20 - 7 anni

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Mi mano frágil y pequeñita acogía sus dedos, cálidos y huesudos, callosos y amoratados  por el trabajo

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Mi mano frágil y pequeñita acogía sus dedos, cálidos y huesudos, callosos y amoratados  por el trabajo. Ella llevaba un pequeño regalo entre uno de sus brazos; este estaba envuelto en un fino papel y gracias a un hilo la tarjetita colgaba con delicadeza.

Miré con preocupación hacia arriba, su cabeza cubierta con una máscara me imposibilitaba distinguir sus rasgos, aun así, no objeté... pero tenía miedo. Frente a mí caminaba una señora de vestido celeste y máscara emplumada; a su lado, un hombre de traje marrón y máscara de coyote. Ambos lucían elegantes, cada paso era refinado y suave.

Mis pies se apresuraron buscando igualar la velocidad de quien sostenía mi manita. ¡No quería perderme en el pasillo del hogar del marqués Jones!

Después de unos minutos ingresamos a la sala principal; esta era decorada por tulipanes en cada centro de mesa, los tabiques pintados de salmón y de estos colgaban algunos cuadros de Elizabeth; a escasos metros de nosotras, había una puerta que daba al jardín. Había una mesita chiquita en el centro del pastizal bien cortado, y cintas bien hiladas decoraban el resto del lugar.

Mis deditos se aferraron a su mano, mi mirada  rebozó preocupación y, en un acto inconsciente abracé sus piernas. No quería alejarme de mi mucama.

— Lotte, puedes ir a jugar con los niños —Su voz fue cálida y suave.

Alcé mi vista y detallé su máscara, no veía sus ojos, pero creía saber cómo lucía su carita desde ese lugar tan alto. Me aferré a su vestido andrajoso y tirite atemorizada.

— No te harán nada, jamás lo permitiría — Prometió en un susurro.

Una de sus palmas cayó sobre mi cabeza y acarició mi cabello con dulzura. Una vocecita suave y chillona invadió el lugar; volteé a ver en aquella dirección. Una pequeña castaña corría hacia mí y detrás de ella, una rubia la seguía con pasos torpes.

— Char, ¡Char!

La voz llena de alegría retumbaba bajo su máscara y, en cuanto estuvo a unos centímetros de mí, su cuerpo se detuvo. Hubo un pequeño golpe tras de ella;  Elizabeth volteó lentamente y vio a la pequeñita rubia yaciente en el suelo, se había tropezado. Se dirigió a ella para auxiliarla, pero fue algo que no sucedió. La pequeña se levantó aún con sus palmas raspadas y, olvidando su máscara de liebre en el suelo, corrió hacia mi pasando a un lado de Eliza.

Cuando llegó hasta mi posición, enredó sus brazos sobre los míos y me asfixió en un cálido abrazo. La pequeña Laurent siempre podía sola; un tropiezo no sería la excepción.

— ¡Loti! —su voz fue suave, torpe. Sus ojos azules se fijaron en quien me acompañaba, acto seguido abrazó a mi mucama aferrándose con cariño a sus rodillas— ¡Chalot!

Miré a Elizabeth quien se dirigió a nosotros luego de un par de segundos. Ella miró a la mucama y luego nos tomó de las manitas, alejándome tanto a mí como a la pequeña rubia de ''Chalot''.

La Bastarda Del Duque [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora