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-No, por favor, no.
-Es necesario.
-Pero no quiero perder...
-Debemos proceder.
-No pueden hacer eso, no es bueno.
-Claro que es bueno, Cruel es bueno.
-¡Pero no pueden borrarme mis recuerdos!
-Tú aceptaste.
-Yo no acepté nada. Jamás aceptaría algo así.
-Es demasiado tarde para echarse atrás.
-¡No pueden! ¡He dicho que no!
La aguja entró en su brazo y ella se sumió en la inconsciencia.
-No lo entiendo. No parece estar al tanto; además, si ella no aceptó, ¿entonces quién lo hizo?
-¿Qué importa? Hagamos lo que tenemos que hacer y ya está. Si está aquí es por algo.
Los dos hombres vestidos de azul se miraron y empezaron a conectar a la chica a una serie de máquinas.
Ella se estremecía inconscientemente y murmuraba palabras entrecortadas.
El más joven de los dos le puso una mano en la frente.
-Es fuerte. Espero que lo consiga.
El otro le miró y sacudió la cabeza.
-Sabes que eso no es cosa nuestra.
El otro hizo una mueca y ambos empezaron a desconectar a la chica.
Alguien entró en la habitación.
-¿Todo listo?
-Sí, señora.
El joven se estremeció; la mirada de la mujer era fría y cruel, capaz de herir, como un cuchillo. Aquellos ojos calculadores se posaron en el cuerpo de la chica y lo analizaron rápidamente.
-Bien, lleváosla.
La mujer se dio la vuelta y se fue por donde había llegado. Sus tacones resonaban por los pasillos aún cuando ya estaba lejos.

Gotta get outDonde viven las historias. Descúbrelo ahora