Capitulo 8

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Agarré el libro con fuerza, como si fuera lo único que me anclaba a la cordura en medio del caos. En la otra mano, la cadena del reloj que llevaba conmigo estaba enredada entre mis dedos, como si también intentara sujetarse a algo en este torbellino de locura. Azriel me sostenía en el aire como si yo fuera una muñeca de trapo, ligera y sin resistencia. Mi voz se alzaba en gritos desesperados que se perdían entre el rugido del viento.

—¡Que me sueltes! —grité, sintiendo mis labios agrietarse por el aire helado que azotaba mi rostro.

Cada aleteo de sus enormes alas cortaba el cielo con un sonido profundo y resonante, como si partiera el mismo espacio. Las sombras de Azriel danzaban alrededor, inquietas y curiosas, serpenteando como espectros que parecían husmear cada rincón de mi ser. Su toque era como un cosquilleo incómodo que me hacía estremecer.

—¡Déjenme! ¡Aléjense! —les grité, sacudiéndome inútilmente en sus brazos.

Azriel gruñó, y antes de que pudiera procesarlo, me soltó. Mi corazón se detuvo cuando quedé suspendida en el aire, colgando únicamente por mi muñeca, que él sostenía con un agarre firme.

—Si sigues gritando, te suelto —dijo, su voz fría y cargada de irritación.

—¡No, no, no! ¡Nooo! —grité, pataleando como una loca. El vértigo me golpeó, y la altura me mareó. El suelo estaba tan lejos que casi parecía una ilusión.

De repente, la hebilla de mi capa cedió y la tela voló como un pájaro atrapado en el viento, perdiéndose en el abismo.

—¡Azriel, mi capa! —protesté, observando cómo desaparecía en el horizonte.

Él no respondió. Sus sombras susurraban alrededor de nosotros, insistentes, como si le pidieran que me dejara caer. Su respiración era pesada, cargada de un esfuerzo que no podía comprender del todo. El viento cortante me helaba hasta los huesos, como si miles de pequeñas dagas se clavaran en mi piel.

"Si me suelta, me vengaré," pensé con determinación. "Y si no me suelta, también."

Con un resoplido, Azriel me jaló hacia él de un solo tirón, sujetándome con fuerza. Mis piernas quedaron atrapadas contra su torso, y mis brazos se aferraron a su cuello por puro instinto. La cadena del reloj seguía enredada en mi mano, su frío metal un contraste contra mi piel caliente por la adrenalina.

Finalmente aterrizamos en el balcón de la Casa del Viento. En cuanto sentí el suelo bajo mis pies, no lo pensé dos veces. Me alejé un paso y, sin dudarlo, levanté la mano y le di una bofetada que resonó como un látigo en el aire.

Su rostro giró por el impacto, pero no se movió. Se quedó congelado, sus ojos llenos de incredulidad.

—¡Eres el Ilyrio más idiota que he conocido! —exclamé, con la voz temblando entre furia y liberación—. ¡Eso te lo merecías, y esto también!

Levanté la rodilla con la intención de golpearlo donde más doliera, pero el destino tenía otros planes. Mi rodilla chocó contra algo sólido y metálico. Un dolor agudo subió por mi pierna, haciéndome brincar en un pie mientras me sujetaba la rodilla con ambas manos, soltando el libro en el suelo.

—¿Qué tienes ahí? —gruñí entre dientes, aguantando las lágrimas de dolor.

—Piedras —respondió, seco y molesto.

Frustrada y sin pensar, lancé el libro. Voló directo hacia su cabeza, golpeándolo con un sonido hueco. Él retrocedió un paso, cerrando los ojos con exasperación.

—¿De verdad? —dijo, abriendo los ojos con una mirada peligrosa. En un movimiento rápido, sacó una daga que brilló a la luz de la luna.

Mi sangre se heló. "Esta vez sí me pasé," pensé.

ANHELO || ACOTAR FANFIC ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora