-No es una historia de amor, Lissandra.
Pero podría serlo; ¿Por qué no vengarse de la corona o follarse al príncipe? ¡Mejor aún, elige las dos! No, espera, no respondas esa pregunta, carissima, pero ¿Por qué no enamorarse de tu verdugo?
La joya má...
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Si Dios arrebata mi vida, espero perdone las veces que desobedecí y de casa huí, que mi alma descanse y mi cadáver no sea propiedad de un bastardo animal.
Mi mente estaba en negro,sentía mi cuerpo cálido y deseé estuviese enfrascado en mi habitación, no en un lugar incierto; todo era mejor a ser la posición de un hombre. Mi cuerpo se movió con delicadeza y escuché ruidos a mi alrededor, mis párpados se fueron abriendo con pesadez y la visión de la oscurana me tensó, de mi garganta emergió un nudo. La imagen de ese viejo cerdo inundó mi cabeza y con sutileza volteé a ver a los lados, esperando no encontrarlo; sentía cierta familiaridad con la situación, pero no sabía por qué.
– Es propensa a los secuestros – escuché una voz grave, tosca y perezosa silbar palabras, estaba cerca.
Mi mirada vagó hasta encontrar de dónde provenía ese sonido; recostado cerca de la luz de la ventana, estaba él. Su camisa blanca y desabotonada hasta la altura de su pecho, relucía sus clavículas pero se tensaba con sus masculinos hombros. La luz lunar no solo afilaba la silueta de su cuerpo, sino que, acariciaba su aterciopelada piel, tan pálida. Sus ojos eran imposibles de ver con su máscara, notaba el disgusto en sus labios rosáceos, una mueca, donde las comisuras se inclinaban a favor de la gravedad y su mandíbula fuerte se mantenía tensa.
Entonces lo distinguí, su cabello no era rubio, si mi vista no fallaba, podría decir que era casi negro. De un movimiento ágil pero torpe, salté de la cama y me tambaleé al caer sobre las plantas de mis pies. Estaba en una habitación que, claramente no era la mía y desgraciadamente era la suya. Mire mis ropas con urgencia, vestía en pequeñas telas que apenas y cubrían mis rodillas.
– Sabe, debería ser una injusticia usar corset –murmuró, volví mi mirada hacia él quien sin un atisbo de vergüenza detalló mi torso – ¿no ha pensado cambiar de sexo?
Fruncí el ceño y tome una almohada con rapidez, la tire hacía su rostro, él se cubrió y soltó un pequeño gruñido.
– Ni se le ocurra tirarme una más.
Tomé otra y la tiré aún más fuerte en dirección a su rostro; entonces dejó el lugar donde su cuerpo descansaba recostado, avanzó hacia mí, cada paso era más fuerte que el anterior. Arrastre mis pasos hacía atrás tomando otra almohada a modo de defensa y antes de que pudiese golpearlo, la tomo y jalo de ella dejándome indefensa; me tambalee algunos pasos hacia él debido a la tracción de su movimiento brusco al despojarme de mi arma. Al levantar la mirada desde su abdomen hasta la altura de su pecho, ví parte de su piel descubierta, tenía pequeños lunares cerca de su clavícula, y solo escuchaba su respiración calmada.
– ¿Con qué ligereza me puso estas ropas? – gruñí mientras me obligaba a mirarlo; al hacerlo, logré distinguir el infierno en sus ojos, esos zafiros pesados juzgaban mi ser, pasé saliva con dificultad– Mejor aún, ¿qué hago aquí?
–Por decencia humana, me veo en la obligación de ayudarla – chasqueo mientras se inclinaba hacía mí – debería aferrarse a su inexistente reputación. Debería agradecer que Fedric no la dejó postrada allí.