Capítulo 9: "Notas de un Sentimiento Inesperado"

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El viaje a París había sido una estrategia bien calculada para extender el tiempo antes de la boda, pero Gabriel no esperaba que ese tiempo se convirtiera en algo más que una simple pausa en sus obligaciones. Desde el momento en que pisaron la ciudad, hubo un cambio sutil en él, algo que ni siquiera quería admitir del todo.

A pesar de las obligaciones sociales y las reuniones programadas, había pequeños momentos de respiro donde solo estaban ellos dos, lejos de las miradas inquisitivas de sus familias. París, con sus calles empedradas y sus cielos cubiertos de luces doradas al anochecer, les daba un respiro de la realidad que intentaban manipular. Y fue en esos momentos, en esas pequeñas pausas entre compromisos, donde Gabriel comenzó a verla de otra manera.

No había un instante exacto, una revelación repentina, sino un goteo constante de emociones que, poco a poco, le iban calando el alma.

Encuentros en las calles de París

Una tarde, después de una visita a una galería de arte, Anastasia lo había arrastrado sin rumbo fijo por las calles parisinas. "Quiero perderme en la ciudad, al menos por un rato", había dicho con una sonrisa traviesa, y Gabriel, sin darse cuenta, había sonreído también. Se dejó llevar, observándola mientras ella se detenía a observar las vitrinas de pequeñas librerías o se entretenía con la vida vibrante que los rodeaba. Había algo en su forma de mirar las cosas, con esa fascinación tranquila, que empezaba a desarmarlo.

Se encontraron con un pianista callejero en una plaza adoquinada. Anastasia, con los ojos brillantes de entusiasmo, lo miró con un dejo de reto. "Demuéstrame si de verdad eres tan talentoso como dices", le dijo en tono juguetón. Gabriel, sorprendido por su petición, negó con la cabeza al principio, pero algo en la manera en que ella lo miraba lo hizo sentarse frente al piano. Sus dedos encontraron las teclas con la familiaridad de siempre, y pronto la música comenzó a fluir. Anastasia se quedó en silencio, escuchando, y Gabriel sintió un extraño anhelo por conocer cada pensamiento que pasaba por su mente en ese momento.

Cuando terminó, ella aplaudió suavemente, con una expresión en su rostro que no supo descifrar. "Eres mejor de lo que imaginaba", le dijo, y aunque era una afirmación simple, su pecho se sintió extrañamente liviano.

Sombras de una realidad ineludible

Los días pasaron, y Gabriel comenzó a notar que la cercanía con Anastasia se había vuelto tan natural que le costaba recordar cómo era estar lejos de ella. Se había acostumbrado a su risa, a la forma en que se mordía el labio cuando estaba concentrada en sus bocetos, al brillo en sus ojos cuando hablaba de arte. Y, sin darse cuenta, empezó a desear que su tiempo juntos no tuviera un límite.

Pero la realidad se encargó de recordarle que su tiempo estaba contado. Durante una cena formal con empresarios influyentes de la familia Hurst, uno de ellos mencionó casualmente la boda. "Deberían fijar la fecha pronto. El compromiso ya ha durado demasiado", comentó con una sonrisa cortés, pero sus palabras golpearon a Gabriel con una fuerza inesperada.

Por primera vez, la idea de cancelar la boda le pareció casi absurda. Hasta ahora, había trabajado junto a Anastasia para prolongar el compromiso, pero ahora, en lo más profundo de su mente, una parte de él comenzaba a cuestionarlo todo.

Un instante robado

Esa noche, al volver al hotel, encontraron el hall casi vacío. Solo quedaban unas pocas luces encendidas, y el silencio los envolvía como un cálido refugio. Anastasia se detuvo frente a una gran ventana que daba a la ciudad iluminada, y Gabriel, sin pensarlo demasiado, se detuvo a su lado.

"París es hermosa de noche", murmuró ella.

"Lo es", coincidió él, pero no miraba la ciudad, sino a ella. A la luz tenue del vestíbulo, sus rasgos parecían aún más suaves, más cálidos. Algo en su pecho se apretó con una intensidad desconocida.

Bajo el brillo de Nueva York Donde viven las historias. Descúbrelo ahora