-No es una historia de amor, Lissandra.
Pero podría serlo; ¿Por qué no vengarse de la corona o follarse al príncipe? ¡Mejor aún, elige las dos! No, espera, no respondas esa pregunta, carissima, pero ¿Por qué no enamorarse de tu verdugo?
La joya má...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— ¡Dime la verdad, Amon Escoffier! ¡Es tu bufón! No tenías derecho de defenderla, mi amor.
El amor y sus destrozos, ese estúpido juego de corretear al ratón y terminar ganando. Es aburrido, ¿No? Mi chica era fácil de atrapar gracias a su diseño, sí, ella venía errónea de nacimiento. Pero pronto puliría cada perfección, eliminándolas , y no había duda alguna, sería más que imperfecta, sería más mía.
Jalaría de sus nervios y perdería besos entre su carne; porque lo agrio de mi corazón se consolaba con lo dulce de su mente. Los fragmentos de su dolor me tentarían al tocarla, y adoraría la aflicción que me causaría su amor... porque por fin ganaría, ella me cazaría.
Mis cicatrices le pertenecían, mis jadeos, mis gemidos, mi cuerpo tenso y laxo de agonía,. Dios, ella podría comer de mí y le rogaría que me permitiese sentir sus labios rozando mi piel, o por sus dientes al clavarse en mi piel, una vez más.
<<La necesito cediendo, quiero cuidarla y acariciar sus heridas. Necesito que ame nuestros fragmentos>>
Cada latigazo a su nombre era un pequeño éxtasis en mi interior, sí, ella se sentía como el ardor en mi espalda o el goteo desgarrante de mi sangre.
<<Ella se sentía tan violenta, mi Lotte.>>
Solté un pequeño jadeo, la contención de mi dolor luchaba contra la imposibilidad de hablar, de rogar piedad. Pero no quería misericordia, podía sentir cada beso entre los golpes. Podía imaginarla devorando mi espalda con sus jodidos labios, tan desesperada por aliviar su frustración.
<< Era castigado por defender a mi musa, ¿Qué más podía pedir? Ya tengo casi todo, solo falta que Charlotte sea quien me lastime. >>
Volví a morder mi labio inferior, acallando mis quejidos. Mi tobillo encadenado a mi cama me imposibilitaba mi movilidad y evitaba que fuera una amenaza, mi madre sabía lo que era capaz de hacer. Sabía que era capaz de arremeter contra ella si estallaba.
Los minuciosos clavos se enterraban en mi piel y la cadena chocaba cruelmente contra mí. Mi cuerpo se mantenía tenso y, mis nervios bailaban cuadrillas nefastas y fuertes bajo mi carne.
— ¡¿Por Charlotte Dubois?! Mierda, ¡Amon responde! — Su voz molestaba mis oídos con sus malditas exigencias y me distraía de la gloriosa imagen de mi inspiración en mi mente.
Mi madre impactó la cadena de clavos contra mi espalda un par de veces más.
— Amon, te lo ruego, ¡Dime qué mierda le ves! ¡Dime que no la amas! —Su voz se agrietó al finalizar la oración, su furia se vio afectada por sollozos, mismos que apretaron mi corazón — Dime que no lastimaste a Fedric por amor.
— Esto no es amor, es... — Gruñí evitando mi voz temblorosa, evitando el efecto del dolor de mi madre en mi corazón — Es odio.
<<Ella es mi obsesión. Ella siempre será mi necesidad>>
Observé el suelo marmoleado mancharse ligeramente de carmín; mi lengua saboreaba con ansias la sangre al interior de mi boca, y la imagen del rostro adolorido de Charlotte destrozaba mi mente.
Otro azote en mi piel desprendió un gemido de agonía.
— El odio es peor que el amor — Declaró con asco — ¿Y es muy dulce, no? Mi lindo Amon, mi príncipe preferido. Responde ¿Lo es o no?
<<Más que dulce, ella era adictiva>>
El sonido de sus pasos resonó a un lado de mí, se acercó con sutileza y elegancia. No tardó mucho en tomar mi quijada y obligarme a verla. Nuestros ojos tan similares chocaron, desprendiendo rencor y satisfacción.
— Te pareces tanto a tu padre, su rostro de joven era igual al tuyo. —Algunas ligeras lágrimas rozaron sus mejillas.
Su cuerpo se hincó a un lado de mí, me abrazó con suavidad y cuidado. Luego apretó mi espalda robándome un ligero quejido. Mantuve mis manos entrelazadas sobre mi regazo y evité el contacto, no quería tenerla cerca, yo la quería... muerta.
— Sabes muy bien que eres mi niño preferido, soy a la única que puedes odiar y amar —Susurró y un ligero beso se plantó a un lado de mi cuello— No me hagas castigarte siempre por esa bastarda. Ambos sabemos que sigue viva por tu culpa, porque es tu juguete. No quisiera arrebatártela.
Mi mandíbula se tensó y mi cuerpo rígido no dio respuesta; mis castigos no serían vanos. Había soportado golpes e insultos, con tal de tenerla, nadie me la iba a arrebatar. Ni ella misma.
Nadie podía dañar a mi reina. Solo yo.
Mi madre me amenazaba constantemente, me había observado con detenimiento y me había castigado sin remordimiento.
Mi cuerpo palideció aquel día que me atreví a llevar a Laurent al lago, solo para que estuviera con su amiga, y acepto que mentí respecto a la estadía de Elizabeth. Pero acerté respecto a la de mi ratón, ella siempre cumplía y, como un cachorrito, me esperaba sentada en el muelle.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que me dejó? ¿Días, meses? No, me había librado de las cadenas durante un par de meses, pero no había vuelto a hablar con mi mascota durante casi cuatro años.
<<Ella me dejó, pero yo no a ella>>
— No sucederá de nuevo, madre — Mi tono ligeramente rugoso por el dolor sorprendió a Myran.
Se alejó un poco de mí, manteniendo sus manos sobre mí. Sonrió con dulzura y las arrugas se remarcaron en su cuidado rostro.
— Ahora discúlpate conmigo, por haberme hecho hacerte esto —Murmuró con suavidad y alzó una de sus manos para acariciar mi mejilla. Hice mi cabeza a un lado, evitando el contacto — Amon.
Imité su sonrisa dulce al volver mi mirada hacia ella, sus ojos celestes admiraban mi aspecto con una chispa repulsiva; no había pasado tanto tiempo, pero la sangre de mi boca se había costrado bajo mi mentón, y las pequeñas gotas carmesí apenas corrían sobre mi esternón. Seguramente se podrían ver pequeñas aberturas entre la piel de mi espalda, esto le complacía.
— Discúlpate —Repitió y remarcó cada sílaba con impaciencia.
Observé mis manos sobre mi regazo, suspiré y me mantuve cabizbajo; me rehusaba a pedir perdón, no porque no mereciera mis palabras o porque odiaba las disculpas vanas... sino porque estaba lo suficientemente jodido para gozar el dolor, y mi corazón se alteraba al pensar en Charlotte tras cada golpe.
<< ¿Esto es enfermizo? Sí, odiarla es más que una peste, es lascivo y pertenecerle es mejor que una enfermedad terminal. >>
La lejanía de mi madre no tardó en hacerse presente, y como cualquier otro día, los clavos volvieron a impactar contra mi carne casi visible.
Su linda silueta estaba clara en mi mente y sus suaves manos... Dios, cada uno de sus arrebatos de impulsividad era un beso para mí, cada bofetada era una caricia al corazón, y una confirmación clara de quién odiaba más de los dos. Mi Lotte, mi preciada mascota... me tenía tan atado a su sonrisa, a su ingenuidad y fragilidad.
<<A su olvido. >>
¿Ella podría amarme? No sabe qué mierda es amar, por eso confunde mis actos con esa porquería a la que llaman ¿Amor? No, me refiero al efímero y desgastante odio.
Ella jamás aceptaría mi manera tan violenta de amarla. Por eso, estaba dispuesto a aceptar su desprecio como abrazo y sus bofetadas como besos.
Si tuviera la oportunidad de cambiarlo, lo haría. Fingiría por ella.