El aire fresco de la mañana apenas lograba aliviar el peso en los hombros de Gabriel mientras atravesaba el salón principal de la casa de los Rivera. Anastasia ya lo esperaba en uno de los sofás, su postura impecable y su rostro cuidadosamente neutro. A pesar de sus constantes encuentros en las últimas semanas, el ambiente seguía siendo extraño, como si ambos trataran de mantener un equilibrio frágil entre la cooperación y la resistencia.
El mensaje había sido claro: sus familias querían hablarles esa mañana, juntos. Eso nunca era buena señal.
Cuando los padres de ambos entraron al salón, el silencio fue inmediato. Los Rivera y los Rustici parecían satisfechos, como si un acuerdo tácito entre ellos les hubiera devuelto la seguridad que habían perdido al aceptar el período de cortejo.
—Hemos discutido suficiente tiempo —dijo el padre de Gabriel, con su tono seco característico—. El cortejo ha servido para demostrar que son capaces de llevarse bien y actuar con madurez. Ahora es momento de dar el siguiente paso.
Anastasia intercambió una mirada rápida con Gabriel. Ambos sabían lo que venía, pero escucharlo en voz alta era un golpe difícil de digerir.
—Queremos que empiecen a preparar los detalles de la boda —continuó la madre de Anastasia, con una sonrisa forzada que intentaba disfrazar la presión detrás de sus palabras—. No tiene que ser inmediato, pero tampoco puede postergarse mucho más.
El silencio que siguió fue casi insoportable. Anastasia fue la primera en hablar, modulando su tono para que sonara razonable, casi complaciente.
—¿No sería prudente tomarnos un poco más de tiempo para organizar algo realmente memorable?Los Rivera intercambiaron una mirada de reprobación, pero fue la madre de Gabriel quien respondió:
—Han tenido tiempo suficiente para conocerse. Y ya que ambos han demostrado ser lo suficientemente responsables como para manejar esta relación con madurez, no vemos razón para retrasarlo más.Gabriel respiró profundamente, sintiendo cómo la presión en su pecho aumentaba. No podía mostrar resistencia evidente, no ahora, pero tampoco iba a ceder tan fácilmente.
—Organizar una boda es un proceso complejo —dijo, dirigiéndose a los presentes con una calma calculada—. Si queremos que sea algo digno de nuestras familias, necesitaríamos más tiempo. Coordinación con los proveedores, invitados, logística… sería un error apresurarlo.—Precisamente por eso queremos que empiecen ahora —intervino el padre de Anastasia, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Cuanto antes comiencen, más fácil será todo.
Las palabras cayeron como una sentencia. Gabriel y Anastasia no tuvieron más remedio que asentir, al menos de manera superficial. Las familias parecían satisfechas, y pronto la reunión terminó, dejándolos solos en el salón.
El silencio entre ellos fue largo, pero no incómodo. Era un tipo de silencio que compartían últimamente, lleno de significados implícitos. Anastasia finalmente rompió la quietud.
—Supongo que esto significa que se acabó el tiempo.Gabriel negó con la cabeza, con una sonrisa apenas perceptible.
—El tiempo no se acaba mientras podamos encontrar formas de alargarlo.---
Esa tarde, mientras caminaban por los jardines de la finca, Gabriel y Anastasia comenzaron a trazar un plan. Era evidente que sus familias no aceptarían un retraso sin una razón convincente, así que debían encontrar excusas que sonaran razonables, pero que también les dieran el margen necesario para seguir evitando la boda.
—Podemos empezar por la lista de invitados —sugirió Anastasia, deteniéndose junto a un macizo de flores—. Entre las dos familias, fácilmente superamos las doscientas personas. Coordinar eso llevará semanas, tal vez meses.
Gabriel asintió, considerando la idea.
—Y podríamos agregar más detalles. Una ceremonia más elaborada requerirá más tiempo de planificación.—¿Qué tal algo fuera de lo común? —propuso Anastasia, con un brillo de astucia en sus ojos—. Algo que requiera permisos especiales o un lugar difícil de reservar. Eso podría darnos al menos un par de meses más.
Gabriel la miró con una mezcla de admiración y diversión.
—Me gusta cómo piensas.Anastasia se encogió de hombros, como si no fuera nada.
—Esto no es solo para nosotros. Si logramos que ellos crean que estamos completamente comprometidos con hacer esto bien, tal vez nos dejen en paz por un tiempo.---
Los días siguientes estuvieron marcados por reuniones aparentemente productivas con organizadores de eventos y visitas a posibles locaciones. En cada ocasión, Gabriel y Anastasia encontraron formas de complicar el proceso, sugiriendo cambios de última hora o planteando problemas logísticos que requerían más tiempo para resolverse.
En una de esas reuniones, Anastasia comentó casualmente:
—Tal vez deberíamos considerar una ceremonia al aire libre. Pero necesitaríamos un lugar que no sea demasiado común.El organizador, un hombre mayor con años de experiencia, pareció intrigado.
—¿Tienen algo en mente?Gabriel tomó la palabra, improvisando sobre la marcha.
—Algo con historia. Quizás una finca histórica o un castillo. Pero tendría que ser un lugar accesible para todos los invitados.El organizador asintió, tomando notas.
—Eso podría llevar tiempo. Algunos de esos lugares requieren permisos especiales, y sus agendas suelen estar llenas con meses de anticipación.—Perfecto —respondió Anastasia, con una sonrisa que parecía inocente pero que Gabriel reconoció de inmediato como parte de su estrategia.
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Por las noches, cuando finalmente se despedían tras sus reuniones, ambos sabían que lo que estaban haciendo no era sostenible a largo plazo. Pero, por ahora, funcionaba. Sus familias estaban convencidas de que estaban comprometidos con la idea de la boda, y aunque las presiones no desaparecían, se habían suavizado ligeramente.
En esos momentos de calma, Anastasia a veces se preguntaba si estaban jugando un juego peligroso. Por más que intentaran resistirse, había algo en la compañía de Gabriel que hacía que la idea de estar juntos no fuera del todo insoportable. Y aunque no quería admitirlo, esa sensación la asustaba más que cualquier amenaza de sus familias.
Gabriel, por su parte, empezaba a notar cómo su relación con Anastasia había cambiado. Ya no eran simplemente aliados en una lucha compartida contra sus familias; se habían convertido en confidentes, en compañeros que encontraban consuelo en la presencia del otro. Pero la idea de la boda seguía siendo algo que no podían aceptar, al menos no mientras no fuera completamente su elección.
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El capítulo cerró con ambos caminando nuevamente por los jardines, como habían hecho tantas veces. El sol comenzaba a ocultarse, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa.
—¿Crees que podamos seguir alargando esto? —preguntó Anastasia, con un tono que mezclaba curiosidad y duda.
Gabriel se detuvo, mirando el horizonte.
—Mientras no nos rindamos, siempre habrá una forma.Anastasia lo miró de reojo, notando el leve optimismo en su voz. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió sonreír. Aunque las circunstancias seguían siendo complicadas, sabía que no estaba sola en esta lucha. Y mientras tuvieran un plan —o la voluntad de inventar uno sobre la marcha—, había esperanza.
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Bajo el brillo de Nueva York
Ficțiune adolescențiGabriel y Anastasia son obligados a casarse en contra de su voluntad, ellos, buscarán un plan, para evadir tal union. Pero con el tiempo se enamoran, ¿será posible la unión entre Gabriel y Anastasia?