Asquerosamente paternalista.

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Regreso hacia Jorge, creyendo sentir la mirada de David en mi espalda, pero cuando me siento, lo veo charlando con Pedro y la camarera, ajeno a lo que hago. "Asquerosamente paternalista", pienso, poniendo los ojos en blanco. Si no pudiera pagar, simplemente no estaría aquí. 

—Tía, lo de este tío me está pareciendo rarísimo.—Suelta Jorge

—Rarísimo.—Coincido.

—¿Desde cuando te dejas intimidar por tipos como David?.

—Desde que tipos como David son mis jefes. Oye, ¿adónde ha ido Maite?—pregunto, más por cambiar de tema que por interés.

—Había quedado con alguien y se ha ido.—Dice Jorge, aunque siento que sus palabras quieren decir más de lo que realmente dicen.

Asiento. Hace poco, Maite hubiese sido la última en abandonar el bar. Al fin y al cabo, es ella la que insiste siempre en venir. Me pregunto si el hecho de que lo frecuente Pedro, el amigo de David, tendrá algo que ver. 

Doy otro trago a la cerveza mientras observo a lo lejos a mi nuevo jefe. De nuevo, sus ojos verdes cruzan los míos. Pagaría por saber qué pasa por su cabeza. Jorge me da un ligero codazo, sacándome de mis pensamientos.

—Vamos, Alba, no dejes que te afecte. Estamos aquí para divertirnos.

—Estoy tan cansada de todo esto... Matándome a trabajar toda la semana y luego, por fin, un respiro el viernes. Y vuelta a empezar el lunes, ¿para qué? —murmuro, mirando fijamente mi vaso.—¡Si casi no puedo pagar el alquiler!

—La vida es una serie de momentos. Cada uno tiene su propio valor, incluso si no siempre lo vemos—interrumpe David. A veces olvido lo inteligente que es. Aunque cierto es que sus palabras me irritan. ¿Cómo puede hablar así cuando él es parte del problema?

Jorge levanta su cerveza con un escueto "Amén". Su tono es solemne. Se termina la cerveza de un trago y se levanta de la mesa, abandonando el bar, siguiendo quien sabe qué aventura. Decido que es mi hora de irme también. Quiero evitar estar a solas con David. Pero, justo cuando me levanto, su voz grave me detiene.

—Alba, espera. Querría hablar contigo.—Se pone en pie.—Al final no me has dejado claro si nuestro trato sigue en pie.

Asiento.

—Si eso es todo lo que te preocupa, tranquilo. El trato sigue en pie siempre que consideres lo que hablamos.

No quiero seguir con este trato, pero parece que no tengo otra opción. Salgo del bar después de ponerme el abrigo, sintiendo cómo mis párpados pesan cada vez más. Estas dos semanas han drenado toda mi energía y la actitud de David no ha hecho más que empeorar las cosas. Lo último que quiero es seguir compartiendo espacio con él. 

El eco de unos pasos me sigue. Se ve que lo que quiero y lo que recibo no van a ir de la mano esta noche. El familiar aroma a vainilla me indica quién es sin necesidad de girarme. Para mi desgracia, me alcanza antes de que pueda escapar. Le miro con gesto serio, esperando su explicación.

—Solo quiero asegurarme de que llegas bien a casa.

—No estoy segura de que invitarme a cervezas o asegurarse de que llego bien a casa entren dentro de nuestros términos.

—En mi despacho no parecías tan estricta con los términos.—No sé por qué ese comentario hace que me humedezca un poco. Siento la piel de gallina. ¿Por qué dejo que tenga tanto poder sobre mí? —Alba, por favor.—Su voz parece suplicante. Trato de acelerar el paso. — Me quedaría más tranquilo sabiendo que el lunes llegas a la oficina.

Está claro que es la cerveza la que habla. No sé si quiere asegurarse de que llego sana y salva o de que sigo trabajando para él. Estoy tan agotada que no pienso discutir. Si quiere seguirme, que me siga. Por suerte, mi casa está cerca y llegamos rápido al portal.

—Bueno, aquí es donde vio.

—Lo sé. Bueno, el lunes nos vemos.

—Qué remedio.—Trato de que no se note el nudo que aprieta mi estómago.

Me tomo unos instantes antes de abrir la puerta. David suspira, pero no contesta. Espera a que abra y, solo entonces, comienza a caminar. Me quedo allí plantada, observando como se vuelve a introducir en la silenciosa noche. Solo después de recorrer un tramo, David se da la vuelta. Nuestras miradas se cruzan. Las mariposas que se aceleran en mi estómago me indican que estas 10 semanas van a ser una montaña rusa. 

No te enamores de tu jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora