que no pude llorar desde que llegue aquí

Max se quedó algo perplejo, su agarre seguía en mis hombros aunque estaba totalmente en blanco, creo que jamás lo había visto así...tan...extraño y el tampoco me había visto de una manera demasiado vulnerable 

Max se alejo de mi dejándome hecho un mar de lágrimas, sinceramente es lo que esperaba que hiciera, darse la vuelta e irse, pero no sé por qué aún así provocó que se hiciera un hueco en mi estómago, mis rodillas no aguantaron más y caí en el suelo permitiéndome llorar desconsolado, no sabia que estaba pasando a mi alrededor solo era yo y las palabras hirientes que pasaban por mi mente

Los pasos de Max siempre eran fuertes y seguros aunque está vez se escuchaba diferentes, como si estuviera pensando mucho en irse de la habitación, de pronto los sonidos de sus botas cesaron de golpe, hubo un silencio largo en la habitación, se escuchaba mi respiración entre cortada y mis soyosos a lo mucho, pero de Max no se podía escuchar ni una sola respiración

Los segundos se alargaban como horas. El aire en la habitación parecía estancarse, pesado por la tensión y el dolor. Yo seguía llorando, con el pecho convulsionando por los sollozos que intentaba contener, pero era inútil. Mis pensamientos eran un torbellino imparable de reproches, dudas y angustia.

Entonces, escuché el sonido que menos esperaba: las botas de Max volviendo sobre sus pasos. No lo entendí al principio, pero luego sentí su presencia, más cerca, envolviéndome como una sombra cálida. Mis hombros se tensaron al sentir cómo se arrodillaba frente a mí, sus movimientos lentos y torpes, como si no supiera exactamente qué hacer o cómo proceder.

—Perez… —dijo finalmente, su voz rasposa, casi un susurro.

No respondí. No podía. Mis labios temblaban y el nudo en mi garganta se hacía más grande.

Él suspiró, un sonido cargado de frustración e incomodidad. Pero no se movió. De repente, sentí el peso de sus manos sobre mis rodillas, no fuerte ni demandante, sino algo que parecía un intento de conexión. Abrí los ojos, mis pestañas pesadas por las lágrimas, y lo vi. Su expresión ya no era la de alguien frío o imperturbable. Había algo distinto en sus ojos: un destello de vulnerabilidad que nunca había visto antes y que me dejó totalmente perplejo en mi lugar

No dijo nada. No hizo preguntas ni intentó ofrecer soluciones. Solo me miraba a los ojos que me hacían sentir una extraña pero a la vez reconfortante conexión su respiración ahora tan irregular como la mía, era todo tan confuso...

El silencio entre nosotros era denso, cargado de algo que no sabía cómo nombrar. Verstappen seguía mirándome, sus ojos azul oscuros perforándome con una intensidad que me hacía sentir pequeño y expuesto, pero al mismo tiempo, menos solo. Su respiración, ahora tan irregular como la mía, llenaba los espacios entre mis sollozos.

El gran reino /chestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora