Capítulo 4: "El Acuerdo Silencioso"

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El anuncio del "período de cortejo" fue recibido con escepticismo por algunos y alivio por otros. Los padres, aunque no del todo convencidos, vieron en la propuesta una salida diplomática que evitaba una confrontación directa, sin comprometer los intereses familiares. Fue así como Anastasia y Gabriel obtuvieron el respiro que tanto deseaban, aunque sabían que el tiempo ahora corría en su contra. El acuerdo significaba que, durante los meses que duraría el cortejo, debían demostrar que la unión no era simplemente un compromiso mecánico entre familias, sino una decisión que merecía ser tomada con cuidado.

El primer encuentro oficial bajo este nuevo acuerdo fue una comida organizada por la familia Rivera en su imponente finca. Los jardines, perfectamente cuidados y rodeados por altos setos, eran el escenario ideal para la reunión, pero la atmósfera distaba mucho de ser relajada. Anastasia llegó acompañada de sus padres, su mirada recorriendo el entorno con una mezcla de asombro y nerviosismo. Gabriel la esperaba en la entrada principal, vestido de manera impecable, pero con una tensión en su rostro que delataba lo que ambos sentían. “Hoy es el primer paso,” murmuró mientras la guiaba hacia el interior de la casa. Anastasia asintió, consciente de que en ese momento sus futuros parecían más entrelazados que nunca.

La comida transcurrió en un ambiente cargado de cortesía formal, pero con un silencio subyacente que parecía pesado, casi opresivo. Los padres de ambos jóvenes se sentaban en extremos opuestos de la larga mesa, mientras Anastasia y Gabriel ocupaban lugares centrales, forzados a mantener una conversación educada bajo la atenta mirada de sus familias. Las charlas giraban en torno a temas triviales: el clima, los negocios de las familias, los viajes recientes. Sin embargo, ninguno se atrevía a tocar el tema principal que ocupaba las mentes de todos.

Gabriel hacía lo posible por mantener la conversación ligera, intentando evitar que las miradas de desaprobación de su padre se volvieran más frecuentes. Anastasia, por su parte, se esforzaba en no dejar entrever su incomodidad. Aunque había una apariencia de normalidad, los dos sabían que todo lo que decían y hacían era evaluado minuciosamente. Era como si estuvieran siendo sometidos a una prueba constante, no solo sobre si podían llegar a quererse, sino sobre si podían cumplir las expectativas de ambas familias sin perder su individualidad en el proceso.

Finalmente, cuando la comida llegó a su fin y los padres se retiraron para discutir asuntos familiares en privado, Gabriel y Anastasia encontraron un breve momento de respiro. Aprovechando la oportunidad, Gabriel la invitó a caminar por los jardines de la finca, un espacio amplio donde la quietud parecía envolver cada rincón. Caminaron en silencio durante varios minutos, los altos setos bloqueando el mundo exterior y creando un refugio temporal donde podían hablar libremente. El viento suave agitaba las hojas, y el sonido del agua en la fuente cercana proporcionaba un fondo sereno a la conversación que estaba a punto de empezar.

“Todo esto parece una puesta en escena, ¿no te parece?” comentó Anastasia finalmente, deteniéndose frente a la fuente. Las gotas de agua caían en suaves ondas en el estanque, reflejando la luz del sol que comenzaba a descender. “Nos miran como si fuéramos actores en una obra que ellos escribieron, pero nunca nos mostraron el guion. Se espera que juguemos nuestros papeles, pero sin saber si esos papeles nos pertenecen.”

Gabriel suspiró profundamente, apoyándose en el borde de la fuente mientras observaba las ondulaciones en el agua. “Lo sé. Me he sentido igual desde que todo esto comenzó. Nos han dado este tiempo, pero en realidad sigue siendo una prueba, una forma de mantener el control. No se trata solo de conocernos, sino de demostrar que podemos cumplir con sus expectativas sin perder lo que somos. Y eso es lo que más me asusta.”

Anastasia lo miró de reojo, sintiendo una conexión genuina en ese momento. Sus miedos eran los mismos que los suyos. Sabían que, aunque el período de cortejo les daba algo de margen de maniobra, ambos seguían siendo peones en una estrategia mucho más grande. “Tal vez esa sea nuestra ventaja,” dijo Anastasia, con una chispa de determinación en su voz. “No somos lo que ellos esperan que seamos. Si logramos hacerles ver eso, si demostramos que esta decisión no puede imponerse sin tener en cuenta lo que realmente queremos, tal vez logremos cambiar las reglas del juego.”

Gabriel giró su mirada hacia ella, captando su convicción. “¿Y cómo planeamos hacerlo? Nuestras familias están convencidas de que sus intereses son lo único que importa. Lo ven como una cuestión de lógica y estrategia. Hablar de emociones o deseos parece irrelevante para ellos.”

Anastasia sonrió levemente, aunque había un brillo de desafío en sus ojos. “Precisamente porque lo ven como una cuestión de estrategia, tenemos que jugar su juego, pero a nuestra manera. Podemos demostrar que una unión forzada solo traerá más problemas. Si les presentamos una opción que combine lo que ellos quieren con lo que nosotros necesitamos, podríamos ganar algo de terreno.”

Gabriel la observó en silencio durante un momento, procesando sus palabras. Había algo en la forma en que Anastasia analizaba la situación que le daba esperanza. Tal vez, después de todo, no estaban tan atados a los planes de sus padres como parecía. Quizás había una manera de negociar, de construir un puente entre el deseo de sus familias y su propio camino. “Entonces, ¿crees que podemos ganar tiempo con esto? ¿Convencerlos de que, incluso en su lógica, forzarnos a esto sería un error?”

Anastasia asintió, cruzando los brazos mientras el viento movía suavemente su cabello. “Exactamente. Tal vez no podamos evitar que sigan adelante con sus planes, pero podemos demostrarles que si no nos escuchan, corren el riesgo de que todo termine mal. Si jugamos bien nuestras cartas, podemos tener el control de nuestras propias vidas.”

La conversación continuó mientras caminaban por el jardín, cada uno sintiendo que, por primera vez, tenían un plan. No sería fácil, y sabían que sus familias seguirían presionando para cumplir con sus deseos. Pero al menos ahora tenían algo a lo que aferrarse: una estrategia propia, un acuerdo silencioso entre ellos, en el que resistirían juntos.

La tarde fue cayendo, y con ella, una nueva determinación se instaló en ambos. Aunque sus familias seguían siendo un obstáculo, Gabriel y Anastasia empezaban a ver una luz al final del túnel. Mientras caminaban de regreso hacia la casa, sabían que el camino por delante seguiría siendo incierto, pero también que, en su unión, no estaban solos.

Bajo el brillo de Nueva York Donde viven las historias. Descúbrelo ahora