En un mundo donde los roles de poder están marcados por la jerarquía de los alfas y omegas, Reich, el aparentemente sumiso líder del territorio alemán, es subestimado por los demás. Con astucia y una sonrisa engañosa, aprovecha esta percepción para...
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El sol se alzaba en un cielo despejado cuando Reich se preparó para su viaje al territorio ruso. Se miró en el espejo por un momento, notando la confianza destilada en su reflejo, pero también sabía que debía mantener una fachada diferente ante los que lo rodeaban. Iría con la intención de agradar, de demostrar su deseo de una alianza.
El tren que lo llevó a la sede del URSS era largo y serpenteante, pero Reich merodeaba por sus pensamientos, revisando cada detalle de su estrategia. Tras horas de viaje, finalmente llegó. Al descender del tren, un oficial del URSS se le acercó con una mirada imponente. Era un tipo alto, de hombros anchos y con un gesto de seriedad que hacía crujir los huesos, se notaba que era un alfa
- Bienvenido, señor Reich - dijo el oficial con una voz profunda. - Seré su guía hacia la oficina del líder- . Mientras avanzaban, Reich mantuvo una actitud amable y sumisa, queriendo impresionar a su interlocutor con gestos serviciales y una sonrisa amistosa.
Sin embargo, en su mente, una tormenta de groserías y desdén lo invadía. ¿Por qué tenía que comportarse de esta manera? ¿Por qué debía someterse a un protocolo que le parecía ridículo? Pero sabía que el juego era necesario; necesitaría a Urss de su lado. Cada paso, cada palabra y cada mirada calculada lo acercarían a sus objetivos más dorados.
Finalmente, llegaron a la oficina del líder del Ursw. La puerta se abrió con un chirrido sutil, y lo primero que sintió Reich fue la opulencia del espacio: paredes adornadas, un gran escritorio de manera pintada de negro y una vista magnífica a través de una ventana amplia. Allí estaba el Urss
Reich, con un ligero movimiento de cabeza, realizó una pequeña reverencia. - Es un honor para mí estar aquí, Urss -, dijo, dejando que una sonrisa amable deslizara por su rostro. La actitud sumisa parecía encajar bien en el personaje que Urss deseaba ver.
El alfa asintió, y después de unos momentos de evaluación, Reich se sentó justo frente a él, destacando su postura relajada pero reverencial. - He venido a discutir algo que considero de suma importancia - comenzó, entrelazando los dedos sobre la mesa en una representación sutil de su sumisión.
Mientras hablaban, Reich utilizó toda su habilidad manipuladora para tejer las palabras alrededor del tratado de no agresión. Su tono era casi como un suave murmullo, iba de lo general a lo específico, y su mirada brillaba con una sincera devoción hacia el bienestar del territorio soviético - Un tratado de este tipo beneficiaría a ambos territorios - insistió. - Pondríamos fin a futuras hostilidades, preservando lo que ambos hemos construido -
El líder parecía dudar, evaluando las palabras de Reich con desconfianza. En ese instante, Reich decidió dar un giro inesperado. Se levantó y, con una suavidad a la que el alfa no estaba acostumbrado, se colocó detrás de él, casi como una sombra obediente. Con un gesto delicado, tomó la mano del líder, acariciándola suavemente. - Esto es lo mejor para nosotros -, le susurró al oído, su voz llena de confianza, pese a su apariencia modesta.
El alfa sintió una mezcla de sorpresa y curiosidad. En el fondo, había una chispa de deseo de poder, y Reich estaba alimentando algo en él. Con la mano de Reich aún en la suya, empezó a considerar lo que le ofrecía: el tratado de paz, ese cambio de estrategia.
- Está bien, lo firmaré -, dijo finalmente el alfa, con una resolución que parecía más cercana al deseo que a la necesidad. Reich sonrió en su interior, sintiendo que había conseguido un gran avance. Esa era la victoria que había estado persiguiendo; el truco del poder había funcionado a su favor.
Con delicadeza, apartó un par de documentos y un bolígrafo, y en un gesto calculado, lo llevó hacia el espacio vacío en el tratado que esperaba una firma. Era un momento crucial, el destino de territorios en sus manos.
Mientras Urss firmaba, Reich sintió cómo el control liberador se apoderaba de él. La sonrisa que cultivaba desde que había llegado se expandió aún más, reflejada en sus ojos. Era el primer paso hacia la expansión de su propio poder en un juego que apenas comenzaba.
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