TRECE

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Freen decidió que debía contribuir económicamente para aliviar un poco la carga de Becky. Tras mucho pensarlo, recordó los brownies que su madre solía hacer cuando ella era pequeña. "Si los vendo en la escuela, podría juntar algo de dinero", se dijo, con una chispa de esperanza. Aunque no sería suficiente para cubrir grandes gastos, al menos sería un pequeño alivio para Becky.

Emocionada, Freen tomó su teléfono y llamó a Nam. Al compartirle su idea, Nam reaccionó con entusiasmo inmediato.

—¡Es genial, Freen! —dijo Nam, casi gritando del otro lado de la línea—Pero... ¿cómo piensas hacerlos? ¿Tienes un horno en tu departamento?

La pregunta hizo que Freen se detuviera un momento. La nueva residencia que compartía con Becky tenía una cocina pequeña, apenas equipada con una estufa de dos fogones. Nada que pudiera acomodar la preparación de brownies. Sin embargo, Nam no tardó en ofrecer una solución.

—Puedes usar mi horno —dijo Nam, sin dudar—Ven a mi casa, y lo hacemos juntas. Además, hay un supermercado cerca de aquí. Yo te ayudo con las compras para que no cargues tanto.

Freen intentó resistirse al principio, queriendo encargarse sola, pero la insistencia de Nam terminó por convencerla.

—Está bien, pero prometo hacerlos rápido. No quiero molestarte más de lo necesario.

Dos horas después, Freen llegó a casa de Nam. Su amiga la recibió con una sonrisa cálida y la invitó a pasar directamente a la cocina. Lo que Freen encontró allí la dejó sin palabras.

La encimera estaba repleta de ingredientes: huevos, leche, mantequilla, chocolate en varias presentaciones, moldes de diferentes tamaños, azúcar y más. Todo estaba dispuesto, en grandes cantidades, como si alguien se preparara para abrir una pastelería.

—Nam... —Freen dijo con voz temblorosa, mirando a su amiga con incredulidad—. ¿Qué es todo esto?

Nam sonrió, despreocupada.

—Los ingredientes para los brownies, por supuesto.

Freen parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que veía.

—Pero... esto debe haber costado una fortuna. Solo tengo 25 dólares... y no puedo permitirme todo esto.

Nam negó con la cabeza con firmeza.

—No te preocupes, Freen. Yo te ayudo. Lo mío es tuyo.

Freen intentó protestar, tartamudeando mientras hablaba rápidamente, pero Nam levantó una mano para detenerla.

—Si te hace sentir mejor, considéralo un préstamo —dijo Nam, guiñándole un ojo—O mejor aún, hagamos un trato: soy tu socia oficial en este negocio.

Freen no pudo contener una sonrisa. Se inclinó para abrazar a Nam, susurrando un agradecimiento lleno de gratitud.

—No sé cómo agradecerte todo lo que haces por mí...

—No tienes que hacerlo. Somos casi como hermanas.

Con renovada energía, ambas se pusieron manos a la obra, mezclando ingredientes, derritiendo chocolate y llenando el aire de la cocina con el dulce aroma de los brownies en preparación.

Mientras tanto, Becky vivía una jornada completamente distinta en el restaurante de su tío. A pesar de ser su primer día, el trabajo era demandante. Tenía que hacer de todo: ser cajera, limpiar, cocinar y servir junto a dos empleados más. Sin embargo, el mayor reto no era la carga laboral, sino la presencia de alguien inesperado.

Una de sus compañeras era su exnovia, Heidi, una figura del pasado que Becky había enterrado hacía años. Desde el inicio de la jornada, Heidi no había hecho más que mirarla de reojo, intentando acercarse en cada oportunidad que tenía. Becky, por su parte, hacía todo lo posible por evitarla, aunque no podía ignorar la incomodidad que sentía con cada interacción.

Al final del turno, agotada tanto física como emocionalmente, Becky recogió sus cosas en silencio. Su mente estaba en otra parte, pensando en lo difícil que sería compaginar el trabajo, los estudios y, pronto, la llegada de un bebé. A pesar de ello, una sonrisa fugaz cruzó su rostro al recordar la razón por la que lo hacía: Freen y su bebé lo valían todo.

Sin embargo, mientras estaba sumida en sus pensamientos, un escalofrío la recorrió. Al levantar la vista, encontró a Heidi justo frente a ella, mucho más cerca de lo que le resultaba cómodo.

—Podemos hablar... —dijo Heidi, con un tono que Becky no supo interpretar del todo.

Becky la miró en silencio, sintiendo cómo la incomodidad volvía con fuerza. Su primer impulso fue rechazar la propuesta, pero algo en los ojos de Heidi la hizo dudar. ¿Qué quería decirle? ¿Por qué ahora, después de tanto tiempo?

Y así, mientras el día de Freen parecía avanzar con esperanza y nuevos comienzos, el de Becky terminaba con la sombra de un pasado que amenazaba con regresar. ¿Qué le dirá Heidi? ¿Y cómo afectará esto a la vida de Becky y Freen?

FAMILIA ADOLESCENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora