OCHO

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Habían pasado unos días desde que la madre de Becky les regaló una sesión para realizar una ecografía. Becky se sentía emocionada; para ella, ver al bebé por primera vez era un momento importante, una de esas experiencias que recordaría toda su vida. Freen, sin embargo, había estado reacia a hablar del tema. Cada vez que Becky intentaba compartir sus pensamientos sobre la ecografía, Freen cambiaba de tema o hacía comentarios vagos, lo cual comenzaba a preocupar a Becky, aunque intentaba no darle importancia.

Al llegar a la sala de espera, Becky estaba ansiosa, incapaz de quedarse quieta. Sus ojos recorrían cada rincón de la sala, y se le iluminó la mirada al ver una estantería llena de peluches. Entre ellos, había uno en particular que llamaba su atención, un pequeño oso suave y blanco, con un grabador dentro. Según el letrero, podían grabar el latido del bebé durante la ecografía y guardarlo como recuerdo.

Con el oso en la mano, Becky corrió hacia Freen, sus ojos llenos de entusiasmo.

—¡Mira, Freen! —exclamó, mostrándole el peluche—Con este osito podemos grabar el latido del bebé. ¡Imagínate, Amor, tener un recuerdo tan bonito! Definitivamente deberíamos comprarlo, ¿no crees?

Freen le lanzó una mirada seria, sin rastro de emoción, y luego bajó la vista hacia el peluche.

—Becky, esa cosa cuesta más de treinta dólares —respondió secamente—No podemos darnos el lujo de tirar el dinero en algo tan absurdo.

La sonrisa de Becky se desvaneció, sorprendida por la reacción de Freen. Sintió una mezcla de decepción y tristeza, sin comprender por qué Freen parecía tan indiferente hacia algo que para ella era tan significativo.

—Pero no es tirar el dinero, Freen —dijo Becky, esforzándose por mantener la calma—Esto solo va a pasar una vez en la vida. No creo que sea un desperdicio...

Freen suspiró, visiblemente molesta, y la interrumpió antes de que pudiera decir más.

—Es absurdo gastar en algo tan superficial, Becky —dijo con tono cortante—Es solo un sonido... un sonido que todos los cuerpos hacen. No es nada especial.

Becky sintió un nudo en el estómago. Esa respuesta, tan fría y despectiva, le dolió profundamente, pero decidió no insistir. En lugar de eso, devolvió el peluche a la estantería con una mirada triste. Intentaba no dejar que Freen le arruinara el día; después de todo, verían al bebé en solo unos minutos. Se prometió a sí misma que disfrutaría ese momento, con o sin el entusiasmo de Freen.

Cuando finalmente entraron al consultorio y la ecografía comenzó, Becky quedó sin palabras. La imagen en la pantalla, aunque borrosa y en blanco y negro, le parecía maravillosa. Por primera vez, sentía una conexión profunda y tangible con ese pequeño ser que crecía dentro de la persona que amaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad.

Pero al mirar de reojo a Freen, notó que esta apenas levantaba la vista hacia el monitor. Freen tenía la expresión tensa, como si estuviera observando algo incómodo o ajeno a ella. Pronto desvió la mirada hacia el otro lado de la sala, cruzándose de brazos, evitando cualquier contacto visual con la pantalla o con Becky.

Becky se mordió el labio, sintiendo una punzada de tristeza. Esa indiferencia en Freen, esa falta de conexión, le dolía más de lo que habría querido admitir. Sabía que la situación era complicada para ambas, pero esperaba, al menos en ese momento especial, encontrar una pizca de emoción en los ojos de Freen.

Cuando la ecografía terminó y salieron del consultorio, el silencio entre ellas era pesado, casi sofocante. Becky caminaba en silencio junto a Freen, con una mezcla de tristeza y frustración que luchaba por contener. Finalmente, incapaz de soportar más la tensión, decidió romper el silencio.

—¿Qué es lo que te pasa, Freen? —preguntó, mirándola con preocupación y dolor en los ojos—¿Por qué estás actuando así? Esto debería ser algo importante para las dos... pero parece que te da igual.

Freen evitó su mirada y mantuvo su rostro inexpresivo.

—Solo necesito un poco de espacio, Becky —respondió en un tono distante, casi vacío.

Becky frunció el ceño, sintiendo que algo en ella se rompía. No podía entender cómo Freen podía ser tan distante, tan indiferente ante algo que estaba transformando sus vidas.

Con un gesto impulsivo, Becky tomó a Freen de la muñeca, sujetándola con firmeza. Quería que Freen entendiera, quería que, por una vez, mostrara alguna emoción.

—¡Deja de actuar como una niña inmadura, Freen! —exclamó, la voz quebrada por la desesperación—Esto es real, ¿entiendes? Tienes que aceptarlo y... y amarlo.

Freen la miró con una expresión de angustia y, en voz baja, casi como si las palabras le costaran, murmuró.

—No sé si puedo, Becky. Lo que siento... lo que siento es completamente opuesto al amor por... por esto que crece dentro de mí.

Las palabras de Freen cayeron como una piedra en el pecho de Becky. La soltó, retrocediendo un paso, con el rostro lleno de incredulidad y dolor. Aquella confesión la dejó paralizada, sin saber cómo responder. Freen apenas la miró antes de dar media vuelta y alejarse en silencio, dejándola sola.

Becky permaneció allí, observando cómo Freen se alejaba, con los ojos llenos de lágrimas. Sentía que el futuro de su relación pendía de un hilo y, peor aún, que la vida que crecía en su vientre podría no contar con el amor y el apoyo que tanto necesitaba. Sabía que el camino que les esperaba no sería fácil, especialmente si Freen no lograba reconciliar sus sentimientos con la realidad que ambas compartían.

FAMILIA ADOLESCENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora