𓏲 ๋࣭ ࣪˖ 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐨

Capítulo 07 ˖⸙̭❛

𝐉𝐚𝐤𝐞

Se despertó con Sunghoon de pie junto a él.

— Levántate.

Había algo extraño en el tono de Sunghoon que hizo desaparecer el sueño de su cerebro en un momento. Se puso de pie, con el estómago apretado. Sunghoon se inclinó y sacó la herramienta de su bolsillo, liberando el alfiler que mantenía su grillete cerrado.

— Sígueme.

Sunghoon lo condujo fuera de la casa. El sol acababa de ocultarse por debajo de la línea de árboles gruesos, dejando al pueblo envuelto en el resplandor agonizante de la tarde. Caminaron por uno de los caminos de tierra, hacia el edificio alto en el centro del pueblo. A medida que se acercaban, pudo escuchar un alboroto de voces masculinas en el interior. Su estómago se apretó más. Si hubiera comido algo ese día, lo habría vomitado.

Sunghoon le pasó una gran mano por la nuca, agarrándolo con demasiada fuerza, y lo guió hacia lo que equivalía a una especie de senado bárbaro. El rugido de las voces cayó en el silencio cuando entraron. El olor de la cerveza agria y el sudor de los hombres flotaba en el aire. Los bárbaros se sentaron contra las paredes a ambos lados del largo edificio, sus ojos lo siguieron mientras Sunghoon lo empujaba hacia adelante.

Slagfid estaba de pie a un lado de la larga sala, el otro romano arrodillado a sus pies, con la cabeza colgando como si fuera demasiado pesada para su cuerpo, con las manos apoyadas en el suelo para mantenerse erguido. Jake no podía ver su rostro, pero podía ver por el color de su piel que todavía se tambaleaba al borde de la muerte.

En el centro de la pared opuesta a la puerta, en un asiento más alto que los bancos en los que se sentaban los demás, había un hombre mayor. A sus sesenta años, su espesa barba y su cabello trenzado eran plateados, y solo le quedaban unos pocos mechones para indicar que alguna vez había sido rojo. Las líneas profundas en su piel creaban bordes ásperos alrededor de su boca y ojos, formando un ceño fruncido permanente. Observó a Jake con la barbilla ligeramente levantada y la boca en una línea firme.

Sunghoon detuvo a Jake a dos metros del anciano y lo hizo caer de rodillas. La gran mano del bárbaro se deslizó desde la nuca de Jake hasta su hombro, agarrando su túnica con fuerza para mantenerlo en su lugar. Unos cuantos hombres murmuraban a su alrededor, demasiado silenciosos para distinguir algo. Aparte de sus voces susurradas, el único sonido era el movimiento de la ropa mientras la energía inquieta recorría la habitación.

— Granmar. — dijo Sunghoon con un asentimiento respetuoso. — Este es el romano que habla. — Jake miró al hombre que supuso que era su jefe, tratando de mantener la calma y resistir el impulso de inquietarse.

Con una voz profunda y áspera, el anciano habló: — ¿Por qué tu ejército quiere la tierra de las tribus del sur?

La boca de Jake estaba seca. La pregunta no había ayudado en nada a sus nervios, y tragó saliva: — Sólo soy un soldado. A mí no me dicen esas cosas.