La lluvia había cesado al amanecer, dejando tras de sí un manto de niebla que envolvía el bosque en un aire casi mágico. Las hojas goteaban en un ritmo irregular, como si la naturaleza misma susurrara secretos perdidos.
Mario despertó primero, su mente aún atrapada entre la confusión de los eventos recientes y la inquietante calma del momento presente. Al girar la cabeza, vio a Daisy acurrucada bajo su abrigo improvisado. Había sido una noche difícil, y aunque él intentaba mantenerse estoico, la preocupación latía en el fondo de su mente.
Se levantó lentamente para no despertarla y comenzó a inspeccionar los alrededores. Las ramas rotas y las huellas dispersas en el suelo eran un recordatorio de lo que habían enfrentado la noche anterior.
Mientras caminaba, sus botas se hundieron en el lodo blando, y sus ojos recorrieron los árboles en busca de alguna señal de dirección. Fue entonces cuando Daisy se despertó con un leve quejido.
—¿Ya estás explorando? —dijo con la voz aún ronca, frotándose los ojos y poniéndose de pie con cuidado.
Mario giró hacia ella y asintió. —Quiero asegurarme de que no haya peligro cerca. Este lugar no me da buena espina.
—A mí tampoco —respondió Daisy mientras recogía su mochila del suelo—, pero al menos el cielo está despejado.
Ambos comenzaron a caminar lentamente, inspeccionando la zona alrededor de la cabaña derruida donde se habían refugiado. Había algo extraño en el aire, como si el bosque estuviera observándolos. Los sonidos habituales de la naturaleza parecían más distantes, y la brisa era fría, casi artificial.
Fue Daisy quien se detuvo primero, agachándose frente a un montículo de tierra. —¿Qué es eso? —preguntó, señalando algo metálico que sobresalía ligeramente del suelo.
Mario se acercó, observando con detenimiento el objeto mientras Daisy comenzaba a escarbar con las manos. Tras unos minutos de esfuerzo, lograron sacar una caja metálica oxidada, marcada con inscripciones que el tiempo había desgastado. La cerradura estaba rota, y los bordes de la tapa tenían rastros de humedad.
—Parece que alguien dejó esto aquí hace mucho tiempo —comentó Mario, observando la caja con una mezcla de curiosidad y cautela.
Daisy sacudió el barro con impaciencia antes de abrirla. Dentro, encontraron un puñado de papeles amarillentos y un sobre cerrado con un sello roto. Los documentos parecían registros antiguos, ilegibles en su mayoría debido a los daños. Pero el sobre llamó inmediatamente la atención de ambos.
—Esto no parece coincidir con el resto —dijo Daisy, levantando el sobre con cuidado. La textura era distinta, como si hubiera sido colocado en la caja mucho después de que los demás documentos hubieran sido guardados allí.
Al abrirlo, encontró una carta escrita a mano. La tinta había comenzado a desvanecerse, pero las palabras aún eran legibles. Daisy leyó en voz alta:
"A quien corresponda,
El bosque guarda secretos que no deben ser revelados. Si encuentras esta carta, significa que el ciclo está a punto de repetirse. La tragedia que ocurrió aquí décadas atrás no debe ser olvidada. El traidor sigue siendo un símbolo de advertencia, y el guardián permanece como un recordatorio de lo que está en juego."
La carta continuaba con detalles vagos sobre una expedición pasada que buscaba un artefacto de inmenso poder. Había menciones de un accidente provocado por alguien del grupo, un "traidor", y referencias a un "guardián" que protegía las ruinas en el corazón del bosque.
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Entre lirios y laberintos: Mario X Daisy.
FanficEn un mundo donde la aventura y los retos no siempre son físicos, Mario y Daisy descubren que los mayores desafíos están en sus corazones. Tras un accidente en el Reino Champiñón que los obliga a trabajar juntos en un proyecto para restaurar la armo...