ONCE

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Freen se de pie inmóvil mirando como Becky comienza a alejarse de ella comienza a repetir en un susurro entrecortado.

—No... no... no...

Cada palabra es un lamento desesperado, un eco de su propia culpa y dolor. Becky, con una mezcla de dolor y rabia que le quema en el pecho, se da vuelta bruscamente, y su mirada está cargada de desprecio. Observa a Freen, cada facción endurecida por el resentimiento y la incredulidad.

—¿No qué, Freen? —pregunta, y su tono es una cuchillada en el aire que hace que Freen retroceda un poco, como si quisiera esconderse de esa intensidad. Becky da un paso hacia ella, sin apartar los ojos—¿No qué? ¡Mataste a nuestro hijo! Si no lo querías, yo hubiera dado hasta la vida por él, pero tú... —hace una pausa, su voz quebrándose momentáneamente, antes de recobrar la dureza— tú lo eliminaste como si no valiera nada... te odio.

Las palabras caen como plomo entre ellas, pesadas y llenas de una amargura que queda flotando en el aire, creando una distancia aún más insalvable. Becky vuelve a girarse, decidida a marcharse, a apartarse de Freen y de la sombra de lo que esta situación se ha convertido. Pero, de repente, otra vez escucha la voz temblorosa de Freen detrás de ella, apenas un murmullo, como si cada palabra la desgarrara desde adentro.

—No... no lo hice... no pude.

Esa confesión, débil y cargada de angustia, atraviesa el espacio entre ellas como una súplica. Freen cierra los ojos, y el llanto que ha intentado contener durante tanto tiempo finalmente la vence. Su cuerpo tiembla mientras las lágrimas empiezan a caer, como si el peso de su arrepentimiento fuera una carga imposible de soportar.

Becky se detiene en seco, su corazón dando un vuelco. Se da la vuelta de inmediato, sus ojos buscando los de Freen. Ve la expresión en su rostro, esa mirada rota y cristalina que refleja un sufrimiento tan profundo como el suyo.

—¿Qué dijiste? —pregunta Becky, su voz ahora un susurro cargado de desesperación, como si aferrarse a esa pregunta fuera lo único que la mantuviera en pie—Dímelo, Freen. ¿Es cierto?

Da un paso hacia ella, tomando a Freen de los hombros, buscando en sus ojos cualquier señal, una chispa de esperanza que pueda calmar el torbellino en su interior. Freen asiente lentamente, sus labios temblando mientras repite con más claridad.

—No pude... simplemente no pude.

Esas palabras deshacen a Freen, quien se deja caer al suelo, derrotada, como si finalmente el peso de todo lo que ha llevado en su interior la aplastara. Becky no duda, y se arrodilla junto a ella, envolviéndola en un abrazo fuerte y protector, permitiéndole finalmente liberar cada emoción contenida. Freen llora en su pecho, y Becky le acaricia la espalda, reconfortándola, absorbiendo todo ese dolor, sin saber exactamente cómo, pero deseando que su abrazo pueda sanar un poco de lo que ambas han sufrido.

Después de unos instantes, Freen logra articular, entre sollozos:

—Lo siento... lo siento tanto, Becky. Ódiame si quieres, pero... por favor, no me dejes... no me saques de tu vida. Ahora solo te tengo a ti...

Becky cierra los ojos, sintiendo cada palabra de Freen resonar en su corazón. Acaricia suavemente su cabello, su voz suave, como un susurro que intenta calmar el huracán dentro de Freen.

—Shh... no digas eso. Lo siento... Dije que te odiaba porque pensaba que lo habías hecho, pero... no puedo odiarte, Freen. ¿Cómo podría odiar a la persona que más amo en este mundo?

Freen llora aún más fuerte, pero esta vez, el llanto lleva un alivio inesperado, como si estuviera soltando todo el miedo y la angustia que había acumulado en su interior.

Ambas permanecen allí, en el suelo, abrazadas y compartiendo ese momento de vulnerabilidad y de comprensión mutua, como si las heridas empezaran a cerrarse lentamente. El tiempo se detiene, y solo existe ese espacio entre ellas, ese abrazo en el que intentan encontrar un refugio.

Finalmente, cuando el llanto de Freen se ha calmado, Becky la ayuda a levantarse. Freen está agotada, pero sus ojos ahora tienen una pequeña chispa de paz, como si, de alguna manera, ese dolor hubiese cedido un poco. Becky le sonríe con ternura y, sin decir una palabra más, le toma la mano y la guía hacia su hogar.

Al llegar al departamento, Freen, aún agotada por la tormenta emocional, se deja caer en el sofá. Es en ese momento que, por primera vez, nota los cambios que Becky ha hecho en el lugar: el sofá nuevo, las cortinas, los nuevos cuadros en la pared. Es un espacio más cálido, más acogedor... y ahora siente el significado detrás de cada cambio.

Becky va a la cocina, y vuelve con una taza de té caliente. Con una suave sonrisa, se la ofrece a Freen, quien la toma entre sus manos, sintiendo el calor reconfortante.

—Toma esto —le dice Becky mientras se sienta a su lado—Te ayudará a relajarte.

Freen toma un sorbo en silencio, dejando que el té calme sus nervios, mientras Becky observa cada movimiento, sin presionarla, pero con esa mirada que lo dice todo. Un silencio profundo y cómodo se asienta entre ellas, hasta que Becky, con dulzura, toma la mano de Freen y rompe el silencio, hablando en un tono suave, pero cargado de sinceridad.

—Freen... entiendo cómo te sientes. Yo también tengo miedo, ¿sabes? Ambas teníamos sueños, metas... claro que queríamos otras cosas antes de esto. Pero eso no significa que no podamos alcanzarlas. Tal vez solo signifique que tardaremos un poco más en llegar, y que ahora podremos compartir esos logros con alguien más... alguien que será nuestro mayor logro.

Freen la mira, aún con los ojos enrojecidos, y algo en su expresión empieza a suavizarse, como si por primera vez se permitiera creer en esa posibilidad.

—No estamos completamente preparadas, y tal vez nunca lo estemos... pero ¿quién lo está realmente? —Becky le sonríe con ternura, apretando su mano—Nos toca ser un equipo en esto, Freen. Eso significa que todo lo que sientas o hagas me va a afectar a mí, y lo que yo haga te afectará a ti. Estamos juntas en esto, y lo que importa es que te amo. Los amo a los dos.

Freen deja la taza en la mesa de centro, y, sin poder contenerse, se lanza hacia Becky en un abrazo lleno de emoción, lágrimas surgiendo de nuevo, pero esta vez no son de arrepentimiento, sino de alivio y gratitud. Becky la sostiene mientras Freen habla entre sollozos, con una voz cargada de vulnerabilidad.

—Lo siento, Becky... de verdad lo siento. No quería hacerte daño. Estaba tan asustada... y nuestra pelea solo me hizo sentirme peor, como si... como si todo se me escapara de las manos.

Becky la acaricia suavemente, susurrando palabras de consuelo.

—Ya pasó, Freen. No tienes que disculparte más. Lo importante es que estamos aquí, juntas. Pero creo que es mejor que descansemos. Ha sido mucho para ti, y no quiero que te estreses más.

Freen levanta la vista, y sus ojos se encuentran con los de Becky, reflejando una paz y una conexión que había estado ausente durante tanto tiempo. Asiente suavemente, y luego se inclina para darle un beso, un gesto pequeño pero lleno de amor y arrepentimiento. Con ese beso, parece sellarse una promesa silenciosa de seguir adelante juntas, de apoyarse sin importar las circunstancias.

Ambas se levantan y, tomadas de la mano, caminan hacia la habitación, listas para enfrentar el futuro. No como dos personas separadas, sino como un equipo, una familia.

FAMILIA ADOLESCENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora